Capítulo XXIX: La última Orquídea

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El reino de las primaveras

Oeste de Arthegón

Los enormes campos de flores coloridas parecen infinitos, extensos e interminables, a la lejanía se observa la silueta de un enorme castillo. Los jardines están divididos en recuadros como estanques de agua cristalina dónde nadan infinidad de peces y algunos otros tienen flores flotantes brillantes de todos colores. Los pasillos que dividen los recuadros de agua son gruesos y de ladrillo. En medio del jardín, en un círculo de césped se encuentra una cúpula de mármol café, la parte circular del techo está repleta de flores coloridas, los pilares gruesos son curveados con medias espirales en la parte de arriba. Toda la cúpula se encuentra rodeada de orquídeas color rosa. El castillo es de decoraciones de mármol con piedras preciosas incrustadas, en la parte trasera del castillo se mira una enorme puerta de madera circular con una enorme flor hecha en oro amarillo y rosa. En la terraza de la primera planta se miran flores y hojas que caen en cascada a las paredes como una delgada cortina. Hacia arriba se levanta una gran torre gruesa con ventanas de vidrio azul con un arco circular con decoraciones elegantes. A la lejanía se extienden más construcciones parecidas. Este es el castillo de la eterna primavera, un lugar precioso y lleno de flores, mis favoritas son las orquídeas, mi padre siempre me compara con una por mi cabello rosa al igual que mis ojos.

Me encuentro en la cúpula del jardín, es mi lugar favorito en todo el mundo, tengo la mejor vista del castillo y me gusta venir a dibujarlo, a mi alrededor tengo una infinidad de hojas esparcidas, mis manos sostienen el cuadernillo de bocetos, lo miro con los labios fruncidos; algo en el no me convence. Mis dibujos siempre son inconclusos y rara vez alguno de ellos va más lejos de un simple boceto, aunque para ser sincera conmigo misma no es como que tenga todo el tiempo del mundo para dibujar, ser una princesa puede ser una ardua labor, por ejemplo esta mañana —como todas— me levanté para que mis doncellas me ayuden a peinar mi cabello, me hicieron un elaborado recogido con trenzas y dejaron algunos mechones enmarcando mi rostro, me vistieron con un corsé blanco y una falda del mismo color, me colocaron mis joyas y mi corona de hojas doradas, no me gusta maquillarme, así que solo dejo que me pinten los labios de rojo. Cuando ya me encuentro lista con mi disfraz de princesa me dirijo hacia el salón real donde saludo a mis padres y juntos nos vamos hacia el comedor para tomar el desayuno, mi hermano Asher siempre llega tarde, mi padre todos los días le regaña por ello y Ash nunca entiende. Es bastante gracioso.

—Elaine ¡Elaine! —escucho una voz conocida, levanto el rostro para ver cómo mi hermano mayor corre hacia mí. Asher tiene el cabello morado como el de mi padre, pero ambos somos parecidos, somos gemelos, nacimos al mismo tiempo, somos como una extraña combinación de mis padres, ya que él tiene el cabello de mi madre y yo el de mi padre y compartimos rasgos parecidos con ellos. Ash siempre dice que es el mayor porque nació primero, él es soñador y fuerte, desde joven fue entrenado para ser el mejor guerrero, pero es dulce y bondadoso, sin duda alguna será un gran rey algún día.

—¡Asher no voy a mostrarte mis dibujos hasta que estén terminados! digo mirándolo seriamente, Ash siempre viene a espiarme cuando dibujo ya que nunca ha visto uno terminado, siempre le doy excusas para no mostrarle nada. Hay algo diferente en Asher, su semblante está pálido y parece sumamente preocupado.

—Eli debemos irnos. —dice, yo le miro sin entender, pero Asher me jala fuertemente.

—¿Qué? No entiendo hermano ¿Qué pasa? —pregunto.

—El castillo de la eterna primavera está bajo ataque. —dice, abro mis ojos con sorpresa.

—Mamá y papá. —digo con preocupación.

—Vamos Elaine. —dice y finalmente yo cedo, me dejó llevar por él. Comenzamos a correr hacia la salida del castillo.

Al llegar al jardín delantero nos encontramos con una ardua pelea, los soldados del castillo luchan con unas terroríficas criaturas, el castillo arde en llamas. Yo me quedo anonadada mirando la violencia, el fuego y el terror. Nunca antes había visto algo tan grotesco como esas criaturas escamosas, son salvajes e irracionales, son fuerza sin cerebro, como si fuesen criaturas crearas para luchar, no titubean, son certeros y sanguinarios. Nosotros corremos para intentar salir del castillo, pero es inútil, ellos detectan nuestra presencia y como siete de ellos se acercan lentamente hacia nosotros, Ash me jala del brazo para escondernos detrás de unos escombros en el jardín, mis piernas se sienten como gelatina y sin poder evitarlo mis rodillas caen de brises al suelo, mis manos se dirigen a mi despeinado cabello, alejo algunas hebras de cabello de mi rostro con frustración.

La Princesa del Reino PerdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora