El hombre detrás de la puerta.

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Despertó con un nudo en la garganta y los ojos llenos de lágrimas. Pensó que el miedo era la emoción más fuerte que podía sentir, pero no estaba preparado para esto. Algo aprisionaba su pecho y dolía. De repente, todos los sentimientos que podían existir abordaron su corazón.

Y acabo desembocando en pánico.

El mismo que acelero sus latidos y le aseguró que había alguien detrás de la puerta, mientras sus lágrimas caían en cascadas. Podía hasta imaginarlo, con su mirada lasciva hacia el pomo de la puerta, donde apoyaba su mano enfundada en guantes de latex. Esperando el momento justo, el momento más álgido de su miedo. Quería torturarle de formas inimaginables y burlarse de él, burlarse de la ausencia de sus alas.

Entraría y con una sonrisa macabra le saludaría. "Hola, mi ángel" diría en un tono casi cantarín. Disfrutaría de verle temblar bajo las sabanas y se acercaría con la lentitud justa para incomodarlo. Le gritaría a Gabriel pero el arcángel no le escucharía, porque en realidad nunca estuvo a un lado de su cama como Cas pensaba. Gabriel le había abandonado con el hombre allí porque deseaba deshacerse de él también. Y entonces, las esposas se asirían a sus muñecas y el dolor del ajustado metal seria callado por la mano enfundada en látex, que se presionaría contra su boca para que guardara silencio hasta que llegaran a casa. Hasta que el hombre volviera a cerrar las puertas de su celda.

Cerró los ojos, y la imagen del hombre apareció de nuevo más clara que antes, justo detrás de la puerta. Poniendo más peso en su mano de látex y girando lentamente el pomo de la puerta. Clic se escuchó y Castiel gimió. El chillido de la puerta al abrirse se escuchó y la luz del pasillo ayudo a plasmar la sombrar monstruosa sobre sus sabanas.

En un impulso de supervivencia, apartó las sabanas para colarse en la cama de su hermano mayor. Gabriel se giró adormilado.

- ¿Cas?

- Lo siento. – Se disculpó con la voz quebrada.

Entonces el mayor le abrazó, percatándose de su temblor y sus latidos acelerados. La piel del ángel sudaba como si hubiese corrido por horas, y las lágrimas se mezclaban con ese sudor. Gabriel comprendió que era otro ataque de pánico, pero este parecía mucho peor.

- ¿Pesadillas? – Se supone que su padre se encargaría de ello, pero la duda persistía.

Cas negó enterrando su rostro en el pecho del mayor, y aferrándose con sus manos al pijama del otro.

- Descansa, yo cuidare de ti. – Prometió.

Ahora no podía dormir, no porque quedara algo de celestial en él, sino porque tenía terror al hombre tras la puerta. Porque el entraría en cuanto se descuidara y le arrebataría de los brazos de su hermano para encerrarse en un jaula sucia, castigándole por haberse escapado. Tal vez debió quedarse allá, porque ahora el hombre estaba enfadado con él y le reprendería de maneras crueles e inhumanas. Gabriel no podría protegerle, ni su padre podría cuidar de él. Quería correr lejos de todo y todos, pero estaba atrapado en esa pequeña habitación, con su hermano mayor que no podía protegerle del hombre tras la puerta, del hombre que disfrutaba torturándole, el hombre que amaba verlo sufrir.



Gabe pasó por la cocina en donde los Winchester desayunaban, solo para buscar el desayuno para su hermano y para él, y volver al cuarto.

- ¿Pasa algo malo con Cas? – Inquirió Sammy.

- Emociones. – Dijo el arcángel. – Parece una embarazada cambiando de humor a cada rato.

- ¿Qué es lo próximo? – Preguntó Dean, bostezando y desparramándose por la mesa.

- Encontrar una maldita solución.

Castiel le recibió con mala cara y brazos cruzados, diciendo que eso no le gustaba.

- Son tus cereales favoritos, Cas.

- Lo siento, no quería molestar. – Dijo, con los ojos húmedos de repente.

Gabriel se sentó con él, asegurándose de que se terminara el desayuno sin hacer rabietas.

- ¿Soy una molestia? – Interrogó serio, casi depresivo.

- No, Cas, eres mi hermano menor y quiero verte bien. – Aseguró.

- ¡Odio sentirme así! – El tazón de cereales voló en medio de su ataque de ira.

El arcángel aprovechó para preguntar algo que había estado pensando hace un rato.

- ¿Cas? ¿Qué fue lo que te asusto anoche?

El morocho le miró, aburrido ahora.

- Imagine que había un tipo detrás de la puerta asechando. – Suspiro, quitándole importancia. - ¿Crees que me esté volviendo loco?

Era una posibilidad, pero Gabe no quería pensar en eso. Porque entonces, no sabía cómo recuperarían a Castiel. Era inestable, como una bomba y Gabriel no estaba muy seguro de que quedaría de él cuando aprendiese a controlar sus sentimientos. ¿Cuál de ellos ganaría la guerra interna?

- ¿Gabe?

- ¿Si, Cas?

- Te amo. –

- Yo también, hermanito.

Esto era a cada segundo más extraño. Si no le amara, probablemente sería imposible soportar todo esto. 

Padre...Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon