Capítulo diecisiete: Las teorías de Cassidy

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Un poco desanimada comienzo a mover mi comida de un lado a otro, quitándole los pequeños trozos de aceitunas de un lado a otro, luego agrupando los tomates junto a las tiras de pimentones, agrupo diferentes vegetales en los diferentes trozos de pizza.

— Sky —me llama mi papá y levanto la vista enseguida—, deja de jugar con la comida.

— Lo siento —respondo escondiendo mis manos sobre la mesa.

— ¿Pasa algo, cariño? —pregunta mi mamá mirándome algo preocupada.

Bajo la vista a mi pedazo de pizza, realmente no tengo apetito, estoy algo cansada por el trabajo y por más que lo intente no puedo dejar de pensar que mi vecino puede que tenga antecedentes legales y que sea buscado en otro país... 

— Es solo que no tengo mucha hambre —hablo en voz alta, mirando aún mi obra de arte sobre la pizza.

En la mesa hay un pequeño silencio incomodo, que en mi cabeza es sustituido por la lista que Cassidy me dio en el trabajo, sus teorías del porque Max tendría un arma en la guantera de la camioneta, o en su defecto, del papá.

— ¿Estás cansada, princesa? —la voz de mi papá hace que me relaje un poco y vuelvo a verlos.

Ambos han hecho a un lado su cena y están viéndome atentamente, esperando mi respuesta.

— Sí —digo finalmente antes de ponerme de pie—, lo siento.

— No te preocupes —mi mamá me sonríe con esa enorme sonrisa que hace que sus arrugas sean un poco más notables—, puedes irte a dormir.

Asiento y comienzo a caminar arrastrando los pies por el resto de la sala de estar, me apoyo fuertemente del barandal de las escaleras y comienzo a subir los escalones lentamente, como si algo o alguien estuviera reteniéndome... Pero lo único que quiero hacer es estar en mi cama y buscar una manera de dejar de pensar en esos horribles hombres y en Max.

Me detengo frente a la puerta de mi habitación y al entrar enciendo la luz, cerrando la puerta detrás de mí y recostándome en ella veo el desastre que poco a poco va acumulándose, mi laptop en la cama, libros regados por el piso y la cama, películas aquí y allá, los documentos del trabajo esparcidos por mi almohada... Todo un desastre, y estoy tan quedada que no tengo ánimos de arreglar todo eso, creo que solo dormiré en el piso y en el sofá... Quizás en la bañera.

Comienzo a arrastrar los pies hasta mi ventana para cerrarla, ya el frío está comenzando a ser un poco insoportable, pero en cuanto me apoyo del marco, veo a Max acostado en su cama, viendo alguna serie por su laptop, como si supiera que estoy viéndolo, mira por encima de su hombro y sonríe, sin siquiera pensarlo cierra el pequeño aparato y se apoya de su ventana para verme mejor.

— Tienes cara de muerta... ¿Estás bien?

— No lo sé, muero de sueño, pero estoy segura que no podré dormir bien.

Su cara se contrae, un gesto de culpa y de compasión es vagamente visible, él mira hacia abajo, como si estuviera calculando la altura y luego vuelve a verme.

— ¿Sigues teniendo pesadillas?

Me encojo de hombros, no tiene sentido negarlo, sigo soñando con ese asqueroso hombre y la manera en la que decía mi nombre, mi cerebro maquina millones de cosas que pudieron suceder, la manera en la que me dijo muñeca... Me estremezco al recordar todo eso.

Max parece notarlo, chasquea los dientes y mira por encima de su hombro, asegurándose que la puerta esté cerrada, luego se pone de pie sobre la cama, se agarra bien del marco de la ventana, sus ojos vuelven a viajar hacia abajo.

Diferentes [D#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora