Veinticinco. Ayuda.

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Me gustaría que las cosas fueran como antes, pero sabía que, si eso fuera posible, Gilbert no estaría a mi lado contemplando la luna.
Creo que es bueno que los «me gustaría, hubiera, ojalá, tuviera», no existan, porque así podemos valorar lo que tenemos frente a nosotros...
Y no me refiero a Gilbert, sino a la luna.
Aunque la nieve comience a caer, la luna tiene un brillo especial que no había visto antes. La belleza de la luna no tiene comparación.

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Desperté con un fuerte dolor en la cabeza, me había quedado dormida recargada en la ventana. Estaba dispuesta a acostarme de nuevo cuando recordé... «Gilbert».

En seguida corrí por el pasillo y baje las escaleras, pasé por la cocina y verifiqué la puerta; cerrada con seguro, Gilbert sigue aquí.

Subí de nuevo la escalera y fui directamente al mueble, los únicos colores que adornaban el pequeño cajón eran el azul, negro y verde.

Me puse mis botas y salí con dos cubetas de comida para los animales. En el establo, cepillé a los caballos. A pesar de la nieve, no hacía tanto frío, todo se sentía diferente.

—¿Trabajando desde temprano?—dijo una voz a mi espalda. Ni siquiera me giré para mirarlo, en vez de eso, deje de cepillar al caballo.

—Creí que ya te habías ido.

—Creí que podrías necesitar un poco de ayuda.

—Afortunadamente, me tengo a mi misma—dije de manera gentil girándome lentamente. Su rostro se veía cansado, tenía grandes sombras debajo de los ojos; uno creería que resaltarían más, en cambio, sus ojos se veían apagados, sin brillo, como si hubieran absorbido toda la alegría de ellos, ¿así de tristes se verían los míos?—. Iré a preparar té dije comenzando a caminar.

—No hace falta dijo cuando pasaba por su lado y me miró ya lo he hecho yo.

—¿Te has metido a la cocina sin permiso, Blythe?—dije mirándolo seria. Gilbert sonrió débilmente y susurró:

—Deberíamos apurarnos.

Caminamos a casa sin dirigirnos la palabra, cada quien a cierta distancia. Desde hace tiempo, me preguntaba como es que todo podía cambiar tan rápido, aún recuerdo el día que vi a todos mis amigos por primera vez, y me gustaba mirar como es que han cambiado ahora, no sé si podría considerar a Gilbert mi amigo, enemigo o conocido, pero si sé que todo había cambiado, aunque quisiera saber si ese cambio era para bien o para mal... Quizá nunca lo sabré, quizá pueda volver a cambiar ahora, quizá no cambie nada nunca. Pero tal vez es «quizá» tampoco exista. 

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El aire fresco golpeaba ligeramente mi rostro, pero era agradable sentir a la naturaleza. 

—¿Por qué caminamos tan lento?—pregunté a Gilbert.

—Pensé que querías estar más tiempo conmigo— dijo en tono de burla 

Lastima que olvidé mi pizarra

—De vez en cuando es bueno apreciar lo que nos regala la naturaleza—dijo mirando a su alrededor.

Gilbert y yo llegábamos antes a la escuela para poder tener algunas lecciones extra, ya que el sueño de Gilbert es ser doctor, mientras que yo... espero encontrar algo pronto, o al menos decidirme entre tantas cosas que quiero hacer en esta corta pero fascinante vida. 

—¿Qué crees que pase con la señorita Stacy? 

—Me gustaría asegurar que todo se habrá arreglado, pero no creo que sea así, las madres progresistas son muy exigentes, y, espero que no tomen tan serio lo sucedido.

The color of your words. [Gilbert Blythe]Where stories live. Discover now