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“Se perdona mientras se ama.”

François de La Rochefoucauld.

Luego de dejarle comida, el Beta se fue, tenía que trabajar al parecer. Se acurrucó en si mismo buscando mantener el calor, más no se movió hasta volverlo a ver. No tenía mucho que hacer tampoco.

No conocía nada y lo único que tenía era estar allí.

Cuando lo vio volver, algo en él se relajo, como si hubiese tenido miedo de ser abandonado todo el tiempo sin ser consciente de ello.

Pero su rostro cambió completamente cuando vio al Omega junto al Alfa que era su... Padre, detrás de Adam.

—Alan, escucha por favor, Angel quiere hablar contigo. Sé que te sientes molesto con él pero por favor, trata de escucharlo, tiene cosas importantes que hablar contigo.

¿Molesto? Él no podía describirlo con esa palabra, claro que no. Se sentía como un juguete al que nadie quería, ni siquiera su creador.

Esquivo la mirada de todos. No quería ver a ninguno, tampoco quería escucharlos. Quería sumirse en su soledad por un poco más de tiempo.

Observo de reojo como el Omega se alejó junto al Beta dejándolo sólo con el Alfa. Éste tomó asiento frente a él pero con distancia razonable. Claramente ninguno quería estar tan cerca del otro.

—¿Qué quieres?

No lo controló. No lo quería cerca y las palabras salieron de su boca de forma agresiva.

—Seré directo. A penas si sabía de tu existencia. Pensé que con tu madre estarías mejor que conmigo y luego de tanto tiempo rehice mi vida, o bueno... Traté.

—Mi madre esta muerta.

Las palabras salieron de su boca con gran dolor en su corazón. Pero se sorprendió de ver la reacción del Alfa. Escucho como su respiración pareció detenerse y como sus ojos se cristalizaron.

—¿Cuando?

Noto el cambio de su voz. Eso lo sorprendió.

—Cuando nací. Mi... Señora, la mato.

—¿Te refieres a la mujer que manda en ese lugar?

Asintió.

—Ella se había embarazado de otro Omega, uno en la casa donde vivían y por eso los mataron, aunque esperaron a que naciera por la probabilidad de que fuera Omega... Mi padre terminó siendo un Alfa, crecí con una versión diferente a la realidad y me equivoque de clase. Soy un Alfa.

Cuando termino de contar lo sucedido observo como el Alfa cubrió su rostro con las manos.

Lo observo cuidadosamente antes de atreverse a preguntar aquello.

—¿Cómo era ella?

Él era su padre, debía conocerla. Quería tener una mínima noción de quien fue su madre.

El Alfa alejó las manos de su rostro y dejó ver como una lágrima rebelde bajaba por su mejilla.

Se sorprendió, nunca en su vida había visto llorar a un Alfa. Suponía que no lo hacían o que les daría pena... Pero él parecía tan dolido y para nada avergonzado de llorar.

—Era muy linda tenía cabello castaño muy claro, era algo pequeña para su edad, olía a flores, —Sonrió. —Siempre llevaba una en el cabello y otra en el bolsillo de sus vestidos, decía que era de niñas lindas oler bien siempre. Odiaba sacar la basura porque el olor se pegaba a ella, entonces pedía permiso para ir a ver las flores, su fragancia se le pegaría y ella sonreiría. Era tan buena, jamás parecía enfadarse, ayudaba a todos sin esperar nada a cambio. Le decía mi niña.

Algo en su corazón se calentó. Su madre sonaba como una niña muy hermosa en todos los sentidos.

—¿Y cómo se conocieron?

Volvió a preguntar. Curioso por el pasado de sus progenitores.

—Cuando era pequeño... Mi padre me abandono en un bosque, y entonces la conocí, ella me ayudó por un tiempo, hasta que una manada me aceptó. Un día me pasé por allí, me contó que teníamos un hijo, vi cuando naciste pero nunca me acerque. Pensé que estarías bien con ella. Veo que ni siquiera pudiste conocerla. Lo siento.

Al parecer él no fue el único que pasó una mala vida... Jamás hubiera imaginado que algo así había sido de su padre. Eso podía explicar su semblante tan serio desde que lo vio por primera vez, inclusive parecía difícil que hablara demasiado. Pero allí estaba, hablando de su pasado para él.

Sólo para él.

—No lo sabías.

—¿Vives en esa casa?

—Lo hacía... Me escapé un día, ellos me educaron para ser un Omega pero me encerraron en una pequeña habitación, cuando salía debía atender a los Omegas de la casa, si no yo... Yo atendía a los Alfas.

—¿Atendias?

—Ellos practicaban conmigo demostrando su desempeño sexual para lograr desposar a un Omega real.

—¿Te estabas quedando en el bosque?

—No, llegué a la ciudad. Estuve viviendo con... Con mi Omega.

—¿Lo encontraste?

Al parecer, el Alfa no pudo evitar ese gesto de sorpresa.

—Si pero... Él también vivía en la calle, robabamos para comer.

—¿Y sus padres?

—No lo sé, Sam no dijo mucho de su vida. Solo sé que él trabajaba en la prostitución.

—¿Que edad tiene?

—No lo sé pero... Es mayor que yo.

—¿Esta en la ciudad?

—Es seguro... Yo no le caía bien... Probablemente se alegro cuando desaparecí.

—¿Cómo puedes saberlo?

—Él no quería un Alfa. Me lo dijo cuando nos conocimos.

Bajo su cabeza con dolor en su corazón.

—El destino puede equivocarse a veces, ¿Si? — Sintió como un dedo levantó su rostro desde su barbilla. Sus ojos se cristalizaron, ¿En serio su padre estaba diciéndole esto? —Hay muchas personas en este mundo, solo déjalo.

Y sus lágrimas comenzaron a bajar, una tras otra.

—¿Por qué no me quieres?

Su corazón se estrujo.

—Estoy aprendiendo a querer... Prometo tratar de no equivocarme de nuevo.

—¿Encerio?

El hombre asintió y ya no pudo evitarlo más, se lanzó a sus brazos en una necesitada muestra de afecto, en busca de aquel calor paternal que jamás tuvo, comenzó a llorar con más fuerza.

—¿Quieres vivir con nosotros? Prometo que nadie que te lastimara de nuevo.

Su corazón pareció querer saltar del lugar... Su padre le estaba ofreciendo vivir juntos, realmente le estaba ofreciendo eso... Rápidamente su cabeza imagino una linda casa y un lugar cálido donde dormir con personas que no le harían daño.

No más dolor...

No más frío.

Al fin algo de cariño.

Asintió sin soltarlo ni un poco, esperaba con todo su corazón que eso no fuera un sueño y que al fin algo bueno le sucediera.

Una familia al fin.

Hijo de Omegas.Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt