La historia (parte 2) y un poco chocolate

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En la habitación

Castiel

Castiel había llegado justo para la inspección. Se puso pijama y abrió la puerta.

— Hola Señor Castiel. Me dijo la enfermera que Nathaniel se encontraba delicado de salud, por lo que queremos el número de su casa para que lo vengan a traer.

— No creo que Nathaniel se quiera ir, yo lo puedo cuidar, no me molesta en lo más mínimo.

— No, el debe volver a su casa, ya que necesita ser cuidado de verdad — Pasó a la habitación sin esperar una invitación, dirigiéndose a nuestro cuarto.

— No puede entrar así, no tiene derecho — Hasta eso ya logre ver a Nathaniel despierto y alerta.

— Señor Castiel, Nathaniel debe volver a casa — Yo ya tenía la vista fija en Nathaniel, este sólo negaba asustado.

— No me quiero ir, por favor — El inspector se fijó en Nathaniel cuando este hablo — Puedo hacer lo que quiera, pero no me regrese.

— Debes darme el número de tu padre, para que venga a verte. — Al hombre parecía darle igual, el como Nath estaba.

— ¡NO! — Entonces empezó a llorar y a querer salir corriendo, pero el inspector lo sostuvo.

— Necesito el número a-h-o-r-a — lo miro fijamente y al ver que no respondía lo sarandeo.

— Hey eso es abuso de autoridad — Lo empuje y este soltó a Nathaniel.

A penas se vio libre salió corriendo de la habitación.

— Esto lo ocasionó usted señor. No llamará a nadie. Yo lo voy a cuidar y salí corriendo atrás de Nath.

Nathaniel

Apenas me soltó, yo salí del cuarto, de la habitación y corría lo más rápido que podía. No quería más castigos, me debía ocultar. Pero me empezó a faltar el aire y me tuve que sentar.

Sentí una mano en mi hombro y me tense. El inspector haría que le dé el número y en la casa me iría mal. Sólo empecé a temblar y llorar.

— Hey, tranquilo. Soy yo, mirame — Cuando alce la vista era Castiel, me sentía seguro, pero los temblores no habían parado y yo seguía llorando.

Hasta que sentí que Castiel me cargaba en sus piernas y ponía mi mejilla en su pecho. También empezó a cantarme una canción de cuna, hasta que me tranquilice.

— ¿Te quieres bajar? — Preguntó, yo solo negué, entonces Castiel sólo se separó un poco — Sigueme contando tu historia — Yo asentí.

— Cuando tu me rechazaste, mi hermana consoló. Pero entonces mi papá me regaño por ser tan débil y dijo que me enseñaría a ser un hombre. Esa misma noche mientras todos ya se fueron a dormir, el entró a mi cuarto y empezó a golpearme.

— Todavía recuerdo que el primer golpe fue en los muslos y cada que le pedía que parará me golpeaba más fuerte, el último golpe fue en la espalda, me quede sin aire. Y me desmaye.

— Al día siguiente mi madre me dejó faltar a la escuela y le pidio a mi padre que ya no me golpeara pero fue peor. Esa misma noche me volvió a golpear y me amenazó diciendo que no le podía decir a nadie o me iría peor.

— Fue cuando mejore en notas, así evitaba algunos golpes, pero como soy tan inútil y estúpido, seguía siendo un débil en cualquier deporte.

— Una vez, en el básquet, mi padre me fue a ver y vio que yo estaba sólo en banca, esa misma tarde me hizo vestirme como mujer y salir a la calle, me humilló todo lo que pudo, que a todos les decía que tuvo un hijo marica.

— Entonces, una clase vimos derechos igualitarios, mujer y hombres los mismos derechos y las mismas oportunidades, esa tarde llegue hecho el valiente y le di toda una cátedra de por que no martirizaba usar vestidos, fue la gota que derramó el vaso. Salíamos a vacaciones, así que mi padre me obligó a llevar vestidos y faldas cortas siempre que salíamos, me sentía tan sucio, por que la humillaciones eran cada vez peores.

— Al año siguiente, la directora aviso sobre mi buen promedio y lo bien que se me daba leer, mi padre aceptó que este en el club de lectura pero todas las noches me golpeaba, por cada página que leía cuando tenía sueño. Fue un suplicio, pero lo logre, empecé a poder estar despierto hasta las 2 de la mañana leyendo. A esa hora mi padre se iba a dormir, ya no me golpeó por un mes.

Ya no podía más, simplemente recordar todo me había dejado mal, así que intente levantarme para irme pero Castiel me sostuvo.

— Toma — Me dio una pastilla y agua. Cuando acabe de tomarmela, me abrazo fuerte. — Llora, puedes llorar todo lo que quieras, mañana u hoy mismo en la tarde puedes seguir contandome. Tienes todo el derecho a estar triste y llorar.

Sin pensarlo mucho pase mis brazos por su cuello y empecé a llorar. Me sentía patético, pero que alguien este ahí para sostenerte sin juzgarte, hace que te sientas mejor.

Castiel

Me partía el alma ver al prefecto tan roto, yo solo lo molestaba más estando en el Instituto.

Poco después sentí como se calmaba y apoyaba su cabeza en mi hombro — Tengo hambre — Susurró, a mi me hizo sonreír por lo tierno que se había escuchado.

— Vamos a desayunar — Nathaniel sólo asintió y se bajo de mis piernas. — Primero iremos a que te laves la cara, te cambies de ropa.

Regresamos a la habitación, los dos nos cambiamos de ropa, salimos hacia un comedor común que había, porque en la habitación no teníamos preparado nada.

Al llegar tan tarde éramos sólo los dos, así que nos sentamos a comer y hablamos de música lo que demoró el desayuno. Nathaniel tomó la pastilla nuevamente y quería salir a comprar dulces.

Fuimos a una dulceria cercana y Nathaniel parecía un niño cada que veía una chocoloatina que a el le gustará.

— Mira Castiel, está tiene cacao al 100%. Es un poco amarga pero es mi favorita y buena para la salud.

Yo sólo asentía, hasta que Nathaniel fue a pagar y venía hacia mi con dos fundas de dulce.

— Espero que no te acabes esto hoy — Señale la fundó y el negaba mientras abría una funda de chicles — Dame te ayudo a llevar.

No sabía cómo alguien tan roto podía sonreír tan hermoso.

Recién eran las 2pm algo se me decía ocurrir para pasar el resto del día.

Una propuesta, un beso y el mundo enteroWhere stories live. Discover now