Dalln

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Dallon era un niño de diez años muy distraído. Él era esa persona en clase a la que la profesora le repetía las preguntas porque no solía escuchar a la primera por estar pensando en otras cosas; su coordinación motora era muy baja, tanto que al caminar, correr o hacer cualquier movimiento físico, solía ser muy torpe. Se le daban bien las matemáticas, pero prefería trabajar solo que junto a sus compañeros.

Dallon enserio era muy distraído cuando el tema no eran las matemáticas, por lo que justo en ese momento en que la señorita Joseph explicaba la idea sobre Convivencia Estudiantil que había tenido, el castaño no la estaba escuchando y prefería contar el total de rayas que tenía su cuaderno. El pequeño manejaba bien los números, pero las letras le causaban mucha confusión, por eso prefería matemáticas y aborrecía el curso de español.

— Comiencen, niños. — La profesora exclamó en alto y junto las manos al finalizar, provocando un ruido sordo que hizo a Weekes dar un brinco en su silla. Se oyeron algunas risas en el fondo, risas que Dallon, por alguna razón, no comprendía que eran contra él.

Sus ojos azules al haberse despegado de su cuaderno detectaron a sus compañeros escribiendo algo en sus pupitres, pero no en un cuaderno, no, sino en una hoja de papel cuyo color variaba por cada alumno. La mujer rubia se acercó a Dallon y le entregó también una hoja verde. Sonriendo, le explicó:

— Escribe tu nombre y cuando termines, pega la hoja en tu pupitre. ¿Okay?

El menor asintió. No tenía mucho interés en hacer dicha actividad, pero decidió acatar las indicaciones y al terminar no hizo nada más porque, bueno, la profesora no le había pedido nada más. Pegó la hoja con un trozo de cinta en su asiento a manera que los demás podían ver su nombre. Miró a todos lados preguntándose por qué niños y niñas se levantaban e iban de un lado a otro y cuando menos lo esperó, dos niños llegaron a su lugar y se fijaron en su papel verde.

— ¿Dalln? — Leyó uno de ellos con la cabeza inclinada hacia un lado.

— ¿Tu nombre no es Dallon? — Le preguntó el otro.

— Yo también creí que era Dallon.

— ¿Escribiste mal tu nombre? — Cuestionó el de cabello negro y largo cubriendo su boca con sus manos, aunque esto fue un movimiento inútil dado que sus risas bien podían ser escuchadas.

— ¿Uh? — Hasta ese momento, Dallon se fijó en lo que escribió y cayó en la cuenta de que había omitido una letra. — Oh, no.

— Hey, Dallon se equivocó. Mira. — Siguió el más alto de los niños llamando a uno más de sus amigos, mismo que se unió a la burla.

Avergonzado —y un poco molesto consigo mismo— el de ojos azules estiró la mano para quitar la hoja del pupitre, pero una mano extra lo tomó de la muñeca frenándolo. Se giró a su derecha y vio a otro niño de su clase, uno que siempre asistía y solía participar mucho en clase. Dallon no acostumbraba a ver a las personas que se encontraban en el mismo salón que él, pero la razón por la que sabía que ese chico participaba mucho era porque todos los días oía su voz y era la misma que en ese momento hablaba.

— Vamos, Gee. No puedes decir que tú nunca te has equivocado al escribir. Es normal. — Decía el de ojos marrones. — Además, recuerda que Dallon tiene problemas con las letras, la profesora lo dijo desde el primer día.

— Oh, eso, sí. No me importa.

El azabache hizo cara de pocos amigos.

— Sólo ve a otro lado y haz la actividad.

Los tres que habían participado en la burla se alejaron del asiento de Weekes y continuaron con la actividad. El único que seguía con él, que, por suerte, había dejado de sujetarle la muñeca, era el niño participativo. Dallon se sentía mal de no poder recordar el nombre de su compañero —quizá ni siquiera lo sabía— aún cuando éste estaba al tanto de su problema como estudiante. Lo mínimo que podía hacer lo llevó a cabo.

MY4AM •• Brallon OSWhere stories live. Discover now