Capítulo 26

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A veces el deseo puede superar tus intenciones más razonables. Mis intenciones se habían transformado en lujuriosas.

El camino de prendas de ropas que se había formado desde la cocina hasta la habitación delataba que la situación nos había superado a ambos, y con situación me refiero al beso que Ross inició en la cocina. Separarnos para mirarnos a los ojos fue lo que prendió la chispa que inició con la necesidad de desnudarnos e ir más allá de un simple beso o una simple caricia.

Esta vez había sido un poco más sencillo, y es que la confianza que tenía sobre Ross era más intensa que la última vez que lo hicimos, probablemente porque ya no era tan novata como la primera vez y ya no sentía la inseguridad de mostrarme desnuda frente a él.

—Sos preciosa—susurraba mientras me tocaba los costados de mis glúteos con sus manos y me besaba por encima de la pelvis.

No era la chica más linda, ni la más sexy, ni la más nada, pero sí era la chica de quien gustaba Ross y él era el chico que me gustaba a mí.

Que me fascinaba.

Mis manos estaban sudando, ya que Ross me las tenía sujetadas a ambos lados de la cabeza, evitándome tocarlo. Necesitaba tocarlo, pero la realidad es que me resultaba más estimulante tener su cuerpo acalorado tan cerca de mí y a la vez tan lejos.

Sentía sus labios rozándome la mandíbula hasta que finalmente terminaron sobre los míos. Lo miré a los ojos y fui expectante del brillo que se había apoderado de los suyos. Los cerré, porque su aliento estaba acariciando mi boca y porque mi cuerpo estaba siendo sacudido por una electricidad que empezaba a provocarme euforia. No estaba segura de lo que era, pero estaba empezando a darse un lugar entre las cosas que me fascinaban. Era una oleada de sensaciones diferentes a las que había estado teniendo desde que Ross entró en mí. Me sentía plena, suspendida en lo alto de aquella cama, o probablemente en lo alto de lo irreconocible. Había cerrado los ojos porque de esa manera conseguía disfrutar de la exquisita sensación fogosa que había estallado dentro de mí. Cerré los ojos y eché levemente la cabeza hacia atrás, permitiendo que Ross me deposite un beso por debajo de la mandíbula. Cerré los ojos y, con los labios entre abiertos, exhalé la mayor cantidad de aire que pude, hasta que Ross volvió a impulsarse hacia adentro, llevándome a gemir débilmente, al mismo tiempo que volvía a abrir los ojos.

Se veía precioso, con su cabello oscuro cayendo sobre su frente y aquellos ojos negros iluminados por el placer.

Podría mentirles y decir que me desperté por el olor a café que se apoderó del departamento de Ross durante la mañana, pero la verdad es que el olor a café fue causado por que lo sucedió antes: Ross tiró una taza de café al suelo y el estruendo de la cerámica contra el piso consiguió que mi sueño se interrumpiera por completo.

—¡Por Dios! —grité al mismo tiempo que me sentaba rápidamente sobre el colchón.

La cara de Ross era igual a la de un niño cuando rompe una reliquia de casa ajena, y es por ello que no conseguí tragarme la risa que me trepó a los pocos segundos por la garganta.

—Quiero ser romántico una vez en mi vida y no lo consigo—protestó mientras se giraba sobre su lugar para regresar a la cocina.

—Al menos ahora estamos a mano—dije con una sonrisa, saliendo de la cama y acercándome al enchastre de café.

Quiso traerte el desayuno a la cama, agradece el gesto, es un avance, me sugirió mi voz moralista.

—Desayunaremos en el sillón—me anunció, apareciendo en la abertura de la habitación con un trapo de piso y un balde de agua.

A dos caras | COMPLETAWhere stories live. Discover now