Más cerca.

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Los ojos azules observaban el plato con rechazó. El filete de carne y la pasta a simple vista se veían deliciosos, pero su cerebro enviaba un claro negativo en forma de nauseas cada vez que se imaginaba comiendo eso.

Los últimos días habían sido tranquilos desde que Chuck llegó. Castiel estaba más centrado, más consciente de lo que era real y de lo absurdo de sus miedos. Se llevaban relativamente bien, aunque nunca habían terminado de decir todo, era suficiente con el presente.

Pero los síntomas de algo peor que alucinaciones se abrían paso. Cas había soportado las náuseas el día anterior y el anterior a ese, pero hoy no podía probar bocado. El solo pensarlo era motivo para sentir su estómago revolverse.

- Cas, ¿Por qué no comes? – La voz de Dean le sorprendió, mirándolo como si no entendiera a que se refería.

- No tengo hambre. – Mintió.

- ¿Seguro que estas bien, Cassie? – Intervino su hermano mayor.

Con mucho esfuerzo, logró  que le permitieran retirarse a su habitación. Aunque la sensación seguía allí, no era tan fuerte si se acostaba y pensaba en otra cosa que no fuese comida.

Su padre entro mucho rato después, con una taza de té en manos.

- Por favor, no puedes quedarte con el estómago vacío. – Insistió.

No quería decirlo, pero Cas sabía que todos lo pensaban. "Ya no eres un ángel. Eres humano y debes cuidarte" Le frustraba sentirse tan frágil que todos debieran cuidar de él, no era así como le habían educado. Un soldado se vale de sí mismo. Pero ya no lo era. Solo era un soldado descuartizado en el campo de batalla. Inútil. Desechable.

Agradeció y tomó entre sus manos la taza. El olor le hizo retroceder un poco de la infusión. Sopló y ya tenía algo en el estómago para que todos dejaran de preocuparse. No duro demasiado en su interior.

Un minuto después, Castiel estaba hincado enfrente del inodoro sintiendo que lo próximo que vomitaría serían sus órganos. Chuck calmó sus náuseas y le relajó hasta que se durmió.



- Está comenzando, ¿Cierto? – Pregunto Gabe, esperanzado en que solo estuviese enfermo del estómago.

Su padre asintió para luego refregar su rostro entre sus manos, deseando borrar toda realidad existente.

- ¿Qué está comenzando? – Interfirió Sam, con su hermano también presente.

Gabriel y Chuck se miraron un segundo, buscando entre sí la respuesta correcta o más adecuada para no herir a los humanos.

- Castiel se va a morir. – Termino por decir el arcángel, tragándose todo el sentimentalismo y fingiendo que no le importaba.

- ¿Qué? ¿Bromeas? – La cara de Dean se deformó en total furia.

Nadie le dio una positiva a su pregunta, por lo que los hermanos tuvieron que aceptar la verdad, pero no iban a hacerlo.

- ¿No puedes hacer nada? – La desesperación se plasmó en los ojos de Sam. – Lo que sea. Tal vez un hechizo, gracia de otro ángel... ¡No lo sé! ¡Algo que podamos hacer!

- No. – Sentencio Dios.

- Pero puedes revivirlo de nuevo, ¿No? – Indagó el cazador mayor.

- Castiel no desea eso. La historia se repetiría una y otra vez, no es lo que él quiere.

Gabriel no sabía sobre eso, sobre aquella conversación. Era duro escuchar como su hermano se había dado por vencido sin siquiera estar seguro de cómo serían las cosas. También era difícil para los Winchester, creyendo que serían los cuatro eternos en su imaginación de un mundo ideal, se golpeaban con la pared de que su ángel sería el primero en caer... y rendirse. Porque aunque las cosas habían ido mal en el pasado, jamás se habían rendido, no del todo; sin embargo  también sabían que Cas no les haría cargar con una sucesiva de muertes inevitables, y que su locura constante.

- Entonces... ¿Así termina? –

La voz de Jack les tomó por sorpresa a todos, pero peor fue verlo. Las lágrimas corrían a cada lado del rostro del nephilim, sin control alguno. Sus hombros sufrían pequeños espasmos en medio de sus sollozos. Era un niño. Un niño enterándose de que su papá se iba a morir. No es algo que un niño pueda soportar.

Sam le abrazó, pero eso no paro ni un poco su llanto. Jack se sentía tan impotente como el resto, o incluso más. Si tuviese sus poderes, podría al menos intentarlo. No podría salvar a su padre, principalmente porque él no quería que lo salvaran.

El cazador le soltó de apoco y alguien empujó con suavidad su hombro para que se girara. Los brazos de Castiel se sentían más cálidos que otros. Quería disculparse por no hacer algo por él, pero sabía que el ángel jamás se lo pediría aunque fuese posible.

- Debes ser fuerte, pequeño. La vida no es tan brillante como aparenta, mamá te lo dijo. – Susurró el ángel a los oídos del menor. – Pero yo estaré contigo, no importa la muerte o la distancia, hijo. 

Padre...Where stories live. Discover now