Dos

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"No hagas algo estúpido..." se repetía en el transcurso de la mañana. Era su último día en tierras niponas y se dirigían a una última visita a las oficinas de Nikken Sekkei para despedirse y agradecer apropiadamente a los directivos de la empresa por sus buenos tratos. Blake insistió en no querer dejar el auto, pero Vanessa no paraba de recordarle que debía comportarse como el presidente de Orinson y no como un adolescente que evita encontrarse con su exnovio tras hacer algo estúpido, cosa que tal vez no estaba tan alejada a la realidad.

Cruzaron las puertas de cristal, saludando cortesmente a la recepcionista quien les indicó que el señor Tadao podría recibirlos en el momento. Subieron al ascensor y Blake comenzó a relajarse.

Harás las cosas bien. Demuéstrale que has cambiado —se repetía en el trayecto.

Las puertas de abrieron, aquel piso permitía una excelente vista panorámica de la ciudad de Tokio; cientos de edificaciones de diferentes tamaños, el cielo matutino cubriéndolos con suaves tonos azulados resaltando los vibrantes colores de la Torre de Tokio y algunos otros edificios de gran altura.

—Ahí están mis nuevos socios —saludó Tadao enérgicamente—. ¿Cómo están? ¿Desean algo de desayunar?

—Agradecemos la invitación, señor Tadao —habló Blake, tomando su postura ejecutiva—, pero hemos venido a despedirnos, a agradecerle también por la excelente atención y por permitirnos una buena relación que beneficiará a ambas empresas.

Los tres chicos dirigieron una sonrisa cálida al nipón, quien imitó el gesto e hizo una ligera reverencia.

—El placer ha sido nuestro, por favor, regresen pronto. Los recibiremos con los brazos abiertos —dijo de manera educada—. Nos mantendremos en contacto para seguir con los detalles previos a la construcción.

—Me parece excelente —respondió Blake—. Cualquier cosa que necesite, háganoslo saber.

—Muchas gracias —Tadao desvió la mirada hacia una de las oficinas de cristal aledañas—. Antes de retirarse, ¿podría acompañarme un segundo, señor Orsen?  —asintió— Señores Robinson, siéntanse libres de pedir lo que gusten, no demoraremos.

Los hermanos agradecieron y tomaron palabra a lo dicho por el presidente, en poco tiempo ya disfrutaban de un té verde calientito que les sentó de maravilla. Tadao caminaba un par de pasos por delante de Blake, llegando a la dichosa oficina con paredes de cristal. Una cabellera castaña levantó la vista de su computadora, saludando a los hombres.

—Señor Orsen, como recordará, James Auclair se hará cargo del proyecto —habló con voz tranquila.

—Lo recuerdo —respondió de igual manera.

—Esta mañana a primera hora presentó los primeros bocetos para el diseño del edificio y se le veía un tanto intranquilo sobre si sería del agrado de ustedes—James tomó su libreta de dibujo y hojeó hasta llegar a la página mencionada, extendiéndosela al de cabellos oscuros.

Los trazos eran delicados pero definidos y sólidos, los colores hacían resaltar los pequeños detalles arquitectónicos. De cierta manera, al ver el grafito sobre el papel acompañado de tinta, viejas memorias llegaron a la mente del azabache pero no era el momento para eso.

—¿Qué le parece? —preguntó James, con un tono que rayaba en lo seco.

Zafiros se encontraron con el serio par de esmeraldas que tenían enfrente.

—Está bien, aunque se está limitando a un diseño básico por no decir casi estereotipado sobre la arquitectura urbana de Estados Unidos, subestimando su creatividad y nuestra imagen. Somos una empresa que apoya los sueños y objetivos de las personas, que financia proyectos en el campo de la ciencia, tecnología, artes y para las futuras generaciones, poseemos también gran parte de la industria automotriz norteamericana. Basando siempre nuestras acciones bajo la sencilla frase "Limits Doesn't Exist"—terminó con una sonrisa un tanto retadora hacia el castaño.

el chico de ojos verdesWhere stories live. Discover now