XVI - Amado Mío

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Puede creerse que soy un mente perdida, como muchas otras que ha enfrentado el murciélago.

Puede creerse, que disfruto de esta situación. De ver a mi hijo sufrir en silencio mientras su mente es un caos de confusión y miedo, algo que nunca admitirá. No sería mi hijo de no ser así.

Puede creerse que soy una mala madre, y no lo negare, la hipocresía nunca será uno de mis múltiples defectos.

Y si bien no lo soy y nunca me moleste en serlo, soy madre, una parte de mi por más pequeña que sea pese a no haber parido, ni saber lo que se siente el llevar a un bebé creciendo en mi vientre, esa pequeña parte siempre lo amara.

¿Alguna vez desee ser la madre que todo niño se merece? Por mar increíble que suene, todo el tiempo.

Pero solo fue un sueño estúpido como muchos otros.

Mi padre nunca me permitió soñar, aprendí a matar esos sueños, así él nunca podría lastimarme.

¿Una prueba de ello?

Tan pronto supimos que estaba embarazada arranco a esa pequeña y hermosa semilla de mi cuerpo, la convirtió y la moldeo a su antojo mientras yo solo podía observar. Nunca le demostré el dolor que sentí al ver a mi hijo crecer atraves de un cristal, lejos de mi calor. No sería su hija de haberlo hecho.

Destroce esos sentimientos junto con mis instintos de madre. De esa forma vivir cada día sin tenerlo entre mis brazos se volvió más fácil, hasta volverme indiferente.

Pero mi imaginación suele jugar en mi contra, me muestra imágenes tan dolorosas que cuesta ignorarlas.

Además del remordimiento, que es el que me impulsa a dar cada paso hacia adelante. Con la mirada muerta y la mano sobre el mango de mi espada.

Damián solía ser igual, antes de que sus ojos comenzarán a brillar.

Me enamore de ese brillo.

¿Eso significa ser madre?

– Comienza a hablar.

Escuché esa intimidante y furiosa voz que tanto amaba surgir desde las sombras.

Ambos mirándonos frente a frente en la sima de la torre de industrias Wayne.

Ninguno estaba de humor para juegos tontos.

– A su tiempo – Dirigí mi vista a la ciudad, a sus luces. Tan ajenas a todo. Tan fáciles de apagar.

– Yo no tengo tu tiempo – Camino asía mi, nunca lo había visto tan errático.

– Lo tendrás si quieres saber dónde está nuestro hijo.

Contrario a lo que yo esperaba, no se detuvo, en cambio me tomo del cuello dispuesto a estrangularme.

– ¿Que hicieron con él?

– Me descepcionas querido ¿Dónde quedó tu control?

– Estoy cansado de esto Talía ¿Por qué tuviste que volver? Damián estaba bien, todos estábamos bien.

Verlo tan vulnerable, tan dolido frente a mi, sin rastro alguno de la mente brillante y calculadora. Era repugnante.

Doble mis rodillas y lo golpee fuerte con ambas piernas en el pecho, él me soltó y yo tome distancia con el salto. Antes de que pudiera llegar a mi y comenzará una pelea que claramente perdería, desenfunde la pistola que llevaba bajo mi falda y le apunte con ella.

– Y yo estoy cansada de verte asustado y lamentandote, enfría la cabeza y escuchame.

Ambos guardamos silencio.

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