Would roses bloom again?

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Despertar era cosa de todos los días, pero siempre lo hacía de un modo diferente. Aveces amanecía en la cama, otras en el sillón, o incluso en el suelo; algunas veces estaba solo, pero en otras ocasiones tenía compañía. Amigos, mascotas, su esposa, quien fuese. En resumen, cada mañana era diferente.

Ese día, un pacífico viernes, también despertó de una peculiar manera. La sábana apenas le cubría el torso, su delgado, lampiño y desnudo torso, el cual era rodeado por el brazo de aquella hermosa e inocente mujer. Sarah, su esposa, estaba a su lado dormida. Sonrió al ver que los desnudos hombros de su querida resplandecían gracias a la luz del sol que entraba por la ventana. La chica era bella, no podía negarlo.

Sin embargo, aún no se había hablado sobre el estado de ánimo con el que despertó esta vez. Se sentía, en pocas palabras, nostálgico. Había una enorme burbuja de tristeza en su pecho que le molestaba cada que veía su pálida piel sobre las mantas. Su tez. Era innegable que Sarah le acariciaba de forma dulce y cuidadosa cuando hacían el amor –justo como habían hecho la noche anterior–, pero por más tiempo que pasara, Brendon no iba a dejar de compararla con él.

Él.

Siete, ocho, quizá nueve. Habían pasado meses desde la última vez que lo vio. La última vez que él lo tocó, su firme y segura mano sobre su tez; extrañaba eso, tenía que admitirlo. Y estando en esos precisos momentos en una cama, rodeado de suaves sábanas blancas, le recordaba el excitante encuentro que habían tenido ellos dos esos indefinidos meses atrás.

Lo extrañaba. Sí, ya lo había mencionado, pero es que enserio lo hacía. Y luego se dijo que no ganaría nada extrañando, recordando, pensando y adorando un inmenso recuerdo de alguien de quien no conocía su paradero actual. La pregunta de qué estaría haciendo en ese momento lo invadió, mas no tardó mucho en hacer algo para saber la correcta respuesta a su cuestión.

Así es. Se levantaba, tomaba su ropa interior del suelo y se la colocaba de vuelta mientras rebuscaba en el bolsillo trasero de sus olvidados jeans la herramienta que le ayudaría a contactarlo a él. El celular. En cuanto lo sostuvo en mano, salió de la habitación y cerró la puerta detrás de sí. En medio del pasillo, dio clic al botón para llamar y llevó el aparato a su oreja derecha. Los tonos sonaron, uno después de otro hasta el tercero.

Él le respondió.

–¿Sí?

Voces. Todos los días escuchaba distintas de ellas: altas, bajas, suaves, ásperas, femeninas, masculinas, graves, agudas y de todos los tonos y timbres posibles. Tantas, y ninguna había sido capaz de mover su pulso con tanta fuerza, rapidez y eficacia como hacía la de él. Apenas una palabra le había escuchado y ya comenzaba a ponerse nervioso.

–Hey, soy Brendon.

–Ya lo sé.

¿Lo sabía? ¿Cómo lo sabía? ¿Acaso...?

–¿Aún tienes mi número guardado? –preguntó asusto, dejando al hombre del otro lado entre la pared y la espada; lo había atrapado.

–¿Por qué no lo haría? –dijo él en cambio.

El de cabello oscuro y liso soltó una muy desapercibida risa. Esperaba que el contrario no le hubiera escuchado riendo, al menos no todavía, sería bastante incómodo.

–Por nada –evitó dar una respuesta seria y directa, –Uhm –pero aún existía el problema de no saber cómo decir lo que había planeado decir cuando se levantó de la cama –¿Cómo estás?

El mismísimo Brendon reconoció que ese no había sido el mejor comienzo. Y solamente por eso, lo intentó de nuevo aún si interrumpiría lo que sea que el otro estuviese a punto de decirle.

MY4AM •• Brallon OSTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang