Capítulo 38: Algo muy gracioso

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Mientras entraba no solté la mano de Doménico, me daba miedo dejarlo solo con esa fatal pareja, así que decidí algo que no pensé que fuera a hacer el día que llegué aquí.

—¿Puedes acompañarme en esta sesión?—le pregunté a Doménico con voz muy baja.

—¿Por qué quieres eso?—preguntó él extrañado.

—No quiero que estés solo con la “alegre pareja”—dije todavía más bajo que lo anterior.

En eso habíamos llegado y por un momento Doménico pensó en entrar en la sala de siempre pero al ver a Anna y a Yezca besándose en el sofá que normalmente comparte con Lucy él me siguió hasta mi oficina. Anna salió del beso con Yezca—quién por cierto se veía molesto porque esperaba más que un simple beso—y se dirigió hasta nosotros.

—¿Se puede saber a dónde vas?—le preguntó a Doménico con las manos en las caderas y con una mirada acusadora.

—Voy a acompañar a Charlotte—dijo Doménico con su hipnótica mirada acompañada de su dulce sonrisa.

—¿Y quién te dijo que eso estaba permitido?—preguntó ella volteando para otro lado no ver a Doménico a la cara, Yezca parecía molesto ante esta situación pero no le presté mucha atención ya que Yezca me importa tanto como una piedra.

—Yo se lo di—dije de una forma tranquila.

—No puedes—dijo Anna molesta conmigo.

—Pero…—iba a discutir hasta que Doménico tomó la palabra.

—No te preocupes—me dijo él tranquilizadoramente, luego volteo a ver a Anna—yo sólo pensaba que tú y Yezca querían estar solos. Pero ya que veo que no me pido el lugar en medio de los dos—terminó Doménico con un tono inocente.

Anna durante las palabras de Doménico tuvo una sonrisa picara—la verdad dudo que estuviera escuchando algo después de la oración “estar solos”— y cuando escuchó que Doménico había terminado habló rápidamente.

—No, no te molestes. Acompaña a tu…”chica”, por mí está muy bien…—dijo dos palabras de una forma especial. La primera: la palabra “chica” que dijo como si no hubiera una mejor forma de referirse a mí y la otra palabra fue “bien” que alargó mientras se notaba que dejaba “volar” su imaginación.

No me corresponde decir que pensaba pero en la cara se le veían esas ganas que sólo determinadas personas pueden hacer notar con tanto descaro y no sentirse avergonzadas.

Con la última palabra ambos entramos a mi oficina. Me dio un poco de ternura ver como Doménico veía todos lados como pensando donde podría estar, parecía un perrito sin dueño.

—Siéntate en el sillón al cabos nadie lo usa—dije yo señalando al enorme sillón negro que solo había utilizado una vez Alison para descansar un poco.

—Bien—dijo él y se sentó mientras yo esperaba a que Jacob entrara por la puerta.

Estuve un rato y nada. Solo esperaba que mi tiempo no comenzara a correr todavía porque estaba segura que ya había pasado cuando menos unos veinte minutos de la hora que normalmente uso para entrevistar a los “juguetes”.

De pronto la puerta se abrió y Jacob entró por la puerta tan despreocupado como siempre, por lo menos él no era un manojo de nervios como las otras.

—Hola Jacob—dije muy sonriente.

—Hola pequeña Charlotte—dijo él sentándose frente a mí.

—Bueno al fin nos vemos—dije yo ansiosa porque acabara su historia.

—Si—dijo él algo desinteresado.

Cae Nieve en el InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora