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“La mejor manera de saber si puedes confiar en alguien es confiando.”

Ernest Hemingway.

Incómodo se removió para acomodarse, hasta que los recuerdos golpearon fuerte en él.

Fue entonces cuando se sentó bruscamente encontrándose en un automóvil, con dos hombres en los asientos de adelante, el miedo y la desesperación lo atacaron vorazmente produciendo que comenzara a gritar y buscar una salida, forzaba las puertas tratando de abrirlas, pero era en vano.

Estaba atrapado.

Estaba asustado.

—O-Oye, por favor, relájate, nosotros no...

—¡Sueltenme, me quiero ir, quiero ir con Sammy, quiero a Sammy, no tengo nada, no sé quienes son yo...!

Trato de responder antes de que el Alfa al volante volteara y gritara.

—¡A callar!

Lágrimas cayeron de sus ojos inevitablemente, acatando la orden dada. Bajo la cabeza, tenía mucho miedo.

Necesitaba a Sam, necesitaba escapar y volver con su Omega.

—¿Tienes hambre?

Escucho el sonido de una bolsa cerca de él.

No lo miro, no respondió, ni siquiera  se movió.

—Escucha nosotros...

—Quiero ir al baño.

Cortó, fue la primera escapatoria que se le ocurrió.

Tenía que servir.

Tenía que salir.

Escucho el movimiento, las puertas abiertas, fue entonces cuando logro abrir la puerta pero antes de bajar siquiera, el Alfa lo había sujetado de su muñeca con brusquedad, obligando a que lo mirase.

—Si haces algo extraño... Date por muerto.

Gruño en su oido.

Se junto al otro hombre y volteo.

Fue entonces como cuidadosa y silenciosamente retrocedió para comenzar a correr tan fuerte como pudo.

Las lágrimas comenzaron a salir cuando escucho el gruñido cerca. El Alfa se había transformado y estaba muy cerca de él.

Hasta que lo tiro.

Cayó bruscamente al suelo teniendo al lobo sobre él, gruñendo tan fuerte en su rostro, a punto de arrancar su rostro.

—¡Como le dejes un rasguño olvídate de mi Víctor!

El lobo observo al Beta que corría hacia ellos.

—Quítate.

Empujó al lobo que inmediatamente volvió a su forma humana.

Se encontró algo sorprendido al ser abrazado por el Beta, débilmente trató de alejarlo, ya no le quedaban fuerzas, más las lágrimas no paraban.

Disculpalo. Él es algo testarudo pero todo estará bien, te llevaremos a casa y...

—¡No, sueltenme, no volveré con ellos, no lo haré, no soy uno de ellos, no lo soy!

Comenzó a gritar con desesperación al imaginarse que ellos lo llevaban nuevamente a aquella horrible casa, con aquella horrible mujer, ella seguro lo mataría.

Hijo de Omegas.Kde žijí příběhy. Začni objevovat