Capítulo XXXIV: "Hazel Desire"

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Luego de estar unos diez o quince minutos consolando a Antoniette, esta cayó en un profundo sueño a mi lado, apoyada en mi regazo.

Su relación con James había crecido y se había fortificado un  lapsus tan corto que entendía completamente que la abrupta separación a la que habían sido sometidos, le afectara tanto.

Su relación con James llegó como las mejores historias de amor, sin esperarla, de repente, sin aviso, luego de que terminará su relación con Jake, James llegó de repente y la llenó de alegría, esa que tanto necesitaba, esa energía y vitalidad que necesitaba para seguir en pie, para no rendirse.

Como Austin a mi vida, me mantuvo firme en mis decisiones, me ayudó a no caer en ningún momento, a mantener mi postura y a seguir creyendo en mi y en mis capacidades, cuando el mundo me hacía caer cada día un poco más bajo.

Aún así, después de todo lo que Austin ha hecho y hace por mí, siento que a esta relación le hace falta ese toque de magia, ese no se qué, ese algo nuevo cada día, que cada día sea una aventura, con cosas nuevas por descubrir y aprender, esa ansia por ver qué nuevo habrá hoy. Es cierto que la distancia hace mucho más difícil el día a día y que los días que estuvo conmigo fueron una real aventura, pero no sentí ese no se qué, la verdad es que las cosas sólo se dieron, sin aviso, como que llegaron y, pum! Se asumió, se vivió el momento y eso fue todo, allí empezó y terminó, sin más.

De repente me di cuenta de las estupideces que estaba pensando, ¿que rayos? Austin me ama, yo a él, me ha ayudado en todo y más, siempre ha estado conmigo en las buenas y en las malas, si eso no es amor, ¿Qué es?

No negaré que yo también derramé algunas lágrimas, era doloroso el dejar a Austin, pero se supone todo cambio es para mejor.

Durante el trayecto me dediqué a observar por la ventanilla de la limusina.

Dejé reposar la cabeza de Antoniette sobre el asiento y como pude subí sus piernas al resto del asiento, para que pudiese descansar. Por mi parte me desplace al otro lado de la parte trasera, baje la ventanilla por completo y saqué mi mano por ésta, haciendo que la brisa chocara contra mi brazo y cara, me sentía igual a un perro cuando saca la cabeza por la ventanilla, absurdo y risible, pero cierto. A pesar de lo estúpido de la situación, decidí disfrutarlo y durante todo el trayecto me mantuve así, disfrutando de esa tibia brisa que auguraba un excelente comienzo, lleno de satisfacciones y cargado de buenas vibras.

Las ventanas me causaban una extraña sensación. Podía mirar un paisaje totalmente familiar por la ventana pero el hecho de observarlo por una ventana me causaba una inmensa tranquilidad y me brindaba ese momento para reflexionar que tanto se necesita en cualquier circunstancia de la vida, y, que ahora, me era bastante necesario.

Los cambios que se habían sucedido en mi vida eran enormes y habían ocurrido en un corto período de tiempo. Era un tanto abrumador el pensar como pudo cambiar mi vida en menos de un mes.

De pasar mis días conversando con mis amigas en la escuela, había pasado a ensayar diariamente en una academia con nuevas personas que se ganaron mi cariño y confianza en muy poco tiempo y ahora ya estaba en camino a mi nuevo trabajo, con uno de los más importantes artistas de la industria.

El paisaje que se desplegaba frente a mis ojos era el de una metrópoli llena de edificios, pero en algún momento al entrar a una carretera el paisaje cambió por la hermosa vista del océano bañando las costas de Los Ángeles a media mañana.

Durante el trayecto y sumida en mis pensamientos, caí en un pequeño sueño que me hizo despertar en el momento en que una reja negra de unos tres metros por lo menos se abría, dando paso a un camino pavimentado. Tras nosotros la reja se cerró y la limusina comenzó a avanzar por el pavimento. Luego de un largo andar, esta se detuvo frente a otra reja negra, de similares características de la anterior, pero esta vez el camino al que daba paso era uno de gravilla, otra vez la limusina anduvo un trayecto y se detuvo, esto ya se me hacía raro, otra reja, como las anteriores, esta, al igual que las otras, se abrió y comenzamos a avanzar por un camino perfectamente fabricado con piedras de colores, que dibujaban patrones en el camino. Esta vez el trayecto fue corto. El chofer apagó el motor y bajó, yo removí a Antoniette para que despertara y, ésta medio adormilada y restregando sus ojos, se irguió en el asiento.

Derecho a Tocar [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora