Capítulo 35

228 14 2
                                    

2 años después...

Puedo asegurar que soy una sobreviviente de la vida que me tocó, y aunque todavía sigo sintiendo el peso del dolor y el ardor de las heridas, estoy sanando. Julen es una de las razones, se lo repito cada mañana que viene a tocar la puerta de mi departamento para darme el té caliente que me prepara en un vaso térmico.

Me mudé al departamento de Ross y debo decir que la decisión de hacerlo contribuyó en mi sanación. Sus discos, su cama y aquel sillón en donde aún yacen los recuerdos de las noches que pasamos juntos me permiten seguir avanzando, por más contradictorio que suene. Ross ya no es una herida que duela, es un recuerdo que palpita en mi memoria y que he decidido mantener por mi bien. Ross me seguía haciendo bien, escuchar la música que guardaba en sus estanterías por las noches me hace bien, dormir en su cama con la vista de la ciudad a un costado me hace bien, cocinar en su cocina y recordar el día que compartimos una porción de papas fritas y nos besamos en aquel lugar me hace bien. Por eso me di cuenta de que la ausencia de Ross no me hundió, me ayudó a alzarme. Y es que, en realidad, Ross no está desaparecido, y no lo afirmo por el hecho de que esté viviendo entre sus cosas, sino porque en la última fecha de cada mes recibo un sobre firmado por él en la puerta del departamento, su departamento, dentro guarda un mapa del lugar que ha visitado y una foto polaroid en donde aparece de espalda frente a un lugar icónico de aquella ciudad.

Son estos sobres, carentes de palabras, los que me mantienen viviendo en aquel departamento. Llegué a pelear con Julen por ellos, quien insistía en que dejásemos la casa para irnos a vivir juntos a alguna otra localidad que esté lejos de aquel barrio que conservaba algunas memorias mías.

-Entiendo que sigas queriéndolo, pero esto no te permitirá superarlo de una vez-insistía Julen.

-¿Quién dijo que quería superarlo? -lo miré, frustrada.

-Es parte de tu pasado. Vendiste la casa de tu mamá para alejarte del barrio, pero sigues dentro de él.

-No me iré-dije con decisión-, creo que quien debería hacerlo sos vos.

-¿Me estás echando? -preguntó, ofendido.

-Sí, sé que no te sentís cómodo estando entre las cosas de Ross. Yo me siento muy bien, y para que esto no se termine-nos señalé-, creo que lo mejor sería vivir separados.

-Podríamos vivir bien si no estuviéramos aquí.

-Vos vivirías bien, yo quiero quedarme.

Estuvimos dos días sin hablarnos, y fue Julen quien golpeó a mi puerta con un vaso de café humeante en una mano y uno de té en la otra. Nos perdonamos y reiniciamos nuestra relación, dando por sentado que no volveríamos a hablar de Ross entre nosotros.

Mientras tanto, Katia había conseguido, luego de haberme insistido por meses, pagarme el alquiler del departamento con la excusa de que "allí dentro había pertenencias de su nieto que yo podría quitar si quisiera, aunque no lo haya hecho".

-Ross volverá, éste es su hogar-me decía Katia cada domingo que iba a visitarla a su casa.
Me había contado que a ella le llegaban cajas con un imán para la puerta de su heladera, todos de diferentes formas, de diferentes colores y de diferentes países.

-Creo que es su forma de decir: "estoy aquí" -opinó Katia, sin dudas-, pero claro, de una manera más original.

Aceptaba que fuese así porque no me resultaba doloroso reconocer que estaba tan lejos, simplemente me ansiaba recibir aquel sobre que me permitía saber cuál era su paradero y dónde se había detenido por mí para sacar una fotografía. Por lo tanto, seguía con la creencia de que algún día me llegaría un sobre con una foto de Ross frente a la cámara, así poder ver una vez más sus ojos oscuros, sus labios finos, su cabello negro y su cuerpo delgado. Lo extrañaba, y probablemente era eso lo que me impedía interesarme por alguien más. Había tenido dos citas fallidas y una conquista que acabó por completo después de que me haya dicho "te amo" y yo no le haya podido corresponder el mismo sentimiento. Y no, no fue él quien terminó con la relación, es más, me aseguró que no me presionaría a que le dijese o sintiese lo mismo; no obstante, yo tuve que ponerle un punto final a aquella relación idílica sabiendo que nunca podría amarlo si jamás dejaba de amar a Ross.

A dos caras | COMPLETAWhere stories live. Discover now