Me cansó la espera[Victuuri]

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Había llegado un nuevo día y con eso mi primera sesión de fotos en este lugar, Phitchit se había levantado tan temprano para preparar todo que se veían unas ojeras pequeñas debajo de sus ojos.

Chris había salido temprano a explorar el lugar, al parecer sus ganas de divertirse eran tan grandes como cuando estábamos en Japón.

—¿Yuuri ya estas listo?

—Si, ya salgo.

Salí del baño con nueva ropa y con mi peluca en la mano, la lancé a Phitchit.

—¿Me ayudas? Es incomodo poner un pedazo de pelo sintético.

Phitchit se río ante mi horrible broma que ni yo entendí, ya estábamos listos para bajar.

Los dos bajaron por las escaleras, para llegar a la oficina del Alfa, el día fuera era nublado no había vista del sol, pero aún así era un día magnífico. Los dos caminaron por el pasillo hasta que el mayor de los dos se quedó inmóvil.

—¿Qué pasa, Phitchit?

Phitchit admiraba unas hermosas flores azules, eran las más hermosas que había visto, y algo en su interior le decía que no era la primera vez que las veía.

—¿Son hermosas no? —hablo el Alfa, Víctor había salido de su oficina por unos asuntos personales que tenía que remediar, pero se topó con el lindo modelo y su manager. —Al parecer Seung tiene un gusto muy bueno.

Aunque había sido alagado el otro Alfa ni se inmutó, la razón era que tenía a quien había buscado por tantos años frente a él.

No había momento que él Alfa no pensara en la persona que perdió hace mucho tiempo, pero aquí estaba frente a él, y sus ojos no parecían reconocerlo, todo el calor que había sentido por el reencuentro se apagó al ver esos ojos que sólo lo miraban con curiosidad.

—Este es mi secretario personal y buen amigo, Seung Gil.

Después de unas no tan cálidas presentaciones, Víctor explicó que no podía estar con ellos por hoy y se fue apresurado, los tres restantes entraron en la oficina para firmar el contrato.

Abandoné rápidamente la oficina, necesitaba rápidamente llegar a su hogar.

Estaba bastante lejos, en una zona residencial cerca de un río a las afueras de la ciudad, era una casa que había comprado hace menos de cinco años y no era demasiado grande ni demasiado pequeña

(...)

Cuando Víctor por fin llegó a su casa, estacionó el auto en una esquina y se apresuró a entrar.

—Papá. —la voz de un pequeño niño se escuchó en el pasillo, corrió hacia Víctor y se lanzó a sus brazos.

—¿Qué haces aquí?

—Emilia me trajo, dice que me va a dejar contigo por unos días.

—Esa perra, debió avisarme. —gruñó el Alfa enojado.

—No deberías hablar así de Emilia, ella solo dijo que aquí yo estaría mejor.

Las cosas en la manada habían empeorado, los asesinatos seguían sumando víctimas y lo mejor era dejar al hijo del Alfa con el Alfa.

Emilia temía que si algo le pasaba a Nolan, Víctor sacaría sus entrañas y se las daría a los cuervos.