4. Cuando den las Doce II

1.3K 68 15
                                    

¿Alguna vez leyeron o escucharon hablar sobre el famoso libro: "Travesuras de la Niña Mala"?

No importa si no ha sido así, yo te daré mi propio resumen de la obra maestra de Mario Vargas Llosa en el enfoque de mi vida:

Una cruda historia sobre dos jóvenes sin sentido de orientación en la vida y el amor, en donde el chico se enamora sin ser correspondido, como suele suceder en la mayoría de los casos, de una adorable niña cuya único defecto es que la impúber muchachita no solo es el amor de su vida, sino también el tormento de esta; seductora, aventurera, inconformista y manipuladora a la que no podrá llegar a odiar algún día, no por causa de su incorregible amor, sino porque sin importar lo que la niña mala haya hecho, el amor y la pasión de sus encuentros era más de lo que ambos podían soportar.

Y en eso se basó todo; en una serie de innumerables encuentros accidentales, fortuitos, abismales y desesperados que provocan en el protagonista de la obra una serie de transformaciones personales, la niña mala poseía el talento innato de tomar las inhibiciones del niño bueno y arrojarlos por la ventana, haciéndolo sucumbir a sus ambiciones.

Les hago esta referencia, que no le rinde la justicia necesaria a tan maravillosa obra, porque quisiera que entendieran lo que siempre trato de explicar cuando hablo de mi propia historia; la razón porqué Artemis, así como lo plasma Llosa, y sin importar cómo acabaran cada una de nuestras guerras, siempre sería mi niña mala porque yo siempre seré su niño bueno.

Le conté historias, le serví tragos de ese asqueroso licor dulce que tanto amaba y la invité a bailar conmigo todas esas canciones que tanto le gustaba escuchar en nuestros viajes en auto. Si, habíamos acumulado muchísimos momentos.

—Recuerdo esta foto —rio tomándola entre sus dedos, era lo bastante alto como para que mi cabeza golpeara con una que otra fotografía. Sonreí.

Entre sus manos sostenía la imagen de una versión nuestra, tres años más jóvenes, posando frente a la playa. Fue la primera vez que Artemis visitó el mar. Imposible de creer para muchos, fácil de entender si conocías un poco cuál era su verdadera historia y todas las batallas que librara a diario. Para ella, el tiempo era verdaderamente efímero y escaso.

Sus ojos no dejaban de brillar ese día, no sentía frío ni calor, se espantaba con cada pequeña alga que se enredaba en sus pies y saltaba histérica a mis brazos. Fue una buena fotografía tomada por un turista. En ella, Artemis estaba sobre mi espalda, el atardecer pintó el paisaje con tonos anaranjados y un poco de brillo rosado, sonreía de manera hermosa mirando hacia la cámara mientras yo trataba de mirarla a ella.

Continuó: —Te negaste a usar protector solar y te provocaste una insolación cuando cayó la noche.

También lo recuerdo, estaba mortificado pensando que había arruinado una bonita tarde, pero a ella no le importó habernos tenido que ir más temprano. Cuidó de mí esa noche. Algo bastante común entre ambos, supongo. Nos salvábamos constantemente y adoraba dormir arrullado entre sus brazos.

—Te veías ridícula gritando por las algas —comenté, sus ojos se habían perdido en algún pensamiento distante y una sombra oscura tiñó sus ojos.

Pareció despertar de la penumbra y me observó confundida por un segundo. Luego, cuando su mente repitió lo que acaba de decir, golpeó con algo de fuerza en mi brazo y continuó riéndose de las fotografías.

—Supongo que si —dijo, se alejó de mí y sacó su teléfono del bolsillo de mi chaqueta colocada sobre el mantel. Me miró divertida y con dulzura—. Creo que a este álbum le faltan muchísimas más fotos que aún no se han tomado.

#1 | Boulevard de los Corazones RotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora