CAPÍTULO DIECISÉIS

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  Cuando se despertó recordó con agrado que era día festivo y por lo tanto no debía trabajar, pero la verdadera sonrisa afloró cuando los acontecimientos del día anterior llegaron a su mente. Se estiró entre las sábanas con la sonrisa más idiota de todas.
 
  Apareció en la cocina arrastrando los pies delcalzos. Su salida había causado estragos en la casa. Los platos y vasos estaban amontonados en el fregadero. Los restos de unas galletas horneadas días atrás seguían en la misma bandeja que salió del horno. El frigorífico se encontraba prácticamente vacío. De repente sintió un poco de repulsión al ir descalzo por aquel suelo que no sabía cuando fue la última vez que vio una fregona sobre él.
 
- ¿Cómo estás, caramelito? - Saludó el mayor a su espalda, despreocupado.

Él, sin embargo, miraba a un lado y a otro con disgustó.

  - ¿Qué ha pasado aquí? ¿Has olvidado como poner el lavavajillas?

- Lo he descuidado un poco.

- ¡No me digas! ¿Y qué hay de la compra?

- Iba a ir ayer pero me saltó un tema más importante ¿lo recuerdas?

- Ah, no. No me culpes a mí de este desastre.

- Me ducho y lo limpio todo.

- ¿Y qué vamos a comer hoy? Porque está todo cerrado.

- Parece que llevamos toda una vida casados y solo te preocupas por el desorden y la comida. Ni siquiera me has dado los buenos días - Se cruzó de brazos haciendo un sutil puchero, en realidad él odiaba esas niñerías pero sabía que derretian a Hiro.
 
   El menor se acercó con una sonrisa mientras le separa los brazos del pecho.
 
- Vale, vale. Tienes razón. Buenos días.

- Buenos días - Taka le rodeó con los brazos por la cintura al tiempo que dejaba un beso en el lateral de su cuello, el lugar favorito del menor.

- Es demasiado temprano para esto - Se alejó con las mejillas tímidamente sonrojadas. Taka sonrió victorioso.

- Voy a ducharme por si quieres un baño de agua fría.

- Contigo jamás. Date prisa porque vas a limpiar todo esto.

  Quiso sonar autoritario pero cuando el mayor le guiñò un ojo supo que a él le resultaba todo lo contrario. Le sonrió de manera coqueta y se dirigió a su habitación. Hiro suspiró, no tenía remedio.

  Detrás de su libro, el cual fingía leer, espíaba al mayor mientras éste le sacaba brillo a toda la cocina. De vez en cuando Taka se giraba para intentar darle lástima y que fuera a ayudarle pero ninguna de las veces le funcionó. Cuando todo quedó lo bastante limpio como para sentirse satisfecho por su trabajo se dirigió al sofá para dejarse caer apoyando la cabeza en el regazo de Hiro.

  Éste levantó el libro evitando que se diera con él. Recordó las veces que al entrar al piso lo encontró así en las piernas de Meiko mientras ella le hacía mimos.

  - Estoy cansado ¿por qué me haces trabajar tanto?

  - Porque es cosa tuya que la casa parezca un basurero. Agradezco que no hayas pasado a mí habitación.
 
  Taka levantó un poco la cabeza para poder mirarle desde abajo.

- ¿Qué te hace pensar que no he entrado?

- Dime que es mentira - Se mantuvieron la mirada unos segundos, examinándose el uno al otro.

- Sólo lo he hecho un par de veces - Volvió a dejar la cabeza donde la tenía.

- ¿Para qué? - Preguntó con un tono más severo del deseado. Notó como se encogía de hombros.

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