52. En el juego llamado «vida» sigo siendo la pelota

Начните с самого начала
                                    

—Desde luego.

La sonrisa de Rodwell me hace dudar que me crea. Aun así, coge el teléfono y pide a su secretaria que me traiga una soda. No sea que ose poner en duda que aún somos «amigos».

—Yo no le robé esta empresa a Ivanna y a Babette, Luca —insiste.

¿Le molestará a Ivanna que toque ese tema con él?

—Babette no estaba en sus cabales cuando firmó. Escuché que aquí la apodan «la conejita». Usted la usó y ridiculizó.

—¿Tal como Ivanna hace contigo ahora?

Para nada esperaba esa respuesta. Y despedido el contra ataque, lo único que hace Rodwell es buscar una posición más cómoda en su silla y sonreír.

—¡Lionel! —La puerta de la oficina se abre de golpe—. Oh, perdón, pensé que estabas solo.

No tengo que girarme para ver quién es. «Oh, perdón, pensé que estabas solo». Esa falsedad solo puede venir de Lobo.

—Ivanna no me está usando —digo a Rodwell ignorando a Lobo.

—¿Ivanna utilizando a alguien? —Y de todos modos se entromete en la conversación. Haciéndose notar, Lobo se instala junto al señor Rodwell fingiendo indignación—. ¡No, cómo vamos a creer eso!

—¿Por qué? ¿A ti te usó? —devuelvo.

El gesto de falsa indignación de Lobo cambia a «admito mi culpa». Aunque sin remordimiento.

Rodwell vuelve a tomar la palabra:

—Lo que tienes que saber Luca, y lo diré por el aprecio que tengo a tu madre y a ti, es que, de estar jugando, no somos los únicos; y que tanto nosotros como Ivanna haríamos lo que sea por esta empresa.

—Y en el trayecto lamentamos que salgas lastimado —agrega Lobo—. Al menos nosotros lo lamentamos.

Miro de Lobo al señor Rodwell. De nuevo juegan conmigo. Me usan.

Pero aseguran no ser los únicos.

—Pero el sexo es fenomenal sin duda —continúa Lobo—. Por eso no hay que quitarle la estima a Ivanna —No dejo de verlo con enfado—. Aunque va a enloquecer cuando sepa que conseguí otra cuenta imposible.

No lo resisto.

—Ella también va fenomenal —digo—. No te confíes.

—Me alegro —dice Lobo—. Genuinamente me alegro ¿O no Lionel? —mira a su compinche.

—Sin duda.

El señor Rodwell aún me sonríe. No comprendo qué intentan y eso me exaspera.

—Aquí celebramos cada triunfo de Ivanna, compañero.

—Son unos cínicos —suelto sin más y tanto el señor Rodwell como Lobo se muestran sorprendidos.

Y otro jefe en el lugar del señor Rodwell me despediría por faltarle al respeto; no obstante, él se limita a recibir a Sizy, su secretaria, sin apartar de su arrugada cara la misma sonrisa barata. «Aquí no pasa nada».

—Sizy, Luca está del lado de Ivanna en la contienda por obtener la vicepresidencia de esta empresa —dice Lobo a la secretaria—. ¿Puedes creerlo? —Ahora ríe.

—Será el único —dice Sizy, mirándome.

Pero Lobo no ha terminado, sin dejar de reír cruza la oficina del señor Rodwell de regreso a la puerta de entrada y al llegar la abre para, desde ahí, gritar a todo el que esté afuera:

El asistente ©Место, где живут истории. Откройте их для себя