31 | Relatos de una Adolescente Hormonada

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Capítulo Treinta y Uno

Al cabo de unos kilómetros llegamos a Spring Brest, el pueblo del que hablaba Acacia, el cual estaba abarrotado de gente con pintorescas prendas y una alegre música inundaba el lugar. El festival parecía un corso de Brasil si me lo preguntan. Al pasar con la moto por los cerrados espacios entre la gente, nadie se nos paraba a mirar raro por cargar a un inconsciente o por un posible homicidio. Nadie. Todos se encontraban enfrascados en la danza y los fuegos artificiales.

— Debemos encontrar un motel para pasar la noche —informa mi hermana dejando la moto amarada a un faro—. Por aquí.

Da la sensación de que Cia conocía las calles del pueblo pero eso es algo que no puedo comprobar.

Al llegar a la puerta del establecimiento, Firulais decide echarse en la entrada resguardada. El motel al que nos lleva mi hermana se llama "Casa Amor", algo muy conveniente para la situación. Nótese el sarcasmo.

La recepcionista del lugar, algo regordeta y con unas gafas de pasta roja, tiene la boca algo abierta mientras intercala la mirada entre nosotros y Gabriel. Si señora, lo hemos asesinado y luego vinimos con el cadáver a un motel.

— Hola nos gustaría reservar —Acacia se gira y nos cuenta con el dedo—... unas 3 habitaciones.

La mujer acomoda sus lentes—. Oh si, si, claro. ¿Con que abona?

Todos nos quedamos mirando. Bueno, creo que debo ir mentalizándome de que dormiré en una banca.

— Ustedes le explicaran esto a mis padres —refuta Jack estirando una tarjeta de crédito dorada. La señora nos entrega las llaves luego de pasar la brillante tarjeta por la maquina.

— De acuerdo, yo dormiré con las chicas y ustedes estarán divididos, Jack con Austin y Ash con el muerto. ¿Alguna duda? —explica Acacia entregando las llaves de las habitaciones. Verdaderamente, ella es la jefa después de todo.

Nos separamos y cada uno se fue a su habitación. El espacio era pequeño, normal, con una cama matrimonial, un sofá individual y una pequeña mesa, un televisor de antena y lo que parecía la puerta al baño. Al final de muchas discusiones y almohadas de proyectiles, terminamos durmiendo las tres apretujadas en la cama matrimonial.

La alarma suena. No, mentira. La puerta suena, más bien es aporreada. Como si la fueran a tirar abajo de un golpe. Gruño viendo como ninguna de las dos chicas a mi lado tenían la intención de moverse, me levanto de mi costado de la cama con pereza y camino a la puerta.

— ¡Ya voy, mierda! —grito abriendo la puerta, y en ese mismo instante, siento que mi espíritu sale de mi cuerpo y sale corriendo por el pasillo. Adiós vaquero.

Gabriel Bolton. Un Gabriel Bolton muy pero muy furioso, tan furioso que toda su cara estaba roja y su respiración era pesada. Carajo, no pensé que este momento llegaría.

¿Acaso piensas que seguiría desmayado hasta que vuelvan a Nashville idiota?

— Harrison... —advierte en voz baja.

Sonrío con inocencia

— Bolton.

— ¿¡Dónde demonios estoy?! —espeta furioso entrando a la habitación. Ante el grito, Acacia y Faith despiertan.

— Oh pues... en un pequeño pueblo —encojo mis hombros. Gabe me mira como si fuera una maldita loca, y tal vez lo soy.

— ¿Sabes que te denunciaré? ¡Me golpearon en la cabeza y me trajeron aquí sin mi consentimiento! ¡Esto es secuestro, Harrison!

Enamórame, Gabe  #1Where stories live. Discover now