Esperanza rota.

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Al día siguiente, el ángel caído se levantó con más disposición. Chuck jamás había intentado esto, reincorporar a un ángel por partes. Era como colocar un nuevo repuesto a un auto viejo. Aun así lo intentaría, para entregar un último regalo al hijo al que tanto le había quitado.

- ¿Listo? – Preguntó Dios, con una sonrisa.

Cas no respondió, pero Gabe le dio la señal afirmativa.

Chuck posó sus manos sobre la frente del menor, centellando en blanco. Sus heridas sanaron poco a poco sin esfuerzo. La parte difícil seria otra, sus alas no volvían. La energía circulaba por el cuerpo del ángel hasta llegar a esa zona, buscando seguir un camino que ya no estaba allí, y precipitarse al vacío. Chuck lo intentaba con todas sus fuerza, pero era algo imposible. Lo que se temía había ocurrido. Haber creado falsas esperanzas en el menor, para destrozarlas luego.

Cuando retiro su mano, dándose por vencido, la expresión de Castiel reflejaba la nada misma. Su mirada cayó, y todos sabían que estaba llorando. Nadie se esperaba que gritara como lo hizo, con todas sus fuerzas y desgarrándose la garganta. Todo fue golpeado por una gran ola de energía, incluyendo los presentes. Las luces estallaron, dejando como única claridad el rojo de las de emergencias.

Se sentía como cuando sus alas habían sido cortadas. El mismo sentimiento le albergaba ahora. Miedo, miedo absoluto. Terror por darse cuenta de que eso no era una pesadilla. La espada de Castiel apareció por debajo de su característica gabardina. Chuck retrocedió un paso, pensando que sería su objetivo, el objetivo de toda esa ira.

Pero Gabriel sabía bien lo que su hermano planeaba. Lo abrazo desde detrás, y lo detuvo justo antes de que se suicidara enfrente de los ojos de todos.

- ¡Déjame morir! – Reclamo. - ¡Quiero morir! – Sollozó retorciéndose y empujando al mayor.

Gabriel alejo la espada de ellos, que rodo por el suelo hasta los pies de su padre.

- ¡Para, Castiel!

Pero Castiel se sacudía como si su hermano quemara, necesitaba tomar su espada y acabar con esto.

- Déjame... - Su voz se apagó poco a poco. – Déjame...

Pero el arcángel no lo permitiría, y no le soltaría ni ahora ni nunca. Cayeron de rodillas, aun en ese abrazo no correspondido. Castiel se retorció una vez más intentando liberarse y dejo de intentarlo. Gabriel le suplicaba susurrando contra su espalda que parara.

- Estoy muerto ya... -

Las manos del arcángel se aferraron a su cuerpo, casi hiriéndolo. Chuck logro tomar valor para acercarse a sus hijos, su mano se posó sobre la frente del menor de ellos. Castiel cayó en un profundo sueño entre los brazos de Gabe, quien se negaba a soltarlo. 

Padre...Where stories live. Discover now