Solo.

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Cas ahora deambulaba por el bunker, como solía hacerlo aquellas noches solitarias. Pero esta vez no se trataba de no tener nada que hacer, era un intento de despejar su mente. Su ser era un campo de heridas y sangre, aunque su recipiente no demostraba nada de ello. Su pierna derecha, aunque físicamente sana, estaba muy dañada en realidad. Todo esto lo llevaba a ocultar su cojera y el dolor que le causaba.

Dean comía beicon en la cocina cuando entro. El sorprendido cazador tardó en responderle, con la boca llena de comida.

- Hola, Dean. – Saludo sentándose a la mesa, sin soportar mucho más el dolor que atravesaba su extremidad inferior.

- Hey. – Respondió el otro, limpiándose los restos. – Voy a dar una vuelta por la ciudad, ¿Vienes?

Cas lo miro pensativo. Pero no tenía ganas para enfrentar el mundo, le molestaba ver la creación de su padre, le asustaba la maldad en ella. Negó con su cabeza, resignándose a quedarse solo en el bunker.

- Pues podemos ver una película.- Propuso. – O jugar a algo.

Su negativa fue repetida. Se había levantado de esa cama porque ya había memorizado cada centímetro de la pared, pero no porque deseara hacer algo.

- Cas, no es el fin del mundo. – Intentó apoyarlo.

Dean se sentó a su lado, intentando darle ánimos, intentado sacarlo de aquella fosa de la que se aferraba.

- Aun estas vivo, y tienes muchas razones por las que seguir. –

Los ojos grisáceos por primera vez se fijaron en los verdes del cazador.

- Lo sé. – Pronuncio bajito. – Es solo que... - Aquel nudo en la garganta le asfixiaba. - ...extraño al Castiel de antes.

Lo entendía, Dean lo comprendía totalmente. El tiempo en que conoció día a día a Castiel, estaba tan lejano. Pero lo recordaba como si fuera ayer. El ángel era tan rudo como amable e intentaba ser justo lo más posible. Con ilusiones y fidelidad a lo que creía que era correcto. No quedaba mucho de ese ser.

- No es perder mis alas lo que duele... - Se sinceró. – Es el vacío. Me recuerda cada segundo en ese lugar... y yo... -

Dean le abrazó sin pensarlo. No quería imaginar, no podía imaginar, lo que Castiel había pasado en aquellas cuatro pareces con ese psicópata, al punto de romperlo de la forma en que se veía.

Castiel convenció al cazador de que estaba bien si le dejaba solo. El silencio lleno el lugar vacío. La luz de la cocina y el pasillo eran las únicas encendidas. El ángel sin alas continúo allí sentado, controlando su respiración, como si dejar de hacerlo significara la muerte. La piel se le erizó y pudo sentir las manos envueltas en látex rozarle de nuevo.

Las oscuridad le observaba y apretaba sus manos para no sentirse así, pero no importaba... ya estaba asustado.

Se levantó de un saltó, dejando caer la silla hacia atrás y olvidando el dolor de su cuerpo. Caminó en línea recta hacia su cuarto, sintiendo que algo le pisaba los pies. Cerró la puerta, y entonces se percató de las lágrimas en sus mejillas y su respiración acelerada. Estaba solo y tenía miedo... de nuevo.

Padre...Where stories live. Discover now