Capítulo cuarenta y tres: Nuestro día

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Despertarse es algo complicado cuando mi papá no está aquí, pero tener que arrastrarme por toda la casa, especialmente la cocina para ver que se supone que voy a comer el día de hoy... Eso es una tortura china.

Estoy casi segura que he abierto todos los gabinetes de la casa y hurgado en casa esquina de mi nevera, pero no hay nada que comer... O mejor dicho, no hay nada preparado, nada que me apetezca o algo que realmente tenga ganas de cocinar.

Me restriego la cara de nuevo, intentado despertarme por completo y pensar claramente en que se supone que comeré todo el mes que mis papás no van a estar, creo que esto será una renta de ensaladas o menús vegetarianos. Escucho el timbre de la casa y comienzo a arrastrar mis pies hasta la puerta, miro por el ojillo y veo a un Max algo nervioso, mirando a ambos lados y tocando el timbre de nuevo, bostezo y abro la puerta, él parpadea un poco sorprendido y me cruzo de brazos... Es entonces cuando me percato realmente de mi pijama: un pantalón con estampados de Mickey y un sostén deportivo. Max me levanta ambas cejas y abro mis ojos en modo de sorpresa para luego ir corriendo por las escaleras hasta mi habitación para ponerme una camisa. Lo único bueno de todo esto fue que no me resbalé en el camino.

Bajo las escaleras un poco más calmada, tratando de arreglar el desastre que es mi cabello en una coleta alta. Cuando finalmente llego él esta en la cocina y me percato que trae una bolsa en sus manos, escucha mis pasos y me ve sonriente.

 — ¿Qué? —pregunto tratando de evitar el bostezo.

— Dos cosas:  —dice sonriendo y cruzándose de brazos para recostarse de la pared— Uno, verte toda desarreglada es una cosa, empezando que sé que eres enemiga del maquillaje, pero verte recién despertada es algo completamente diferente y honestamente creo que me acostumbraría muy fácil, hay algo en esa cara de dormida tuya que realmente es muy tierno, y número dos... ¿Qué clase de obsesión tienes con Mickey Mouse? Primero tu sostén y ahora un pijama.

Siento la sangre en mis orejas y resoplo. Realmente no sé si se me está subiendo por la vergüenza o por lo tierno que sonó lo que dijo antes.

 — Basta Max — digo intentando ignorar su comentario—, estoy realmente en algo complicado aquí, se supone que tengo que planear toda mi comida de la semana, o por lo menos del día.

Max sonríe ampliamente y extiende la bolsa hacía mi, frunzo el ceño confundida y la agarro algo temerosa.

— Supuse que estarías torturándote con eso de la comida, así que me levanté un poco más temprano y te hice el desayuno... En realidad se lo hice a todos en mi casa, porque cuando me vieron cocinando todos querían... Pero en realidad, lo hice para ti.

El golpeteo en mi corazón es tan fuerte que siento que él lo puede escuchar, eso más los animales golpeando en mi estomago siento que muero.

 — Uhm, ¿gracias?

— Ve a comer Sky.

Me agarra del brazo y me jala levemente hasta el comedor, mueve la silla para darme un espacio y sentarme, luego se sienta frente a mi y me sonríe.

— Esto me está asustando un poco —confieso y él suelta una leve risa mientras comienza a sacar la comida de bolsa.

— No voy a negarte que estoy un poco ansioso de que comas lo que te preparé.

— ¿Y se puede saber por qué lo hiciste?    

— Me provocó —responde encogiéndose de hombros—, ahora come. 

Debo ser sincera, me esperaba quizás un waffle o un croissant con algo de queso y listo, quizás un omelette... No un plato completo de desayuno, pancakes con mermelada, un pequeño tazón lleno de yogurt con fresas y al parecer jugo natural.

Diferentes [D#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora