E P Í L O G O

33.1K 4K 5.9K
                                    

28. 

La guerra trae secuelas; llena las calles de cuerpos que bañados en sangre caen en busca de una insuficiente gota de gloria. 

Así como en la antigüedad, donde la muerte del César no salvó a la República como creyó Brutus al traicionar al magnánimo líder; sino sumió a Roma en una nueva guerra civil. 

Oh, pero César no había escatimado en asegurar su legado. No, confió así en el heredero que él mismo declaró como tal: Octavio. Brutus y Casio, aquellos que fueron los principales rostros de la conspiración, se enfrentaron al ejército que Octavio  lideraba; perdiendo así la batalla.

Las ansias de poder consumen al ser humano; como todo mal pensamiento, trascienden y evolucionan desde una pequeña idea, un pequeño impulso e incluso, del rencor disfrazado de búsqueda por justicia.

A diferencia de Roma muchos años atrás, la guerra que se vivió en Corea ocurrió detrás de las sombras. En los barrios marcados como zonas rojas en donde los grupos criminales lucharon por territorio hasta la muerte. 

Sangre, sudor y lágrimas cayeron cuando la depuración comenzó, arrastrando así a cientos de hombres de las  organizaciones de la mafia en el país.

La mafia siempre marcó la diferencia al mostrarse como algo bueno para las comunidades pobres; ofreciendo trabajo, protección y la oportunidad de sobrevivir a aquellos que tuvieron la maldición de nacer en la miseria. Como deidades misericordiosas de doble filo que ayudaban a la población a cambio de lealtad y de ejercer ilícitamente sin inconvenientes. O al menos esa era la imagen que la organización Kim mantuvo por más de quince años. 

Sin ellos, las pandillas tomaron el control del crimen. Imponiendo caos y desorden al que rendían culto, buscando convertir las calles de Daegu en un campo de terrorismo puro; pero nadie nunca imaginó que al igual que César el viejo Kim tenía una última carta. 

La analogía era concisa, pues así como de los escombros de Roma se levantó un emperador, de la entrañas de la mafia en Corea surgió un nuevo líder. 

La reencarnación de Octavio no era más que el joven que regresó a su país dispuesto a hacer valer su derecho como sucesor, como el último Kim legítimo de sangre aún en pie. 

Hace dos años la lucha por el dominio del territorio surcoreano se había convertido en una guerra no solo económica, sino también política. 

La sangre de los cabecillas de las principales organizaciones fue derramada, y de estas solo quedaron vestigios; sí, los tiempos habían cambiado, ya no existía tal división entre ciudades, ahora, el total control sobre toda esa tierra había sido asumida por una sola persona. 

Cuando Taehyung era un niño solía escuchar a su padre hablar sobre un lugar secreto. Un lugar sobre el que no debía contarle a nadie, uno que era el equivalente a una red de seguridad para cualquier Kim. 

La noche que regresó a Daegu no encontró más que escombros y cintas amarillas en lo que alguna vez fue una prominente mansión. Su casa y los terrenos aledaños habían sido tomados como evidencia de todo lo que estaba mal en un proceso de compra-venta. 

Los noticieros se vieron inundados de reportajes sobre las toneladas de armas y anfetaminas en el sótano de esa casa, cientos de cadáveres enterrados en las propiedades de nombre Kim y laboratorios clandestinos trabajando las veinticuatro horas para producir droga. 

Se trataba de una redada en masa; Daegu, Busan, y  Gwangju cayeron. La masacre que se desató representó para el gobierno actual un éxito en el combate del narcotráfico, además de fortalecer sus lazos con Estados Unidos. 

TRAFICANTE. 《KookV》Where stories live. Discover now