Parte 7

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Y sí que me había arrepentido, mucho más cuando abrí los ojos y me levanté de un salto recordando que el despertador había sonado y estaba quebrado en el suelo. Miré mi reloj y me di cuenta de que faltaban veinte minutos para mi horario de entrada. Vine a la oficina, corriendo con un Starbucks en manos esperando que Margaret no estuviera en el piso.

Tengo unas ojeras enormes que pegan al piso y ni una taza de café cargado ha logrado levantarme el ánimo, me duele la espalda y todo el cuerpo, varios días sin descansar correctamente están comenzando a pasarme factura, siento un pinchazo de dolor atravesarme la sien y mi estómago rugiendo no está haciéndome mejorar en lo absoluto.

—¿Qué diablos te pasó ayer, Roger? —escucho a Simon en el momento que hace acto de presencia en la oficina, su pregunta resuena entre las cuatro paredes y la cantidad de escritorios con los que compartimos espacio. No despego mi mirada reflexiva del ventanal hasta que se detiene junto a mí y no tengo de otra más que mirar a su persona.

Simon siempre se mira bien, hasta con una simple camiseta de mangas cortas que se ganó en un asado por ser la persona capaz de tomar más cerveza, todo un mérito. Él tiene muchos puntos a su favor, por ese motivo, no puede hablar de lo fácil que es ligar porque apuesto que él no tiene que esforzarse siquiera. Él me mira interrogante, por lo cual me apresuro a contestar:

—No me sentía bien. —No he mentido, pero igual eso no hace mejorar su gesto que me indica que no le fue del todo bien. Se pone unos lentes de pasta sobre sus ojos y alcanzo a ver parte del tatuaje que lleva en su brazo— ¿Cómo te fue?

—De maravilla —suelta una risa irónica, al mismo que se va a su escritorio y enciende su Mac del trabajo— dejaste sola a Camila, tuve que ir a dejarla a su casa porque no fuiste ni siquiera un caballero —tiene su mirada en mí y no es nada amable.

—Ella me dijo que iba a buscar a otra persona.

—Y ni siquiera me digas por qué, porque ya me lo imagino, todavía no entiendes nada sobre un ligue ¿verdad? —Habla de manera pausada, tecleando en su computador sin verme. Yo me encojo de hombros y me apresuro a contestar:

—Una mujer tiene que impresionarme más allá de su aspecto físico.

—Roger. —Suelta un suspiro, ahora sí me da toda su atención, gira su silla en mi dirección y ahora está de frente, tomando café, con esa mirada inquisidora tan suya. Me desconcentra verlo con lentes, ya que es del tipo que prefiere los de contacto por ser más «elegantes»—. Ese es tu problema, buscas a la mujer perfecta y eso es imposible.

—No busco una mujer perfecta.

—Sí lo haces...

Ya no quiero seguir hablando sobre este tema, tomo una calada de aire y vuelvo mi vista a la maldita ventana, me ruge el estómago y estoy a punto de inventarme una enfermedad rara para poder irme de aquí y comer tranquilo. Una risa de parte de Simon me saca de concentración y lo observo con interrogante.

—¿Qué te pasa? —pregunto en ese momento. Solo lo observo manipular su computador con una gran sonrisa en el rostro y no prestarme atención.

—¿Es en serio, Roger? —espeta, con un tono burlesco que definitivamente no sé cómo interpretar— ¿Una encuesta en Facebook?

Maldita sea, había olvidado la encuesta.

No me levanto, me deslizo en mi silla hasta estar frente a mi escritorio. Tomo mi chaqueta y comienzo a buscar en los bolsillos mi teléfono celular, no está. Hago memoria de donde pude haberlo dejado, pero recuerdo perfectamente llevarlo conmigo al momento de salir del edificio de mi hogar, pensaba llamar a Sara, pero de nuevo, mi parte racional había ganado.

¿Cómo (no) conseguir un ligue de una noche?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora