CAPITULO 22

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Jeremías me espera apoyado en uno de sus tantos coches, luego de dos días juntos este es el tercer auto que le conozco. Viajamos doce horas en ruta para llegar a nuestro destino, pudimos haber tomado un avión, pero necesitaba de ese tiempo para acomodar las ideas y juntar el coraje que aún sentía me faltaba. 

Anteojos de sol ocultan su mirada, parece estar disfrazado con esa gorra de Boca Juniors que ensombrece su rostro y una campera enorme abrochada hasta el mentón que apenas deja ver su boca. Avanzo con timidez para acortar los últimos metros con una carrera que me obliga a arrojarme a sus brazos. Una sonrisa de alivio se forma en su cara, lo abrazo con gratitud.

Este hombre, que podría ser mi novio, consiguió en muy poco tiempo lo que nadie había conseguido, me devolvió la paz, me devolvió la vida. ¿Qué hice para merecer a alguien como él?

Es increíble como en un segundo mi cuerpo se transformó, de pesar mil kilos ahora es como si flotara en el aire, como una pluma que vuela libre, despreocupada. Los grilletes, que tanto tiempo arrastré conmigo, ahora desaparecieron. Logré aliviar el peso que oprimía mi alma, cada molécula de mi cuerpo se re-acomoda y logra una abrazadora paz interna. Cierro los ojos, atenta a cómo me encuentro. Respiro. Quiero que esta sensación dure para siempre. Parece un sueño. El dolor sigue, la culpa no.

Con los padres de Isabella, lloramos. Cuando finalicé con mi parte de la verdad, percibí en sus rostros demacrados, atormentados, la liberación de la misma culpa que sentía yo. Todos nos culpamos, todos cargamos con una cruz inhumana, fue el momento de soltarla. Pude notar la luz abrirse paso por sus poros, por su piel, arrasando con la amargura tallada en sus arrugas para dar paso al entendimiento, a la aceptación, al perdón. La redención nos llegó a los tres al mismo tiempo, en la misma habitación.

Si hubiese sabido antes que mi paz estaría en abrirme con alguien, habría tomado un atajo. Pasé por tanto durante los últimos diez años... Sólo puedo agradecer haber encontrado sosiego, haberme reconciliado conmigo misma.

Levanto mis párpados para encontrarme con esos ojos negros que tan bien me hicieron estos últimos días. Las cosas se dieron a un ritmo vertiginoso, imposible de planificar. Pasé de tener mi cuerpo enredado con el de Jeremías, a dejar salir las sombras de mi corazón sin entender por qué con él, para finalmente fluir.

-Gracias – susurro frente a sus labios para sellar el ciclo con un beso lleno de sentimientos.


Los siguientes días pasaron entre sábanas. Trabajo, cama, trabajo, cama, y los fines de semana, pura cama. Con Jeremías sentimos un irrefrenable deseo de tocarnos todo el día, desde un contacto genuino como tomarnos de las manos hasta hacer el amor siempre que se nos presenta la oportunidad. El estacionamiento del edificio de la compañía fue testigo, en reiteradas ocasiones, de la ansiedad por sentirnos, por fusionarnos una y otra vez, sin timidez, dando todo sin guardarnos nada.

Decidimos mantener nuestra relación en secreto, aún es demasiado pronto, nos estamos conociendo. Además, quiero evitar habladurías en mi espacio laboral, ser la "novia" del dueño de Zret Company no debería incidir en mi performance. 

Novia... una sonrisa boba se dibuja en mi rostro. Me siento su novia, más allá de que no me lo ha preguntado formalmente. A esta edad supongo que no es necesario. Eso se hace cuando uno es más chico, adolescente, cuando necesitas claridad... Aunque la idea de que me lo proponga, sinceramente, me agrada. 

Estoy satisfecha por tener a alguien como Jeremías al lado, el resto tiene poca relevancia. Él me salvó, ahuyentó mis fantasmas, y por eso, tendrá mi gratitud eterna.

Eludimos volver a hablar acerca de mis descubrimientos sobre las operaciones de la empresa. Luego de todo lo que pasé, no quiero más problemas, sólo ambiciono disfrutar del bienestar que me llena en este momento.

Muñeca del Destino [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora