CAPITULO 27

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Matías, el gigante que me rescató, me llevó en un taxi hasta mi departamento. Me negué, pero no tuve demasiadas alternativas; insistió en acompañarme para asegurarse que estaría bien. Casi no cruzamos palabra, debido al shock tampoco tenía muchas ganas de forzar una conversación con un desconocido. Le agradecí infinitas veces y nos despedimos.

Me pregunto si en algún momento lo volveré a ver... Le debo la vida a un desconocido que por casualidad estaba en el mismo lugar que yo, en el momento justo para evitar una tragedia. ¿Hubiese sido una tragedia? ¿O habría podido escapar de esas aguas tumultuosas? Nunca sabré la respuesta, lo único seguro es que por alguna razón el destino quiere que siga siendo parte del mundo de los vivos.

Lo positivo es que oí la voz de mi padre, lo vi con mis propios ojos. Si fue o no una alucinación, me tiene sin cuidado, lo importante es que estuvo conmigo, sentí su presencia, su espíritu. Cuando falleció, fue un golpe bastante duro para una niña que lo idolatraba. Quería ser como él, quería que se sintiera orgulloso de mí. 

Siempre que íbamos a acampar con la familia Chesilov, me esforzaba por poner en práctica todas sus enseñanzas para ver ese brillo de satisfacción en sus ojos. A veces lo escuchaba alardear con su amigo, decía que era más lista que sus tres hijos varones, y que si seguía así, en un futuro, lo superaría en su trabajo.

Mi padre conocía de antemano mi afición por la profesión, la única estúpida fui yo, que enceguecida por la tristeza perdí el tiempo en una carrera que no me interesa y en un trabajo que no me llena. Además, por culpa de ese trabajo conocí a un hombre que jamás debería haber conocido.

Me meto en la ducha con el agua hirviendo, mis células empiezan a cobrar vida, aún percibo el hielo en mis pies. Apoyo la frente contra los azulejos mientras que el agua se desliza por mi cuello, mi espalda. 

¿Por qué perseguimos a hombres que no nos quieren? Deberíamos alejarnos de las personas que nos lastiman, que nos desprecian, que nos son indiferentes. Tener más amor propio, hacernos valer. Sin embargo, es más sencillo pensarlo que ponerlo en práctica. Me engañé con un discurso exquisito, meloso, con palabras que deseaba escuchar. Sus acciones puertas adentro eran ideales, me hacía sentir su reina; puertas afuera soy una más, no existo. Para Jeremías fui un pasatiempo, una distracción. Nunca me tomó como algo serio, desde el principio estuve condenada a ser una más, una mujer pasajera.

Se supone que por su culpa ahora estoy marcada. Las personas que quieren controlarlo piensan que soy importante para él. ¡Qué buena broma! Si supieran que fui usada para satisfacer sus necesidades primitivas para luego ser desechada como un recipiente vacío... El magnetismo que insistió en unirnos, terminará siendo fatal.

Admito que me ilusioné con una vida a su lado. Es tan perfecto... Esa sonrisa que sólo deja salir cuando está conmigo hace que me estremezca por tanto amor. ¿Por qué se empeñó en lastimarme? ¿Por qué no jugó con otra persona, con una que lo mereciera, como Samantha? ¿Por qué conmigo?

Siento que giro y giro alrededor del amor, alrededor de los hombres, cuando debería concentrarme en mí, en buscar mi propia felicidad para luego compartirla con alguien más. Sé qué es lo que me hace feliz, estoy encaminada a cumplir con mi sueño y me realizaré como la persona que quiero ser. Tengo que alejar el amor y con eso podré estar, al menos por un tiempo, en paz.

Al salir de la ducha, llamo por teléfono a mi madre, hace bastante tiempo que no hablamos. Generalmente evito entretenerla con mi mal de amores, oriento la conversación a temas positivos sin mucha trascendencia. Hoy necesito su hombro para llorar, un abrazo cálido; como es imposible por la distancia, espero su contención, que sus ondas positivas viajen a través de las partículas de aire para reconfortarme. 

Muñeca del Destino [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora