Capítulo 36

3.7K 587 141
                                    


EL VERDUGO

El misterio de la vida no es un problema a resolver, sino una realidad a experimentar.

—Duna, Frank Herbert.


DUNCAN

Noviembre está a punto de finalizar. El viento invernal sopla con fuerza, y desde lo más alto el frío me eriza la piel.

Ya no nos queda tiempo.

Temo que la brisa vaya a servir de impulso en su intento por saltar de un sexto piso.

¿Qué fue lo que dijo?

¿VIH?

Todo está muy mal. Me cuesta trabajo sentar cabeza.

¿Cómo diablos fue que llegamos a este punto?

El espanto encarnado me acuna entre sus brazos. Tiene un rostro horroroso y grita mi nombre, ensordeciéndome. Poco después la bestia muestra sus colmillos, y paralizándome comprime mi pecho con inminente fuerza, oprimiendo mis costillas y pulmones a la vez.

El terror y la impotencia me arrastran al oscuro pasado, estrujándome el corazón, asfixiándome con imágenes siniestras.

Sus ojos llenos de lágrimas me imploran, y si el aislamiento fuera un gesto, sería precisamente este: su expresión marcada por la desesperación, la tristeza y desesperanza. Llora en silencio, gritando por ayuda, y soy el único que escucha atentamente. Después de todo, soy yo quien ahora está a punto de empujarlo al vacío. Me he convertido en el verdugo.

—Lo he intentado e intentado, pero no puedo soportarlo más. —Aguarda unos segundos, sin embargo, no consigo hablar, no encuentro las palabras—. Tenías razón, es decir, mírame Duncan, soy la decepción encarnada. Te amé durante todos estos años y no me atreví a enfrentarlo sino hasta ahora, que me encuentro al borde de la muerte y no tengo salvación. Hice muchas cosas estúpidas. Engañé a June y la herí, ahora me odia, así como seguramente tú en este momento. Soy una terrible persona después de todo.

Creo que puedo entender su punto, y realmente espero no estar equivocado.

—¿Realmente eres tan terrible como dices? Porque lo único que veo en ti es mi vivo reflejo. —Mi voz apenas es audible y aunque lo intento, no consigo sonar del todo convincente—. Sé que para ti no ha sido fácil aceptar lo que sientes, no te dejaste llevar por temor. Yo también temía por el daño que pudiera causar, y soy aún más terrible, porque pese al esfuerzo herí a alguien que me importa, a ti.

—¿Te importo? —ironiza. Mis palabras solo parecen haberlo herido más—. ¡Jamás te importó lo que yo sentía! Ni antes, ni mucho menos ahora.

—¡Claro que me importas!

—Porque soy tu mejor amigo —apresura.

¿Y eso es nada?

—¡Eres mi hermano maldición! —El eco de mi voz prevalece durante unos segundos antes de ser arrastrado por la brisa—. ¿Sabes el significado que tiene eso para mí? Estuviste desde el comienzo, en la peor etapa de mi vida. Te convertiste en mi medicina, mi consuelo y mi soporte. Y tienes razón, fui un imbécil por haber ignorado tus sentimientos, pero tenía miedo. Siempre estuve asustado y completamente cegado, viviendo entre las sombras de un pasado del que durante todo este tiempo intentaba huir. Siempre quisiste saberlo, ¿cierto? La verdad detrás de todo mi comportamiento de perro.

Aprieta los labios y sé que, efectivamente, lo que estaba esperando.

Hablar de mi pasado en esta situación me ayuda a aclarar mi mente, pero no me libera.

—Con esto no intento convencerte ni justificar mi comportamiento. Simplemente expongo mi alma ante ti porque es algo que debí haber hecho hace tiempo. Debí ser sincero, así como ahora, principalmente porque no quiero volver a perder un hermano, Jake. Soy yo quien merece tu odio después de todo lo que te hice. Merezco el peor castigo de todos.

Merezco vivir en este infierno. Después de todo, así como sucedió con mi hermano, su novia fue quien sirvió de impulso en su salto, y yo, para Jake, me he convertido en todas esas malas decisiones que lo llevaron a pararse en esa orilla.

Haría lo que fuera... Estoy dispuesto a lo que sea con tal de que la misma historia no se vuelva a repetir.

—Estoy perdido —manifiesta—. Jamás volveremos a ser los mismos, sobre todo ahora, que, tras mi confesión, habrás intuido que June es una posible portadora. De ser así, eso será por culpa mía.

Contemplo mis pies y con los ojos cerrados niego con la cabeza.

Los tres nos iremos al infierno después de todo. No puedo negarme ante la existencia de esa realidad.

—Si hay algo que puedo asegurar, es que jamás harías algo para dañar a alguien intencionalmente.

Jake, tras contemplarme durante un largo instante, eleva la mirada hacia el cielo: «Perdóname por esto», dice en voz baja y se mueve un poco hacia atrás, situando sus talones al borde de la línea que lo separa del abismo.

El corazón se me escapa al pensar que está completamente preparado.

Quiere dar nuestro tiempo por terminado. No puedo permitir que algo así suceda.

—¿Recuerdas tu teorema? —suelta de pronto. No podría olvidarlo—. ¿Lograrías hacer algo por mí?

—Lo que sea mientras que no lo hagas.

—Cambia las reglas y deja a June.

Un balde de agua helada se cierne sobre mí y durante un segundo creo que me tiemblan las piernas.

Me pregunto por qué hace esto. ¿Por qué debo decidir entre la única chica que amo y la que me cambió la vida, y mi mejor amigo?

El recuerdo de June me basta para saber que estas no son cosas que los mejores amigos hacen. Los de verdad ponen por delante a otras personas más que su propia felicidad, no son egoístas ni hacen daño, sonríen para otros, aunque por dentro estén rompiéndose en mil pedazos. Así es como ella lo hace, y yo también quisiera poder ser capaz, sin embargo...

—Es doloroso descubrir que no somos amigos de verdad.

—¿Qué dijiste? —pregunta.

—Lo siento, pero no puedo dejarla.

—Rompiste tu promesa, Duncan. —Intenta plasmar una sonrisa y se impulsa hacia atrás, dejándose caer al vacío.


Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
La inocencia prohibida ✓Where stories live. Discover now