Capítulo 30: Una historia de arrepentimiento

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Violeta sólo se me quedó viendo como si ella me estuviera analizando a mí, me quedé unos segundos viéndola hasta que me animé a hablar.

—¿Porqué me miras?—pregunté viéndola con ojos de extrañada.

—Me preguntó cómo te verías con botox—dijo ella mirándome detenidamente.

—¡¿Me quieres matar?!—grité.

—No—dijo ella con una carcajada— me refiero que me preguntó cómo te verías si fueras una de esas personas superficiales adictas a la juventud.

—Supongo que no muy bien—dije yo mientras seguía viéndola.

—¿Te imaginas poner el veneno más letal de la tierra en manos de personas vanidosas?—dijo Violeta viéndome.

—No me lo imagino, ahora contesta a mi pregunta—dije yo enojada.

—¿Qué pregunta?—dijo ella con una sonrisa inocente—Tú no preguntaste nada.

Demonios tenía razón, odio cuando yo me equivoco y las personas tienen razón. Dirán que soy egoísta pero la verdad me tiene sin cuidado.

—¿Me dirás lo que quiero saber?—pregunté enojada.

—Si eres más especifica si—dijo ella.

—¡Ya cuéntame tu casi asesinato!—grité.

—¡Ya voy! Dios, no tienes que enojarte—dijo ella enojada.

—Pues comienza—dije yo.

—Como ya has de imaginar me tuve que mudar de nuevo porque no me iba a arriesgar a que alguien me reconociera pero no me iba a mudar inmediatamente para levantar sospechas, un mes después me mudé a otro estado y encontré trabajo en una galería de arte.

»Un día mientras llevaba uno de mis cuadros pasé por una calle y vi a una chica de unos dieciséis años en la calle pidiendo dinero, tenía cabello negro muy ondulado y unos ojos azules como el cielo, su piel era blanca de un tono rojizo. En cuanto a su ropa eran harapos descoloridos y lo único especial era que llevaba un gorro para invierno—dijo ella asqueada.

No sé si Violeta se había dado cuenta pero técnicamente se había descrito a sí misma, pero no dije nada porque realmente no sentía que fuera un comentario basado en algo o que llevara a algún lugar.

—Cuando se acercó  le di unas monedas y comencé a hablar con ella, recuerdo que le pregunté que si alguien más le había dado dinero y ella contestó que no, luego le pregunté cuando fue la última vez que comió y me espanté al oír que no había comido en una semana—dijo ella para luego hacer una pausa.

—¿Una semana?—pregunté sólo para obligarla a hablar más.

—Si una semana, la verdad sentí tanta pena por la pobre chica que la invité a desayunar a mi nueva casa, le dije que pusiera una bolsa que traía en el sillón pero ella decidió no hacerlo porque tenía cosas muy importantes en ella, yo sólo dije que estaba bien y comencé a preparar algo de comer.

»Mientras esto ocurría ella veía la casa, ofreció ayudarme pero le dije que se paseara porque la verdad a mi no me gusta que las personas estén estorbando en la cocina.

»A decir verdad la chica parecía un perrito sin dueño porque a todo se acercaba asustada, no entiendo porqué quiso venir pero bueno ya estaba ahí. Cuando la llamé para que se sentara lo hizo rápidamente y cuando puse el plato frente a ella vi como abría mucho los ojos como si jamás hubiera visto comida en su vida…—dijo ella hasta que la interrumpí.

—Pobre niña—dije yo.

—Sí y cuando comía con cada bocado daba sonidos como de orgasmos—dijo ella viéndome para ver qué cara ponía.

Cae Nieve en el InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora