Reencuentro peligroso Capítulo 7

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    Cuando terminó el desfile la piel me picaba, tenía unas ganas enormes de rascarme pero si lo hacía mi piel se pondría peor, así que a penas llegar a mi nueva vivienda temporal me quite la blusa y vi que parecía un tomate, mi piel estaba completamente roja, así que entré a la ducha para que el agua calmara un poco el malestar que sentía, estuve un rato bajo el agua y agradecí que al dia siguiente no hubiera clases, tendría un día para recuperarme.

   Me recupere de la comezón en la piel, para que a los pocos días me diera gripe, era un caos toda yo, desde que me enfermera de diabetes mi cuerpo era algo inestable y débil, odiaba no poder  comer dulces y ciertos alimentos que años atrás ni siquiera pensaba serían malos para mi en un futuro, ahora hasta comía más verduras cuando yo en mi adolescencia trataba de evitarlas lo más que podía, sin embargo el durazno seguía siendo mi fruta favorita, era como recordar los labios de Elisa por eso antes de comerlo podía pasar un rato respirando su aroma que era tan parecido al de ella, sabía que Elisa no iba a estar esperándome y que tampoco seguiría  amándome por siempre como alguna vez lo jurara hace muchos años, yo desaparecí, jamás supo de mi y ni yo de ella, así que Elisa seguramente tenía una pareja, hombre o mujer pero ella ya tenía a alguien a su lado, un futuro y un pasado sin mí y estaba convencida de que jamás la volvería a ver.

   En las vacaciones de diciembre me quedé allí mismo, no tenía a donde y con quien ir como cada año, ahora tenía más que superada la tristeza y melancolía que me causaban esas fechas decembrinas. Desde mi casa podía ver las luces que decoraban los frentes de algunos hogares, yo no tenía nada que poner ni que celebrar así que la pasaba durmiendo, hacía frío, no recordaba lo mucho que se podía llegar a sentir el frío en el pueblo, tenía poca ropa de invierno al igual que cobertores, así que dormía con mucha ropa, sabanas y hecha una bolita, para no padecer tanto.

   Mi glucosa se había mostrado buena conmigo luego de que llegará al pueblo, cosa que agradecía, pero no el que se resecara mi piel por el frío teniendo que humectar mi piel con cremas continuamente.

    Como los días de diciembre se mostraban en su mayor parte nublados, salía a caminar en las mañanas o en las tardes, a veces las dos, por lo regular caminaba rumbo al camino que llevaba a la casa de Elisa y a la mía pero me abstenía de llegar, en su lugar optaba por caminar rumbo a un pequeño arroyo y allí pasaba un rato en silencio escuchando como corría el agua sobre su cause, recordando cuando Elisa y yo íbamos allí a mojarnos los pies y a nadar un poco cuando conseguía permiso de mi padre.

    Llego enero y los niños me contaron sobre sus regalos que le dejaron los Reyes Magos , me hacía feliz escucharlos hablando con emoción sobre sus obsequios, yo me sentía cómoda en lo que hacía ya que siempre tuve que estar al pendiente de mis hermanos cuando hacían tareas o alguna otra cosa, pero no deseaba ser madre, menos ahora que tenía diabetes, ni los ánimos suficientes como para cuidar a un bebé y mucho menos a una pareja en quien apoyarme.

    No podía creer que mi padre había muerto, me enteré la mañana del sábado cuando fui al minisuper y como siempre comencé a preguntarle a Ana por todo lo sucedido en el pueblo, ella comenzó a contarme  hasta que llegó a este punto de la noticia en el cual puso un gran enredó de sentimientos dentro de mi, aquel hombre fue mi padre y lo sería siempre, pero yo ya no sabía si lo seguía viendo como tal después de todo lo que ocurrió e hizo conmigo, pero durante el tiempo que estuve bajo su techo fue bueno a su manera y no pude evitar llorar una vez que estuve sola en casa, lloré porque le guardaba cierto rencor y nada se pudo arreglar entre nosotros, lloré porque dejó de amarme como hija, por descubrir que su ignorancia era más grande que su amor hacia mi, lloré y llore como hace mucho no lo hacía hasta quedarme dormida.

   Al día siguiente me acerqué lo más que pude a la que fuera mi casa en donde se llevaba acabo el velorio de mi padre, por suerte no era la única que permanecía fuera pero permanecí lo más oculta posible hasta que el cuerpo de mi padre fue llevado al campo santo, una vez ahi mire desde un lugar apartado de todos como mis hermanos lloraban y tuve la gran necesidad de ir a consolarlos, pero no podía, sólo permanecí observando en el mismo lugar, hasta que todos se retiraron me acerqué a su sepulcro y al lado de la de él estaba la de mi madre, a quien también le tenía otro tipo de resentimiento, no les dije nada porque ya no podían oírme ni verme, así que sólo mire sus sepulcros por unos minutos sin poder evitar llorar, para al final marcharme  como todos, sintiendo un malestar enorme dentro de mi, porque ya nada tendría arregló entre nosotros, nunca jamás.

    Era un domingo de mayo alrededor de las nueve de la mañana cuando caminaba a pasó lento por el camino solitario de siempre, el sol ya había salido y resplandecía con todo su esplendor segador, al llegar a cierta zona con mucha vegetación alguien me atrapó por la espalda, me asusté, sabía que era un hombre porque podía sentir claramente su cuerpo y su mano rasposa tapándome la boca, mientras que con la otra empuñaba un arma punzo cortante que apoyaba cerca de mi costado derecho, me quedé inmóvil sin poder defenderme, no podía hacer nada más que guardar la calma y tratar de escapar de él cuando se descuidara en algún momento.

-Por tu culpa mis padres nunca volvieron a hacer felices – me dijo y me sorprendió saber que era mi hermano quien me amenazaba de tal manera y me hablaba con mucho rencor y odio.

- Por favor Gustavo cálmate – le pedí con voz tranquila.

-Cállate maldita zorra, por tu culpa todo en la casa cambió, estarías mejor muerta.

    Cuando dijo esto sentí como hundía su arma blanca en mi costado, me soltaba y huía rápidamente del lugar, mientras yo llevaba mis manos a la herida que emanaba mucha sangre y dolía, pero más que dolor sentía miedo, moriría en medio de la nada a mitad de un camino solitario, yo por lo menos esperaba morir igualmente sola pero en mi cama cómodamente, no morir en un camino solitario. Comencé a caminar pero cada vez mas me resultaba más difícil hacerlo, me desplome bajo la sombra de un árbol que estaba al lado del camino, por más que quise y trate no pude parar mi sangre con mis manos. Cuando mis ojos estaban por cerrarse alguien se acercó a mi, no pude ver con claridad quien era pero sentí como me levanto del suelo sin ninguna dificultad, seguro era un hombre, me subió a un vehículo mientras que en el transcurso yo divagaba entre la conciencia y la inconsciencia, poco rato después sentí como me ponían sobre una camilla, seguía sin entender porque aún no perdía del todo la consciencia hasta que vi la razón que el destino tenía para mi, mire aquéllos ojos de cielo nuevamente, aquel rostro que tuve frente a mi durante un año de mi adolescencia que ame con locura y devoción, creo que sonreí y cerré los ojos, podía morir tranquila, la había mirado por una última vez.

VeranoWhere stories live. Discover now