Capítulo II

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Agatha atemorizada, sostiene con mayor fuerza a su bebé, temiendo más por la niña que por ella misma.

-¿Pero qué haces Kuk? –Le reclama Admes interponiéndose entre ellas.

-Escucha rey, tu hija ya no es solo tuya, tanto dioses como demonios que están con el emperador Evans han estado al tanto de ti, de lo grandioso que has sido como rey y aunque Evans te alaba, te regocija de cumplidos, el temor a perder el poder es incluso mayor Admes. Tomarán lo que se necesite.

-Pero yo no buscó ser emperador –Argumenta a su favor, Kuk sonríe y mira a la pequeña.

-Verás pues, que sabe que tu bebé a nacido y me temo que si se entera que es niña se la otorgará a los demonios que han sido los únicos que han firmado por su alma–Su voz se vuelve frío –Conozco a semejantes animales, la devoraran viva, la torturan por años y será su juguete nuevo, harán de ella la viva imagen de la emperatriz dorada ¿La reconoces no? Una mujer que creía tener poder pero fue un títere más, su historia se considera tabú en nuestros andares pero todo aquel que lo sabe, es conocedor de los poderosos que son los demonios...

-¡¿Y los dioses?! ¿Admes no podemos pedirles ayuda a los dioses? –Kuk se carcajea ante semejante idea.

-Mi querida Agatha ¿Piensas que ellos no te van a pedir algo a cambio? ¿Qué es lo más preciado que tienen ahora? –Kuk señala a la niña –Ni el oro, ni el rubí es más valiosa que la vida y ellos lo saben, así que dime tú ahora ¿Qué quieres hacer con ella?

Admes mira a Agatha, ella se niega a perder a su hija.

-¿Qué planeas tú? –Kuk sonríe.

-Nada fuera de este mundo –Menciona mientras se acerca a donde la niña –Desde hoy será un varón, Aarón de Arques –Saca una daga de entre sus ropas y con ella corta un pedazo de los cabellos de la recién nacida, se dirige a la pequeña mesa para agregar los cabellos a un recipiente con algún tipo de poción luego, con la misma daga, corta su mejilla derecha, dos gotas de sangre caen directamente del recipiente –Y serás, el nuevo emperador.

Agatha la observa aturdida.

Le da a beber la poción a la pequeña, en cuestión de segundos ya no queda nada más que el vacío.

-Alégrense, su hijo se convertirá en un emperador –Acaricia con suavidad la cabeza de la pequeña, sus ojos pierden el brillo con lentitud, el par de joyas verdes se convierten en unos carentes ojos grises iluminados por otra cosa que no sea amor.

-¿Qué le has dado? –Cuestiona Admes viendo como su hija empieza a carecer de brillo.

-No pasa nada, solo he escondido su ser, sigue ahí dentro, tiene un poder impresionante que no puedo eliminar, quizá sea porque... -Ella calla por varios segundos –Pero por lo menos lo dormirá unos años –Kuk mira a Admes –Tiene los ojos de tu madre.

Admes siente un puntazo de dolor ante la afirmación. -¿Por qué se han convertido en grises?

-El color que adornara su vida será ese, ella sabrá desde pequeña que es mujer pero también que tiene que esconderse.

-¿Y cómo vamos a explicárselo? –Pregunta entre sollozos Agatha.

-No tienen que hacerlo, ella lo sabrá en su momento –Kuk la mira de nuevo, reconoce el olor de la sangre en ella, había algo que dentro de ese pequeño bebé que volvía hambriento hasta al más dócil de los seres –Denle mucho amor, hagan que desee vivir, demuéstrenle que la vida vale la pena incluso en los peores momentos, que las carencias no se basan en el oro, sino en la inteligencia. No hace falta que lo diga pero...no volverán a ver sus ojos verdes.

Admes frunce el ceño, el sonido de los carruajes acercándose llena la habitación.

-Ese ha de ser Evans, viene a comprobar si ha sido una princesa o un príncipe –Ella toma sus cosas y se las envuelve –Yo me retiro, nunca estuve aquí, baja y díselo a tus hombres –Ella abre las ventanas –Ah, y quita esa cara Admes, parece más un funeral que la bienvenida de tu hijo, recuerda, Aarón de Arques.

Salta y el viento se la lleva, como si de un trozo de papel se tratara. Agatha toma a su hija en sus brazos, se limpia las pocas lágrimas que adornaban su rostro y le sonríe.

- Avyanna –Admes se detiene al escuchar el nombre –para mi tú siempre serás mi Avyanna.

Admes traga saliva ante la determinación de su mujer, envidiaba la valentía que tenía pero en estos momentos, salvarle la vida es más importante que cualquier otra cosa.

-Bajaré ahora.

Baja en silencio, sus soldados lo escuchan con atención y dan un voto de silencio ante su rey al pedirles que no mencionen nada de la llegada de Kuk, tanto los sirvientes como sus caballeros asienten; en ese momento las puertas se abren dejando ver a un emperador sonriente, triunfal como siempre.

-¡Mi querido Admes! –Abre los brazos para darle un gran abrazo, Admes lo recibe sin protestar –Me he enterado apenas hace un par de horas que tu mujer ha adelantado el parto ¿Pero en que cabeza cabe no? En plena guerra.

-Se ha acabado señor, por lo menos para nosotros se ha acabado.

-¡Por supuesto que lo sé! ¡Los dioses han estado de nuestro lado! –Sonríe, su sonrisa ahora le parece siniestra a Admes –Por cierto ¿Qué ha sido?

Admes ve entrar a los dos hijos mayores del emperador, lucen dóciles pero llevan la sangre de Evans, la crueldad corre por sus venas.

-Varón, señor, ha sido varón –La sonrisa de Evans se distorsiona un poco, quizá por enfado o alegría, Admes no sabe si la noticia es agradable o no para él.

-¡Pues que felicidad! –Le vuelve a abrazar – Taehyung, Leonardo –Sus dos hijos se enderezan y caminan hacía su padre –Al parecer su pequeño hermano tendrá un amigo con quien jugar –Ríe y los dos dudan si deben acompañar su risa.

-¿Mi señor? –Admes lo mira dudoso por la afirmación.

-Mi quinta esposa hadado a luz hace un mes, un príncipe –Sonríe orgulloso – ¿A que no adivinas?Tiene los ojos de mi padre. Quizá sea él quién me destroné –Los dos muchachos se ponen rígidos ante la mención del trono –Bueno, aun veremos quién es digno de cortar mi cabeza.

AvyannaWo Geschichten leben. Entdecke jetzt