Diecisiete

2.5K 139 243
                                    

Navidad es una época hermosa. Saca el lado más humano de las personas, la sociedad reboza de amor y alegría, se desea la paz a los peores enemigos; ha llegado a ser motivo de que se pausen los peores eventos de la historia humana, ¿quién no recuerda esa anécdota donde los soldados, desde las trincheras, entonaron bellos villancicos? Esa fría noche intercambiaron obsequios, se abrazaron y se desearon lo mejor, a pesar de sólo ser peones en un juego de poderes donde sus vidas eran lo menos importante. Pasaron de ser armas vivientes a seres humanos. Todo por unos villancicos. Aun así, para algunos esta época no es más que una excusa para enriquecer a las grandes empresas, haciendo que sus bolsillos se llenen de billetes y monedas doradas mientras los ejecutivos que las dirigen se sientan en sus tronos de oro sólido viendo llover una gran cantidad de billetes, dejando salir una risa que delata el mal estado de sus pulmones por fumar tantos cigarrillos cuando en las calles hay millones de personas que no tienen ni un techo sobre sus cabezas, que su única protección contra las bajas temperaturas eran páginas de periódicos viejos, pero, aún con todo esto, ves sonrisas en sus rostros. Hay diferentes tipos de riquezas, todo depende del punto vista de donde veas estas festividades. Puede ser una festividad capitalista, romántica, religiosa, humana... todos tienen algo en común, felicidad.

La felicidad puede expresarse de diferentes maneras; en este caso, se mostraba como una sonrisa en su rostro que era producto de lo ocurrido la noche anterior, acompañado de una terrible jaqueca por todo el licor que había ingerido. Su suave cabellera castaña estaba revuelta y sentía que todo el cuerpo le dolía, sin pasar por alto el hecho de que no estaba en su habitación, lo supo por el cobertor azul marino que cubría su torso desnudo. Se masajeó el entrecejo, quejándose del dolor. En la mesa de noche había una bebida hidratante.

—Qué conveniente —dijo tomando la pequeña botella, terminándose la bebida sabor limón luego de unos tragos.

Se recostó nuevamente sobre la cama, dejando que la suavidad de las sábanas acariciara su piel; el perfume que desprendían las almohadas era uno que reconocía y que le hizo sonreír aún más al momento de abrazarla, permitiendo que ese aroma tan varonil lo embriagara.

—James —se sobresaltó al escuchar que la puerta se abría. Tenía las mejillas coloradas al reincorporarse, ocultando su torso con el cobertor de aquel hombre de cabellera azabache que lo veía desde el umbral—, buenos días.

—Buenos días —fue la timidez en su voz la que lo delató.

—¿Cómo te sientes? ¿Te duele algo? —su cercanía hizo que el corazón le latiera, maldiciéndolo por hacer que se sintiera como un adolescente. Tocó su frente con el dorso de su mano para verificar su temperatura corporal, que era secretamente una excusa para ver cómo sus hermosos ojos esmeralda reflejaban los rayos del sol matutino que se colaban en la habitación.

Le entregó un par de jeans y una playera negra que el castaño había empacado para después dejarlo solo en la habitación luego de decirle que el desayuno no tardaría en estar listo. James se quedó viendo hacia la puerta, ocultando su rostro en la almohada en un vago intento por no delatar la gran sonrisa que adornaba su rostro de mejillas sonrojadas.

Luego de arreglarse y de secar apropiadamente su cabellera, James se dirigió hacia la cocina, donde los hermanos Orsen terminaban de preparar el desayuno; Baaya ponía la mesa y George terminaba de limpiar la terraza con ayuda de Miharu y Alexander, mientras los más pequeños jugaban con Louie. El castaño se acercó a la mujer de cabellera platinada y anteojos de media luna para ayudarla a terminar de acomodar el resto de los cubiertos y vasos; Allison terminaba de preparar el jugo de naranja cuando comenzó a percatarse de las pequeñas miradas que su hermano y James se dirigían de vez en cuando. Una sonrisa ladina apareció en la morena que comenzaba a sacar conjeturas relacionadas a las dos ocasiones en que ambos desaparecieron de la fiesta. Baaya también lo notó, pero optó por no intervenir.

el chico de ojos verdesWhere stories live. Discover now