—¿Cuántos votos tiene? —le pregunto, al borde de la desesperación al no encontrar el aparato. Simon vuelve a reír y se recuesta plácidamente sobre su silla.

—Tres —contesta, lo miro con desaprobación desde mi posición. Recuerdo que es muy probable que mi teléfono esté en mi mochila y voy hasta ella para, acto seguido, vaciar todo lo que llevo dentro— esto es ridículo, Roger. ¿Un hombre atento?

—¿Qué? ¿De qué hablas?

—La cuarta opción.

—¿Qué? No... —me pongo de pie para ir hacia su lugar de trabajo, en ese momento él se desliza hacia un lado para dejarme la visión completa de la máquina. Efectivamente, hay una cuarta opción ahí, pero no recuerdo haberla puesto.

—Yo solo dejé tres opciones —le digo, al mismo tiempo que miro que también me cambiaron los otros puntos— un hombre apuesto, un hombre adinerado o un hombre que sabe lo que hace.

—Pues, ganó la que dice un hombre atento. —Se vuelve a reír y yo estoy a punto de la histeria— Existe una opción que no permite modificar las encuestas, Roger.

—Esto es ridículo.

—Lo es, pero es lo que pasa cuando solo tienes a tu madre y tías en Facebook.

—Eso no es verdad, no solo tengo a mi madre y tías, Simon. Tengo algunas excompañeras de la universidad y unas cuantas amistades femeninas.

—¿Quieres que lo haga yo? —pregunta sin vacilación, llevando sus manos al teclado— ¿Qué haga la misma encuesta en mi perfil?

—Eso es una tontería y además tiene tres votos para la opción de un hombre atento, significa que sí, las mujeres sí prefieren los hombres atentos.

—Las mujeres no saben lo que les gusta, Roger —habla mi amigo, al mismo tiempo que toma su taza de café y le da un sorbo— eso es algo biológico e inconsciente, pueden decirte que aman un tipo atento, que les envíen flores y chocolates, pero después cuando te conviertes en ese hombre que ellas quieren, te mandan al carajo y resulta que solo te quieren como amigo. ¿O no es así?

—¿Ya te ha pasado?

—No, la verdad que no.

—Entonces cállate.

Escucho mi celular sonar y en ese momento me percato que está sobre mi escritorio, enredado entre unos audífonos y una envoltura de dulce. Usualmente no soy así de desordenado, pero hoy apenas me había dado tiempo de vestirme y venir a trabajar después de pelear con los encargados de la mudanza al verlos sacar mi sillón del apartamento, un sillón que sí era mío, no de Sara, pero tal parece que ella se había adueñado de mi mueble.

—¿Sabes Roger? —Escucho a Simon, mientras estoy viendo los mensajes en mi teléfono y observo uno de mi madre preguntándome por la encuesta de Facebook, ella ya no llama, ahora todo asunto es por WhatsApp desde que aprendió a usar la dichosa aplicación— a una mujer nunca se le pregunta el tipo de hombre que les gusta. Ese es el primer error que puedes cometer.

Ruedo los ojos, guardo mi teléfono celular y en ese momento la jefa dragón entra a la sala, con su blazer de leopardo y sus lentes enormes, o así se ven por lo delgado y pequeño que es su rostro. De inmediato me ubico frente a mi ordenador fingiendo teclear tomando unos papeles que estaban sobre el escritorio. El traqueteo de sus zapatos de quince centímetros se detiene frente a ambos y por instinto levantamos la mirada al mismo tiempo.

—Simon —le escucho decir, no me llamó a mí y puedo descansar, al menos por ahora, porque después se va a encargar de torturarme— necesito que cubras el evento de FoxSport, Marina quiere que la acompañes, ella se va a encargar de las fotografías.

Puedo ver como Simon palidece, me quiero reír, pero me contengo antes que a Margaret se le ocurra arruinarme a mí o algo por el estilo, porque solo ella sabe cómo molestar, peor que Simon y sus estúpidas charlas sobre ligues.

—No... no —Simon aclara su garganta. Se recompone en su lugar y mira a la jefa dragón quién tiene esa mirada tenebrosa, cubierta de rímel negro, sobre su persona— aún no he terminado el artículo anterior. ¿Puede ir Roger en mi lugar? Él también sabe de deportes.

Le lanzo una mirada a Simon, niego de manera disimulada con mi cabeza y a él, puedo ver cómo le tiembla el pulso al momento de tomar unos papeles que Margaret le entrega. La jefa dragón se vuelve a mí, como pensando la opción, finjo indiferencia mientras continúo tecleando, pero en realidad mi monitor se está encendiendo. No quiero, ya tengo suficientes líos con la cuestión de los ligues como para ir a un evento de deporte con la parlanchina amiga de la jefa dragón.

—Roger —la escucho llamarme, lo cual me sorprende porque todo el tiempo me llama Roberto y ya me he acostumbrado, hasta lo he tomado como un segundo nombre— ¿Cómo va tu artículo?

Balbuceo una serie de palabras sin sentido hasta que aclaro mi garganta y tomo una bocanada de aire para, finalmente, hablar con más coherencia:

—No he logrado avanzar mucho, pero juro que lo tendré listo para la fecha indicada. —Margaret mira hacia otra dirección, pensativa, mientras espera los papeles que Simon está leyendo, pero puedo apostar que no los está leyendo en sí, está buscando otra excusa para no tener que encontrarse con Marina.

—¿Esto no tiene que ver con el mal de amores, cierto?

—No.

—Más te vale, Roberto. No quieres estar desempleado y solo ¿Cierto? —Aquí vamos otra vez. Ella mira a Simon mientras extiende su mano y le entrega los papeles— Irás tú, Simon. No se diga más.

Se va, la observo alejarse contoneándose con una gracia que le rompería el corazón a la Nina Sawyer de Black Swam, me vuelvo a Simon quién parece estar en shock, viendo hacia un punto específico, pero nada en sí.

—Maldición —sisea. Se pone de pie y comienza a guardar sus cosas de nuevo dentro de su mochila— mierda y mil veces mierda.

No me río, porque no estaría bien hacerlo cuando se trata de una desgracia ajena, aunque al verlo retirarse no puedo evitarlo y sé que me escucha porque se vuelve a mí y muy gentil me muestra su dedo medio.

—Buena suerte —le digo cuando va en dirección al ascensor. Solo obtengo un bufido de su parte cuando se cuelga la mochila en los hombros y toma un sorbo de la taza de café que lleva en sus manos.

¿Cómo (no) conseguir un ligue de una noche?Where stories live. Discover now