Un ataque más, pero uno distinto

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Castiel

Estuvimos viendo una película y me enseñó a jugar ajedrez, aunque no dejaba de preguntarme ¿Quien trae una tabla ajedrez? Aun así, me demostró que podía ser muy paciente para enseñar y que no importaba cuantas veces moviera mal el caballo, él me seguiría mostrando el movimiento una y otra vez, claro que dijo que jugaríamos todos los días una hora, hasta que aprenda. 

Estábamos por salir a almorzar, habíamos desayunado tarde así que no teníamos tanta hambre. Cuando ya estábamos listos, sonó la puerta y de nuevo estaba el inspector. Tenía cara de pocos amigos y se le notaba muy enojado. Sentí de inmediato como Nathaniel se tensaba a mi lado y retrocedía unos pasos.

— Señor Nathaniel, necesitamos hablar a su casa para que pueda regresar y lo vea un doctor. 

— No, no por favor. Haré lo que sea necesario, la firmó un documento eximiéndolo de sus responsabilidades como docente sobre mi salud, pero no quiero volver — Parecía estar seguro de sí mismo, aunque le temblaba un poco el labio inferior. 

— Así no se solucionan las cosas señor, debemos avisar a su padre de su estado de salud. — Bajo su  tono de voz, intentaba hacer que Nath le diera el número o eso simulaba. 

— No. Puedo cuidarme solo, la enfermera solo... 

— Es doctora y dijo que necesitaba reposo y cuidado especial, no estar en el proyecto que se empezará a realizar, no necesito ser niñero de nadie, además sus padres son los más adecuados para cuidarle. Deme el número. — Lo interrumpió.

— Es que, usted no entiende, no puede llamarlos, no puede — Empezó a repetir una y otra vez, el inspector intentó acercarse pero para mi sorpresa Nath le dio un golpe en tan fuerte que lo dejó en el suelo, se veía tan enojado y cuando intente acercarme, también me golpeo. 

— Pero qué le pasa, eso es una falta grave. Me canse, no se que le sucede, ni que se cree, pero regresará a su casa mañana, vaya recogiendo sus cosas. — El inspector se levantó, recogió sus documentos y salió de la habitación. 

— ¡No! ¡He dicho que no! — para mi sorpresa Nath salió detrás del inspector y no precisamente a hablar. 

Seguí al delegado antes de que se meta en más problemas, si quería quedarse, tendría que buscar otra forma, porque golpear al inspector no sería una solución sino más bien un lío que le perjudicaría hasta con su padre, si este se enteraba. 

Lo alcance a abrazar por la espalda, empezó a golpear más fuerte, se movía como desquiciado para que lo suelte y gritaba que no pensaba regresar a su casa. No sabía cómo calmarlo y el inspector se había parado a observar qué pasaba 

— Seños Castiel, cuando logre calmar a su amigo venga a mi oficina. Y venga solo, no quiero ver al  delgado que más parece un salvaje. 

— Si inspector. Gracias — No sabia de que quería hablar, pero si quería ayudar a Nath debería ir. 

El inspector se alejó y Nathaniel empezó a removerse aún más fuerte, diciendo que debía hablar con él y que no lo podían regresar a su casa. Estaba asustado, nunca me imagine al delegado tan fuera de sí, siempre había sido tan centrado. Lo acerque más a mí, sí eso era posible y empecé a cantar en voz baja, para que suene más arrulladora. A decir verdad, pensé que no estaba funcionando, porque empezó a pisarme los pies, para que lo suelte; sin embargo, no pare hasta que sentí que hacía peso muerto y ya no luchaba. Como peso muerto, si que pesaba, así que solo me senté en el suelo, con él entre mis piernas y no lo deje de abrazar y cantar contra su oído. Por suerte, no había nadie por ahí. 

Una propuesta, un beso y el mundo enteroWhere stories live. Discover now