Conspiración

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La solemne fortaleza quedó silenciada por la imponente oscuridad de la noche. Los soldados que estaban de guardia apreciaron, como era costumbre, la tenue luz de las velas encendidas a través de la ventana del despacho del general.

Perfecto. 

Gerald Fantin asintió decidido, se ciñó el sable en el cinto y abandonó sus estancias. Se aseguró que no hubiese nadie en el pasillo que pudiera avistarle, ni que, al cerrarse la puerta, las velas se apagaran. 

Para el resto de la Bastilla, él seguía trabajando en su despacho. 

Caminó rápido, silencioso y discreto. Vestía con ropas oscuras, a fin de que no lo reconocieran desde la distancia. Sus cabellos negros disimularon su pálido rostro, agachado y ausente. 

Bajó a las celdas por la empinada escalera de caracol. Después de cerrar con cuidado la puerta, recorrió el pasillo de las mazmorras murmurando, cada vez más insistente:

- ¡Jackes! ¡Jackes!- Nadie respondió. Alzó un poco más la voz:- ¡Jackes!

De pronto, el rostro extrañado de su viejo amigo se asomó tras una esquina.

- ¿Gerald? ¿Qué ocurre?

- Shh.- Se acercó a él para hablarle en voz baja:- Necesito que me ayudes en algo, Jackes. Solo puedo confiar en ti.

- ¿Qué pretendes?- le preguntó Jackes, suspicaz.

- Lo que debí haber hecho hace tiempo. No he estado más seguro de esta decisión que hoy. Pero necesito tu ayuda, así que tendrás que elegir. Yo ya lo he hecho. 

- ¿Te has vuelto loco? Gerald, ¿has pensado las consecuencias de tus actos? Si dejas que los rebeldes tomen la fortaleza...

- Saujette será juzgado y condenado a muerte por el nuevo gobierno republicano. O mejor, asesinado durante el enfrentamiento con los rebeldes en la Bastilla. Es lo correcto, Jackes.

El viejo militar se tomó un instante para digerir las palabras de Gerald. Nadie se merecía sufrir bajo mas garras tóxicas de Saujette, y menos su amigo. Y la posibilidad de que siguiera atormentando a más personas le repugnaba tanto como a Gerald. 

Sin embargo, estaba inseguro. La Bastilla era el símbolo monárquico en París, su fuente de autoridad y poder. Si caía en manos rebeldes, todo su esfuerzo en los últimos meses se perdería para siempre.

Francia sería republicana. Fallarían al Rey. 

Pero esa mismísima monarquía enriquecía y favorecía a hombres crueles como Saujette. Tal vez la República fuera una oportunidad de volver a comenzar. 

Tal vez aún hubiera esperanza.

- Maldita sea, nos tacharán de traidores. Nos fusilarán por esto, Gerald. 

- No hay nada que temer si triunfamos. Créeme: hubiera preferido hacer esto yo solo, pero no puedo lograr lo que me propongo por mi cuenta. 

Tras un instante de vacilación, Jackes suspiró pesadamente y asintió:

- Sí, Gerald. Te ayudaré. Yo también detesto a Saujette, y no me da la gana obedecer sus órdenes.- Comenzó a caminar junto a Gerald.- ¿Qué tienes en mente?

Gerald sonrió por lo bajo.

- Sígueme.- abrió la puerta de las celdas.- Procura no hacer ruido, y coge una chaqueta: donde vamos hace bastante frío.




La Llamada de la Esfinge [GANADORA de los WATTYS2019]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora