Cuatro

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—¡Miharu! —llamó desde el comedor— ¡El desayuno está listo!

Pequeños pasos se escucharon en la escalera. Su uniforme estaba impecable y el bonito lazo rojo resaltaba de su sedoso cabello castaño.

—Buenos días —dijo con una gran sonrisa al sentarse en la cómoda silla. Sus ojitos verdes brillaron al ver lo deliciosa que lucía la comida que estaba sobre el plato de porcelana—. Ah~ luce increíble, sería una pena comerlo.

—Lo importante es lo bien que sabe, Manzanita —Louie dió un sorbo a su té para seguir comiendo lo que quedaba de su omelette.

—いただきました〜 (Comamos~) —Miharu juntó su manitas y comenzó a comer. Una sonrisa se le formó mientras se terminaba el primer bocado— Las mamás de la clase tienen muchos motivos para envidiar la comida de papá.

—La comida que ellas preparan también es rica —James tomó asiento junto a su hija, poniéndole dos cubos de azúcar a su café.

—A veces las escucho decir que quieren pedirte matrimonio por lo bien que cocinas —dijo con inocencia.

James casi se ahoga con la bebida y Louie sólo soltó una risita un tanto estrepitosa, mirando divertido a su amigo.

—No pierden el tiempo, eh —dijo entre risas. James fulminó con la mirada al mayor.

—Sigue comiendo, linda —Miharu asintió y dió otro bocado al omelette.

Desde que tuvo la conversación con Louie el día anterior sobre volver a enamorarse, James se había sentido un tanto incómodo cada que tocaban el tema. Muy en el fondo él sabía que no podría estar toda la vida sin sentir un amor diferente hacia alguien que no fuese su familia o su amigos; pero su pensamiento lógico le decía que ahora no era tiempo para andarse con ese tipo de juegos, tenía que darle una buena vida a su hija para que pudiera tener buenas oportunidades en su vida.

Se enamoraría después de ver a Miharu graduarse de la Universidad de Tokio.

—¿Dónde está Baaya, papi?

—Salió temprano; una de sus galerías favoritas organizó una subasta de algunas de sus obras y está decidida a llevarse la mayoría —suspiró, dió un último sorbo a su café y miró el reloj, sobresaltándose al ver la hora—. ¡Se está haciendo tarde!

—Hey, Jay, tranquilo —habló Louie—. Yo puedo llevarla a la escuela—James arqueó las cejas y le miró con cierta desconfianza. Louie rodó los ojos—. No voy a perderme. El auto tiene GPS y Miharu puede guiarme.

—Así no llegarás tarde al trabajo —dijo Miharu con una sonrisita.

James los vió con preocupación pues ambos solían ser un dúo algo desastroso cuando planeaban algo a sus espaldas; después de unos segundos suspiró con pesar y accedió.

—No conduzcas rápido y no rompas ninguna ley de tránsito, por favor —le extendió las llaves de la camioneta plateada, Louie las tomó y sonrió al menor.

—Tranquilo, no soy tan irresponsable como parezco. Dirijo una empresa multimillonaria, James, ¿crees que me perderé camino a la escuela? —James le miró con seriedad— Manzanita, lávate los dientes y nos vemos en el auto.

Miharu asintió efusivamente, terminó su comida y tomó un poco del jugo de naranja para después subir al baño y hacer lo pedido por su tío.

—¿Quieres relajarte un poco? Has estado tenso desde ayer —Louie se cruzó de brazos y miró serio al menor, James desvió la mirada de los ojos color miel de su mejor amigo—. No quiero que te tomes a mal lo que te dije, pero sí quiero que recapacites todo lo que está sucediendo. Tu hija quiere verte feliz. Si no vas a hacerlo por nosotros o por ti, hazlo por ella entonces.

el chico de ojos verdesWhere stories live. Discover now