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“Del sufrimiento han emergido las almas más fuertes. Los carácteres más fuertes se forjan a base de enfrentar retos.”

Gibran Jalil Gibran.

Las heridas tardan en sanar, a veces, demasiado tiempo.

Perder la noción de ello no es tan difícil como se cree realmente.

Sin embargo, dejar de lado tu dolor para algo considerado más importante, es aún más difícil.

Su adolorido cuerpo pedía descanso.

Su corazón dolía pidiendo por aquella acción.

Su mano por delante, arrastrándolo hasta la puerta.

Su cuerpo se quejaba y negaba a avanzar.

Su cerebro era más fuerte.

Apretando los dientes su cuerpo de arrastraba.

Poco...

Falta poco…

Se repetía una y otra vez.

Un poco más…

Solo un poco más...

Las lágrimas amontonandose en sus ojos.

Sería muy tarde.

Tenía que hacer algo.

El pitido en sus oídos golpeó duro, su cabeza entre sus brazos.

Se fuerte.

Se repitió.

No puedes dejarlo caer.

No lo hagas.

Soñabas con el caballero que nunca te rescató...

Es hora de tomar su lugar.

Tomando esfuerzo levantó su rostro en alto…

Para su suerte, la puerta fue abierta.

Sonrió burlonamente.

—¿Se puede saber qué haces aquí, basura? Vuelve a tu cama.

—¿A eso llamas cama?— No dejes que lo vea. No eres débil. No eres débil. —Mejor me quedo aquí.

—¿No entiendes cuando debes obedecer, verdad?

La furia con la que escupía las palabras era para atemorizarse.

Pero él no lo demostraría.

—Te tengo un trato.

—No estás en posición de pedir nada puta.

—Eso crees tú, pero mi culo vale mucho. Lo sabes.

—Pequeña zorra astuta.

—Gracias. —Él fue empujado hasta la "cama" en el rincón de la habitación, la pared golpeándole duro.

—Habla.

—El chico. Que trabaje en las calles.

—¿Y por qué le daría ese privilegio?

—Porque trabajaré en el bar.

—¡Tú no…!

—¡Sabes que me necesitas, ellos mueren por tenerme y lo sabes! Soy el único que soporta sus juegos.

Mentiría si dijera que no estaba temblando, sus manos se aferraban fuertemente en las mantas sobre el suelo.

Apretaba los dientes tratando de evitar soltar algún gemido de miedo.

Ganarías, lo sabes.

El hombre salió dando un portazo.

Sonrió.

Bien, ganó.

Comenzó a reír desesperadamente dejando que la risa se convierta en llanto, abrazo su cuerpo llorando bruscamente.

El miedo y dolor recorriendo su cuerpo.

El recuerdo de las marcas sobre su piel.

De los objetos que utilizaban sobre él.

Las quemaduras.

Los arañazos.

Las moridas.

Los golpes.

La sangre.

Los "juguetes"

El masoquismo.

El bondage.

Como odiaba aquello.

Maldito Alfa.

Lloriqueo.

Lo había salvado a un precio alto.

Pero sabía que en la calle, no solo podría escapar al mínimo descuido, si no, también conseguiría folladas rápidas y no tan dolorosas como las que en el bar conseguía.

Golpeó levemente su cabeza en la pared.

—Puta mierda de vida, ¡Qué te den!




















—¡Ahh!

Apretó sus ojos fuertemente.

El ardor atravesó su espalda al caer aquel objeto de material duro.

Su piel roja por el maltrato y su culo siendo embestido brutalmente. Las lágrimas amenazaban con fluir fuera de él pero no dejaría que salieran.

Su mente repetía un "Esto ya acabará" pero ¿Cuándo?

Su cabello fue tironeado hacia atrás para luego, aquel hombre frente a él introducir su gordo y asqueroso miembro de unos veinticinco centímetros en su boca.

Las náuseas comenzaban a hacerse presentes.

Algunas lágrimas escaparon.

Respirar se dificultaba.

Ellos estaban destrozándolo.

Ellos lo verían destrozado.

Ellos se excitaban con tenerlo destrozado.

Aquellos momentos se veían eternos. Su cuerpo desfallecía y luego todo acababa dejándolo solo, adolorido y tirado cual trapo viejo y sucio.

¿Valía la pena?

Si, la respuesta era si.

Esta vez, había un propósito para aquello.

Aunque había una enorme probabilidad de que finalmente, el Alfa escapara y lo dejará a su suerte.

Pero él podía vivir con eso.

Lo necesitaba vivo.

Y lejos de ese horrendo lugar era seguro.

Lo que ahora necesitaba, era sanar sus heridas.

Respirando irregularmente se recostó en un rincón y cambio.

Un doloroso cambio.

Cuidadosamente observaba a la puerta por si veía movimiento, en ese caso debería transformarse rápidamente.

Una que otra vez fue atrapado.

Fue fácil encubrir su existencia. Le hecho la culpa al alcohol y a la mañana siguiente ellos lo creyeron totalmente.

Esa noche fue tranquila, lo suficiente como para que luego, pudiese bajar y tomar algo, platicar con sus posibles conquistas (que se fueron luego de hablar con él un rato) y volver a aquel frío lugar donde sería encerrado por el día para que descanse y duerma hasta la noche.

Una vida asquerosa.

Una vida miserable.

Eso no es vida.

Pero él lo vale.

Hijo de Omegas.Where stories live. Discover now