Cinco

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Viernes, un hermoso día. El cielo estaba coloreándose de un azul precioso y las nubes parecían de algodón. La temperatura era agradable y los árboles de cerezos pronto florecerían pintando las calles y jardines de bellos tonos rosados. La primavera estaba llegando a Japón; y en un día como este, hace nueve años, Auclair Miharu vino al mundo. Su cabello era castaño y sedoso, tenía unos lindos ojos color verde oscuro pero que brillaban cada que la niña sonreía y sus pálidas mejillas se teñían de un adorable tono rojizo. Todos decían que tenían un gran parecido con su padre, James, pero él no podía evitar el recordar a Yukari al ver a su hija aunque fuesen mínimas las similitudes.

Las cortinas colaban los cálidos rayos de sol que acariciaban la carita de Miharu; sus pestañas eran oscuras y ligeramente curveadas. Yuki dormía junto a ella y de vez en cuando ronroneaba.

—¿Lista? —susurró al entrar a la habitación; Baaya asintió y James sonrió.

嬉しいな今日は〜
(Hoy estoy feliz~)
楽しいな今日は〜
(Es divertido hoy~)
誕生日おめでとう〜
(Feliz cumpleaños~)
お歌を痛いましょう〜
(Cantemos una canción~)

Cantaron suavemente al unísono despertando con cuidado a la pequeña, cuya sonrisa fue lo primero que dejó ver.

—誕生日おめでとう (Feliz cumpleaños) —dijeron al unísono el castaño y la adorable mujer sonriéndole cálidamente a la niña.

—お父さん、婆や、ありがとうございます!(Papá, Baaya, ¡Gracias!) —rodeó con sus bracitos los cuerpos de aquellas personas que tanto amaba, su corazoncito latía de felicidad y sus mejillas estaban teñidas de bonito tono rosado.

—Prepárate para la escuela, princesa —dijo James con una sonrisa.

—Habrá un desayuno especial esperando por ti cuando estés lista —Miharu asintió y rápidamente salió de la cama para darse un baño.

El castaño y la mujer se dirigieron a la cocina a preparar el desayuno; la habitación se llenó de un aroma dulce, las frutas frescas le daban un toque de color a la mesa y el jarabe de maple, con su brillo dorado, decoraba la pequeña torre de panqueques. Leche de fresa servida en tres delicados vasos de cristal y el florero de jasmines al centro de todo. Baaya tenía grandes habilidades culinarias por lo que sus panqueques suavecitos y esponjosos eran los favoritos de Miharu.

—¿Tomarás café? —preguntó con amabilidad mientras abría las puertas de la alacena, James asintió.

Sacó dos tazas y calentó un poco de agua mientras Baaya sacaba el café y el azúcar dejándolos en la isla de la cocina. James sirvió el agua una vez estaba lo suficientemente caliente diluyendo un par de cucharadas de café y un poco de azúcar.

—¿Crema? —preguntó a la mujer.

—Lo tomaré así, cariño, gracias —tomó la taza con cuidado de no quemarse, soplando ligeramente antes de dar un pequeño sorbo—. ¿Está todo listo para esta tarde?

—Sí, Louie me hizo el favor de ir a comprar las ultimas decoraciones y algo de comida —su mirada esmeralda se tornó nostálgica dejando al descubierto una débil sonrisa.

—No me digas que estás poniéndote sentimental, James —dijo Baaya con una risita.

—No necesito decirlo, ya lo hiciste tú —dió un sorbo a la bebida sintiendo su delicioso aroma y calor—. Ya tiene nueve años, Baaya.

el chico de ojos verdesWhere stories live. Discover now