CAPÍTULO 1

3.6K 290 264
                                    

"Salvaron la vida de muchas personas al atraparme, nunca me habría detenido"


TAEMIN

El sonido del reloj del pasillo de psiquiatría traspasaba las paredes de hormigón y la puerta metálica de un palmo de grosor de mi celda de aislamiento, más de un año escuchándolo y ya podía cantar al ritmo del tic tac de ese odioso reloj. Hacía mucho calor, tanta que las gotas de sudor caían por mi frente y mi pecho desnudo, tanta que las sábanas de la incómoda cama en la que estaba tumbado estaban húmedas.

Miraba al techo mientras repetía el cansino ruido del reloj y acariciaba con la yema de mis dedos todos los arañados de mi torso, uno a uno, ya empezaban a curarse y a cicatrizar pero ansiaba que volviesen a sangrar.

-Lee Taemin – la pequeña ventanita de la puerta se abrió y yo le sonreí al techo – es la hora, ponte en pie – me ordenó. Yo me levanté de la cama y me puse la camiseta de tirantes blanca – de cara a la pared, en la esquina – me coloqué dónde me pidió, de espaldas a la puerta – manos dónde podamos verlas – las levanté y las puse detrás de mi cabeza.

Abrieron la puerta y enseguida entre tres hombres me agarraron para evitar que intentase cualquier otra cosa, como arañarles, golpearles o morderles. Me colocaron un ancho cinturón alrededor del abdomen, con unas anillas a cada lado, para esposarme las manos pegadas al cuerpo y con mucha fuerza.

-Abre la boca – me acercaron una funda para los dientes, de espuma, para metérmela en la boca y después me pusieron una máscara negra tapándome la cara, me esposaron los pies para que no saliese corriendo – vámonos, este es el último – el más grande de los agentes me agarró la parte de detrás de la cabeza y me obligó a mirar al suelo.

Me sacaron de esa celda en la que pasaba veintitrés horas del día y la luz del pasillo me cegó aunque mirase el suelo, porque era todo blanco impoluto, como en un hospital, como en mi laboratorio.

Caminamos por un par de minutos hasta que llegamos a una recepción, dónde se firmaron varios papeles de mi traslado involuntario y obligado, por lo que sabía trasladaban a los presos más peligrosos y problemáticos de las distintas cárceles coreanas para llevarlos a un nuevo centro penitenciario en el lugar más solitario y apartado de Corea.

Me sacaron de la recepción a un parking exterior, la luz del sol impactó en mi cuerpo y sentí el calor natural, no el de la celda de aislamiento, era agradable, pero poco me duraría.

Levantando la vista vi a seis presos más colocados en fila, esposados de pies y manos todos, menos uno, que iba atado como yo, con las manos a la cintura, puede que fuera el que más me sonaba de todos, porque claro, no veía a nadie que no fuera un carcelero o médico que desde hacía un año.

-¿Está lista su celda? – preguntó el hombre que me mantenía la cabeza agachada a una de las mujeres que irían con nosotros en el autocar de traslado.

-Sí – ella asintió – procedemos a meter a los presos ya, Kim JongIn, tú el primero – no logré ver quién de ellos era Kim JongIn porque me separaron de todos y presionaron mi cabeza hacia abajo, no entendía esa necesidad de que yo no mirase al frente pero tampoco podía quejarme, me tenían atado como un animal.

Cinco presos entraron en el autocar y cuando llegó mi hora me dejaron frente a la puerta y al otro chico a mi lado.

-¿Cuál de los dos irá en la celda? – preguntó la mujer con una libreta en la mano.

-¿No pueden entrar los dos? – preguntó el hombre que agarraba el brazo del chico moreno de mi lado.

Lo miré bien, era más alto que yo, con los labios gruesos, la tez perfecta y las orejas más bien grandes y por como lo llevaban, debía de estar en el mismo módulo que yo, en el de psiquiatría, tenía la cabeza bien alta y miraba a los guardias vacilante y con superioridad.

BEHIND THE BARS (SuperM)Where stories live. Discover now