Veintiuno. Irremplazable.

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Me miré en el sucio espejo de la única habitación ocupada de la casa. La mía. Había gastado unos cuantos ahorros para poder recuperar uno de los vestidos que había vendido para ayudar a Anne. 

Vi un listón azul en mi cama, y me lo puse en la cabeza como moño. Mi cabello llegaba a la altura de la barbilla ya, y viéndome bien, el listón no quedaba para nada con mi vestido azul. Recuerdo que mi madre hacia de todo para que yo pudiera salir presentable a la casa. 

Me quité el listón y por alguna extraña razón, lo puse en mi dedo, como un anillo. ¡Que feliz debe estar Prissy hoy! Se casará con el hombre de sus sueños. Toqué el listón en mi dedo y me miré. «Algún día me casaré y seré muy feliz...» pensé, pero esos pensamientos desaparecieron cuando me miré en el espejo. «No, soy rara, y por lo visto, en este pueblo tienen una vista diferente a la mía. No me casaré».

Con furia, me quité el listón y lo arroje de nuevo a la cama. Salí de casa y metí a las vacas y caballos en el establo, comenzaba a nevar y no quería que  nada les pasara. 

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—Prissy—dijo Anne—, espero que algún día, con el tiempo, esta unión entre ustedes sea una unión en la que ambos puedan realizar sus deseos...

Prissy nos miro a todas confundida, mientras guardábamos silencio.

—Osea—siguió Anne—, aunque su matrimonio no sea romántico, puedas tener una vida maravillosa en Toronto y tal vez, algún día puedas retomar tus estudios.

Sentí una leve punzada en el pecho y me levante de la cama de Prissy. Miré a Diana y luego a Anne.

—Te dejaremos sola, nos vemos— dijo Diana tomando a Anne de la mano. 

Una vez fuera de la casa, Tillie, Ruby, Jane, Anne y yo, nos sentamos en las escaleras y comenzamos a hablar. La nevada comenzaba a bajar su intensidad y hacía el paisaje más hermoso. Árboles con cabello blanco, caminos de nubes y , a pesar de la nieve, la brisa se sentía ligera.

—¿Cómo creen que se sienta casarse?—pregunto Tillie mirando la llanura que se alzaba a unos cuantos metros.

—Si amas a esa persona—dije—, supongo que sería algo romántico y alegre. Tú alma gemela, con quien pasaras el resto de tus días... debe ser encantador...

—Quisiera casarme con Gilbert...—dijo Ruby mirando la nieve. A pesar de que no podía mirarla a los ojos, se que reflejaban amor y desilusión.

—¿De qué hablas, Ruby?—dije enojada— encontraras hombres mejores en el mundo, que te amen y respeten, y quieran verte feliz. No todo es Gilbert Blythe—dije con desagrado—Existen personas mejores que él.

—Tú que sabes—escupió Ruby—, puede que al final, me case con él.

Me quede callada y miré un árbol. Todas se quedaron calladas.

—Medio año, antes de venir a Avonlea—dije—, mi madre habló con unas personas del pueblo. Era muy amiga de todos, siempre ayudaba a los demás, al igual que mi padre, el trabajaba en una joyería. Cuando mi madre regreso del pueblo, me dijo que me había comprometido con el hijo del banquero del pueblo. Yo tenía 12 y él 19. Mi madre pensó que sería conveniente para ambas familias. Me opuse rotundamente a eso, pero mi padre igual apoyo la decisión de mi madre.

Miré a las chicas, que tenía una cara de horror, pero no dijeron nada, simplemente me miraban esperando a que prosiguiera.

—Semanas después enfermo mi padre y... ya saben el resto de la historia.

The color of your words. [Gilbert Blythe]Where stories live. Discover now