Capítulo 29

5.9K 755 328
                                    


SOLO A TI DE MIL MANERAS

"De una pequeña chispa puede prender una llama".

—Dante.


JUNE

Cuando terminamos de recortar son cerca de las nueve de la noche.

Ha sido un día largo.

Maya se ha marchado antes, casi a la misma hora que los demás. Nos ayudó muchísimo. Por otro lado, Alexis no regresó al trabajo, lo que me lleva a dejar los afiches sobre su escritorio.

Al salir de la empresa, como soy la última, cierro con todo con seguro.

Duncan se ha ofrecido en acompañarme a casa, y no encuentro un motivo para impedir que lo haga, así que lo dejo.

—Es agradable pasar el tiempo contigo —confiesa mirando a través de la ventanilla del taxi.

—¿Quieres pasar un momento? Es decir... Luego de que mi madre se quede dormida...

—Me gustaría —interviene justo cuando empiezo a tartamudear.

El taxi frena, pago y bajamos.

—Bien, iré por... —Señalo la entrada a mi edificio.

—Ajá...

—Y tú ve por...

—Lo sé. —Contempla las escaleras de emergencia y de regreso a mí.

Es extraño verlo tan jovial y para nada indiferente.

Me agrada.

—Bien. —Me alejo.

—June. —Me llama.

Volteo.

Termino contra él, y mis labios inesperadamente contra los suyos. Al comienzo el asombro puede conmigo, pero luego, aunque no lo parezca al tratarse de Nueva York, siento como si nos encontráramos solos, nosotros dos, rodeados de una extraña paz. Sus brazos me sostienen seguros. Sus labios suaves, cálidos y frescos. Me sustraigo a él. Luego de unos segundos se aparta, y sus ojos oscuros llenos de deseo estudian mi expresión.

—Lo siento, no me pude resistir —dice casi con timidez.

Su confesión me ayuda a recuperar el aliento, pero Duncan no tarda en manifestar arrepentimiento. ¿A qué se debe?

—¿Te espero arriba? —pregunto cuando más bien debí tan solo asegurar.

Me ha confundido y ahora tan solo siento miedo por lo que él pueda decir.

Lo contemplo durante los que parecen ser los segundos más largos de mi vida, completamente a la espera, casi con espanto ya que ahora más bien parece estar dudando.

Me suelta y aliviada lo veo perderse en la oscuridad del callejón por el cual se llega a las escaleras de emergencia.

¿Pero qué pudo ser aquello?

Deseo averiguarlo con la misma vehemencia que me impulsa a subir las escaleras. Por un segundo me lo imagino ascendiendo del mismo modo y separado tan solo por unos cuantos muros.

Estúpidamente sonrío y al llegar a mi piso tropiezo con Margot, por poco y la atropello. Es una mujer de aproximadamente metro cincuenta.

—Buenas noches —saludo y cuando abro la puerta mi madre se asusta al verme. Está sentada en ese sofá en el que siempre espera por mí.

La inocencia prohibida ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora