CAPÍTULO DOCE

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  A la mañana siguiente no hablaron. Hiro salió demasiado temprano, tanto que ni siquiera compartieron ese habitual desayuno en silencio.

  Toru le había invitado a desayunar en su casa. El día anterior no se pudieron ver y estaba deseando pasar un momento a su lado. Cuando llegó, Toru entrelazó sus manos para guiarlo a la cocina donde le esperaba un desayuno digno de un rey.

- ¿Pero a cuánta gente has invitado?

- Sólo a ti. He preparado el café como te gusta. He comprado tu dulce favorito y las galletas que te gustan por si no te apetece tanto dulce. He preparado también...
 
   Sus palabras quedaron ahogadas contra los labios de Hiro quien le había agarrado suavemente del cuello de la camiseta para acercarlo a él.

- ¿A qué se debe esta maravilla? - Preguntó Toru con una enorme sonrisa.

- Jamás nadie ha mostrado este cariño e interés por mí, gracias.
 
  - Soy yo el que debe dártelas. Cada día soy más feliz gracias a ti. Y ahora coge una galleta.
 
   Le pasó la caja abriendo la tapa para él. En el interior se encontraba una nota amarilla doblada sobre las galletas.

  - ¿Qué es esto?

   - A lo mejor es una promoción para ganar regalos.

  Hiro abrió el papel con curiosidad.
       
         *¿Quieres ser mi novio? *

   El menor se quedó mirando la letra cursiva que adornaba la nota. La espera estaba poniendo nervioso a Toru que no sabía que iba a escuchar a continuación.
 
   - Sí.

   - ¿Qué? - Dijo casi sin creérselo.

    - ¿Ni siquiera me escuchas? He dicho que sí.

  Toru dejó escapar un pequeño grito de júbilo. Alzó al menor mientras daba unas cuantas vueltas sobre si mismo. Hiro golpeaba con sutileza los hombros del contrario para hacerle parar.

  - Vas a marearme.

  - Lo siento, mi niño - Le dejó en el suelo para luego entrelazar sus propias manos en la espalda del menor, abrazándole - Estaba nervioso por saber tu respuesta.

  - Si ya estábamos juntos ¿qué otra cosa te podía decir?

  - Que no, por ejemplo.

   Hiro acarició el pelo de Toru con cariño. Era tan dulce y atento que no se creía merecerlo. Toru tomó la barbilla del menor y poco a poco fue eliminando la distancia entre ellos hasta que sus labios comenzaron a besar los de Hiro. Éste había cerrado los ojos, el tacto fue como un jarro de agua fría. Su mente trajo de inmediato la sensación que el roce de los labios de Taka le habían dejado en los suyos. Cerró los ojos con fuerza para olvidar aquello pero su cabeza sólo tenía a su hermano en ella. Toru notó que algo iba mal.

  - ¿Te pasa algo?
 
  - Perdona, tengo mucha hambre - Mintió.

Toru estalló en carcajadas.

  - He olvidado por completo el desayuno, perdona.
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  Cuando volvió a casa sintió un poco de miedo a encontrarse con él. Tendría que darle la buena noticia. Con cuidado fue hacia la habitación del mayor. Desde su posición y gracias a la puerta medio abierta pudo ver que estaba dormido con la cabeza en los pies de la cama. Quiso acariciar su pelo como hacía con el de su ahora novio, pero era imposible. Se mordió el labio inferior ante aquella maravillosa imagen. Se giró para volver a su cuarto.

  - Hiro.

  Su voz adormilada le hizo sentir un cosquilleo en el estómago ¿Tanto ruido había hecho para despertarle? Se dio la vuelta para mirarle.

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