33. No lo Vi Venir I

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Nunca me consideré un niño agresivo mientras crecía, no porque no pudiera serlo o careciera de motivos para ello. Sencillamente, fue porque le tenía miedo al dolor. 

¿Bastante profundo para un niño pequeño, cierto?

Veía documentales con mi padre sobre reactivos corrosivos y noticias de incendios forestales con mamá. Nada era bonito, nada era suave y divertido. Yo solo quería que, al crecer, mis huesos siguieran todos juntos, que mi piel no formara queloides y mis ojos no se escandalizaran por el color de la sangre.

Solo quería ser un niño feliz.

Pero más pronto que tarde vine a descubrir que existen muchas formas de herirse y de herir a otros.

Aquello me lo enseñaron mis padres. También, parte de la cátedra fue impartida por mis compañeros de colegio y el corazón roto que me dejó Artemis huyendo.

Irónicamente, tuve que romperme por dentro para descubrir que prefería romperme los huesos.

Entonces comencé a boxear, porque cuando te rompes por dentro, debes dejar salir el calor como si fuera sangre. 

 Hice de mis heridas un chiste y competía con otros bufones por deporte. No soy un mártir, soy solo alguien que transformó las desgracias en ventajas.

Supongo que es lo mejor que puede hacer. Después de todo, aprendí a curarme solo las heridas.

El viernes en el Roy's Club prometía ser increíble.

La música sonaba más fuerte, lo colores se veían más nítidos, todo era un cóctel de sudor, alcohol y éxtasis. Aunque si de drogas hablábamos, también se unía a la lista.

Aquel encuentro no sería el primero, y si todo salía tal cual estaba planificado, mucho menos sería el último. Las peas clandestinas era la forma más rápida y eficiente de atraer clientes al bar, el número de entradas vendidas no tenía competencia. También, las apuestas iban subiendo como la espuma.

Si la noche seguís de esa forma, el margen de ganancias iba a ser asquerosamente alto.

Edric estaba emocionado a pesar de que su rostro se mantenía sereno y concentrado. A su lado, Artemis sonreía y sostenía su mano. Su sonrisa era radiante y el calor llegaba su pecho. Se sentía malditamente suertudo y afortunado.

Jamás pensó que ese momento sería posible. Hoy, casi tres años después, una Artemis llena de emoción y orgullo entraba con él hacia uno de los momentos más emocionantes de su vida.

—Te ves hermosa, ¿ya te lo había dicho? —susurré en su oído mientras la dirigía hacia la barra.

Se había puesto una de las camisetas que Federico y Gael timbraron con el nombre de "Bentley" en el centro. Lucía unos pantalones extremadamente ajustados y unas botas a juego. Estaba hermosa de una forma indescriptible y caminaba como si fuera el centro del Universo.

—Creo que solo un par de veces en el camino —rió—, pero continúa, siempre es bueno oírlo.

—Te ves hermosa, Artemis —levantó su rostro en mi dirección y sonrió antes de inclinarse y besarme.

Aquella chica parecía ser otra cuando estaba a su lado; más feliz y llena de vida.

—Tú también te ves alarmantemente sexy, Bentley, date crédito por eso —Alan apareció a nuestra espalda separándonos y pasando sus brazos sobre nuestros hombros. 

Observó a Artemis de pies a cabeza y rió:—Y tú, Reina Malvada, para vestir de esa forma primero debes aprender a espantarte las moscas sola.

#1 | Boulevard de los Corazones RotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora