Capítulo 32

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Inseguridad

"Amor y deseo son dos cosas diferentes; que no todo lo que se ama se desea, ni todo lo que se desea se ama".

—Don Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes.


JUNE

Mientras llamo a la puerta, cada golpe me sienta terriblemente mal.

Debí ser sincera, pero el maldito miedo y las inseguridades...

Soy una cobarde y no debería excusarme.

Mi nivel de estupidez es desbordante.

El paso del tiempo me preocupa.

¿Desde hace cuánto permito que la inseguridad y el miedo actúen por mí? ¿En dónde quedó la mujer determinada que antes era?

Saboreo el gusto amargo que tiene el silencio cuando las luces del pasillo se apagan automáticamente, abandonándome en profunda oscuridad.

No abrirá.

Dejo descansar la cabeza en la puerta mientras el peor de todos los pensamientos se revela por segunda vez.

Duncan no abrirá la puerta de su apartamento.

Quién diría que la oscuridad habría de propinarme semejante lección.

Siento un gran dolor en el pecho.

Es irónico darme cuenta de cuánto cambié. ¿Qué le había dicho a Anton aquella vez en la que estuvo a punto de perder a Violet?

Estás estúpidamente enamorado, pero por equivocarte en la que probablemente es la más importante decisión, la acabas de perder.

Ahora siento miedo.

No quiero perder una oportunidad con Duncan.

Eso es lo que quiero. Una oportunidad con él.

Anton debió sentirse así, por poco al borde de la desesperación en frente de una puerta que él mismo cerró.

No. Todavía más irónico aún es que la persona que más te lastimó, resulte ser la que al final te abrió los ojos.

De repente siento que me desmorono, todo por dentro se cae a pedazos, pero la sensación es tan real que abro los ojos al tiempo en el que mi frente se estrella contra una gran pared humana.

Es cálido.

Y está desnudo. La luz del pasillo se ha encendido y su pecho es lo único que consigo ver. Tengo los ojos inesperadamente nublados.

Avergonzada tomo distancia, pero Duncan se precipita y rodea mis hombros con su brazo, pegándome a él con mayor fuerza.

Respiro la fragancia de su piel y mi corazón recibe calma y gran alivio. Creí que me odiaba.

—Dun...

—Silencio.

—Estás...

—Silencio. —Suena molesto, pero no puedo comprobarlo ya que me tiene pegada a él.

—¿Qué estás...?

Suspira en señal de frustración.

—Necesito procesarlo —dice.

—¿De qué hablas?

—Esto del amor es una pérdida de tiempo, probablemente eso es lo que piensas, pero aun así...

La inocencia prohibida ✓Where stories live. Discover now