Capítulo I: La sombra del pasado

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Londres, Inglaterra

12 de diciembre de 1945

Vivaces ojos de fuego, magníficos momentos escondidos entre las sombras de mi memoria, sonidos benditos con gracia y majestuosidad; aún recuerdo aquella época, cuando la tierra era pura y las personas felices, aquella época cuando en cada rincón de la ciudad, en cada pared y en cada casa se escuchaban dichosas risas de felicidad entremezcladas con algunos villancicos navideños; aquella época que ahora parece tan distante como la más brillante estrella del firmamento. Dicen que la navidad es mágica y llena de dicha, en algún momento de mi memoria recuerdo cómo se sentía; la paz..., más sin embargo los días de oscuridad ocupan mis memorias, los días grises, las noches frías y llenas de desesperación; tal pareciera que, de alguna forma los momentos dolorosos se apoderaron tanto de mi mente que pareciera que los buenos tiempos fueron solamente una ilusión. La época navideña trae consigo una tristeza infinita que abraza a mi alma, ahogándome a momentos con recuerdos que inquietan mi tranquilidad. Los copos de nieve caen ante mis ojos cubriendo la banqueta de un pulcro blanco y haciendo más frío este sentimiento.

La navidad suele ser una época de hermandad y felicidad, pero para mí en cambio es como un sordo golpe en el rostro, me hace sentir más miserable de lo que en realidad soy, aunque la verdad no se si son las fechas navideñas o tal vez simplemente es una excusa para compadecerme más de mí misma. La culpa que carcome mi alma se incrementa cuando la nieve besa la tierra, entonces todas aquellas noches de algarabía sana y risas se entremezclan con las noches llenas de terror, con los gritos ahogados, el temblor de los cuerpos, el olor a sangre mezclado con pólvora y gas lacrimógeno; entonces no se diferenciar si los momentos felices fueron reales o solo algún invento de mi imaginación, ya no estoy segura de confiar en mis recuerdos y aunque aún conservo las memorias de una vida tranquila, plena y feliz muy en el fondo de las cavilaciones de mi memoria; ya no tengo idea de lo que siente vivir así; ya no encuentro sentido recordar una vida tan ajena que parece distante de mi piel; tan alejada a mi actual día a día que pareciera que son las memorias de alguien más, no le encuentro sentido recordar a una Eliana diferente a la sobreviviente de la segunda guerra mundial que esta hoy aquí, pero eso no me hace mala persona ¿O sí? Supongo que todos en algún momento de sus vidas miraron hacia atrás extrañando a vieja versión de sí mismos; al final los humanos somos seres tan fugaces y cambiantes.

Hace algún tiempo, cuando cumplía los catorce años mi vida era perfecta, lástima que la perfección es tan efímera como los copos de nieve...

Ciudad de Varsovia, Polonia

22 de diciembre de 1939

La intensa luz del sol se filtra en mis párpados obligándome a abrir los ojos, con dificultad puedo ver una almohada cerca de mi brazo, la tomo y tapo mi cara para que la molesta luz que se filtra por mi ventana sea bloqueada con ella, juraría que la noche anterior había cerrado la ventana. Mis párpados caen y empiezo a sentir la dulce ensoñación golpearme, más sin embargo no logro profundizar mi sueño debido a que siento como mi cálida manta es despojada de mi cuerpo, un gruñido se escapa de mi garganta al sentir el frío chocar con mi cuerpo cubierto con la fina tela de seda de mi camisón de dormir, destapó mi rostro para ver a la causante de mi sufrimiento mirarme con una sonrisa divertida.

—Eliana Alissa es hora de despertar. —dice con diversión mi madre, yo gruño de nuevo y hago un vano intento por alcanzar la manta.

—Cinco minutos más madre. —pido, ella niega con su cabeza.

—De eso nada jovencita ¡Anda levántate muchacha que debemos partir a Cracovia y solo tú aún no te has levantado! —dice ella con emoción, alejo la almohada de mi rostro y le miro con molestia.

La Princesa del Reino PerdidoWhere stories live. Discover now