X - Moral

2.5K 306 79
                                    

Conocía todas las bases secretas de la Liga de asesinos, no fue difícil adivinar dónde se encontraba John.

Infiltrarme tampoco lo fue.

Encontrarlo, eso empezaba a parecer un reto.

Era como se de pronto ya no conociera el lugar en el que estaba, mi memoria era perfecta, era capas de recorta la matrícula de cada uno de los autos que había visto para llegar a dónde estoy. No me había equivocado de lugar ni había olvidado como se veía la base subterránea. De alguna forma las decoraciones y el tapiz no estaban dónde deberían estar.

Jugaban conmigo.

Tampoco me había encontrado con nadie desde que llegué.

Y lo fácil que fue.

Saben que estoy aquí.

Escuché un click y después un silbido que provenía de las paredes como si le sacarás el aire a un globo.

No era aire.

Humo verde empezó a envolver el pasillo en dónde estaba. Lleve mi mano a mi cinturón y dome la versión miniatura de una máscara de gas. Cortecia de industrias Wayne.

Me subestiman

Las luces se apagaron tomándome por sorpresa, desenvaine mi espada y me coloque en posición de ataque.

Podía verlos.

Cinco por el frente y cuatro por la espalda. Arremetieron contra mis piernas. Di un salto en el aire patentado a uno y golpeando a otro. El choque de espadas era el sonido que invadía el lugar.

Dió otro salto e intenté darle una patada en el rostro al que más problemas me estaba causando. No lo logré y en su lugar me tomo de la pierna y me azoto contra el suelo. Aprovecharon la oportunidad para intentar inmovilizarme, antes de que pudieran hacerlo me apoye en mis manos y me impulse hacia arriba, el que si tenía mi pierna no me permitió, volvió a golpearme contra el piso y doblo mi rodilla de una forma que no era natural.

Contuve un grito de dolor.

Intenté dar pelea usando mis manos pero estaba boca abajo.

Lograron mantenerme abajo sosteniendo mís brazos y poniendo precion en mi pierna herida.

Uno de ello me quito la mascarilla y se quedaron quietos, esperando.

Mientras que yo, maldiciendo mi debilidad, perdía poco a poco la consciencia.

Un fuerte golpe en mi estómago me despertó, estaba en la sala principal donde estaba el ostentoso trono de mi abuelo ocupado por mi madre. Me miraba con diversión mientas que dos de sus hombres me mantenían de rodillas frente a ella.

No estaba sorprendido.

– Madre.

– Damián – Sus dedos acariciaron la empuñadura de mi espada, se burlaba de mí – Oh hijo mío, no sabes lo feliz que estoy de verte.

– ¿De verdad? – Le dije aplicando presión en mis brazos aprisionados – Permíteme dudarlo.

– ¿Es que una madre no puede estar feliz al ver a su único hijo?

No una como tu.

Se levantó y camino hacia mi, aún con mi espada en sus manos. Estiro su mano y me tomo del mentón inspeccionando mi rostro y obligándose a verla a la vez.

– Admito que estoy desepcionada – levantó la otra mano para indicar que me soltaran sin soltar mi rostro. Aún estando libre no me moví, seguí de rodillas mirándola fijamente – Nueve hombres fueron suficientes para someterte – Su tono de voz se volvió severo, casi enfadado – ¿Que se supone que has estado haciendo estos últimos años? Eres patético.

Pequeño Demonio ★Donde viven las historias. Descúbrelo ahora