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P.O.V Irene

Desde aquella noche en la que le había dicho todo lo que le dije a Inés no habíamos vuelto a hablar y de eso hacía más de una semana. Veía por sus historias que estaba de un lado a otro por todos lados. Yo estaba centrada en preparar la nueva legislatura aunque, pasaba más tiempo distraída pensando en ella que centrada realmente.

Como si tuviese una cámara por la que me vigilaba me llegó un mensaje de ella justo cuando estaba viendo la historia de que volvía a Madrid.

Quiero hablar contigo, Irene.

Leí la notificación sin abrir el chat. Otro mensaje llegó a los pocos segundos.

Quiero pedirte perdón.

Noté como mi corazón se detenía en aquel momento. Quería pedirme perdón. Yo quería comérmela a besos, pero no podía. No podíamos. Me decidí por contestarle.

Esta vez tú eliges dónde.

Reí al recordar la conversación en el bar de Malasaña donde se sentía súper incómoda y en el que yo, para relajarla, le dije que era porque era muy guapa. Y así lo creía. Lo era. Había que estar ciega para no verlo.

En mi casa. A las seis.

Solté el móvil en la mesa como si quemase. ¿En su casa? No entendía cómo funcionaba el cerebro de esta mujer. Pero sabía que el mío iba a explotar en cualquier momento.

De acuerdo. Allí estaré.

Miré el reloj en cuanto mandé el mansaje y miré la hora. Eran las cuatro de la tarde y aún no había comido. Ya no me daba tiempo. Me fui directa a la ducha y empecé a arreglarme. Primero llamé a Pablo porque tenía a los niños conmigo. A las cinco tocaron la puerta del apartamento.

- ¡Voy! –grité desde el baño con el cepillo de dientes aun en la boca.

Corrí a medio vestir y medio arreglar a abrir la puerta. Pablo rió al verme con la boca llena de espuma como si tuviese la rabia.

- Así mismo como vas estás guapísima para ir a verla –dijo entre risas.

- Iota –dije con dificultad debido al cepillo y le di un golpe en el hombro.

Corrí otra vez al baño para terminar de arreglarme. En cuanto salí vi a Pablo en el suelo entre Manu y Leo. Reían y jugaban.

- Tienes de todo en la nevera –le dije- Aunque si te falta algo pues lo compras.

- Muchas gracias por el consejo –me dijo en tono de broma.

Le sonreí con una sonrisa falsa y luego reí. Me agaché y les di un beso en la cabeza a mis hijos y, al ver la cara de Pablo, le di otro a él.

- Celoso –le dije.

- Muchísimo. Pásalo bien y que no te vuelva muy loca... O sí –dijo guiñándome un ojo.

- Eres tonto –le contesté mientras llegaba a la puerta- Adiós. Os quiero.

- Decidle adiós a mamá –dijo mientras cogía las manos de los niños e imitaba el gesto.

Les lancé un beso y bajé corriendo al taxi que ya estaba allí esperando. Le di la dirección de la casa de Inés y empecé mi duro trabajo de no hiperventilar conforme íbamos a acercarnos.

- Listo, señora –me dijo el taxista una vez llegamos.

- Muchas gracias –dije dándole el dinero que ya tenía preparado- Déjelo así. Gracias.

Escuche un gracias y unas buenas noches del taxista en el momento que bajaba. El coche arrancó y allí me encontraba yo. Frente al portal que hacía un semana y pico había sido testigo de nuestra conversación.

Ya estaba delante de su puerta. Mordiéndome las uñas y esperando a que abriera. Escuché unos tacones que se aproximaban. ¿Se había puesto tacones para estar dentro de su casa? Pija, pija, pija.

- Hola –dijo en cuanto abrió la puerta.

Casi me caigo de culo al verla. Llevaba una blusa con unas mangas abullonadas en un tono crema y unos lunares negros. Unos pitillos negros y unos zapatos de tacón blancos y negros.

- Qué guapa –le dije sin pensar.

- Tú también. Muy podemita pero guapa.

Sonreí y me puse roja como un tomate. Se apartó de la puerta y me dejó pasar. Cuando pasé por su lado noté ese olor a vainilla tan característico y, automáticamente, cerré los ojos.

- Vamos al sofá –me dijo.

La seguí y nos sentamos.

- ¿Quieres tomar algo? –me preguntó.

Negué con la cabeza mientras una sonrisa se dibujaba en mi cara.

-De acuerdo. Entonces creó que voy a empezar. Lo siento. Siento lo que te dije. Siento haberte dicho que veías el mundo maravilloso cuando sé perfectamente que no es así. Eres la persona más realista que conozco y también de las más tocapelotas –me eché a reír- Que te lo digo en el buen sentido –aclaró ella- Estoy cagada de miedo porque nunca me había sentido así con una mujer. Y sí, tenías razón es porque somos dos mujeres y porque me muero de miedo –cada vez hablaba más rápido- Y es que no sé qué hacer porque no he parado de ver "Carol" en bucle y "Rosas rojas" y no dejo de escuchar a las t.A.T.u y me pongo súper nerviosa... –empezó a agitar las manos.

- Hey, tranquila –le dije en vano porque continúo hablando.

- ... porque yo también te miro el escote –entonces se calló.

Me reí y ella se llevó las manos a la cara, muerta de vergüenza.

- Madre mía, debes pensar que soy gilipollas o algo. Y es lo que soy. Normal.

- Inés –dije quitando sus manos de la cara- Sobre ti pienso muchas cosas pero que eres gilipollas jamás.

Respiró e intentó calmarse.

- De verdad que lo siento, Irene.

- No te preocupes. Yo también te pido perdón por haberte hecho sentir incómoda.

- Bueno, pero lo necesitaba para abrir los ojos.

Estuvimos bastantes segundos calladas hasta que decidí romper el silencio.

- Con qué "Carol", ¿eh? –ella se rió y asintió- Es guapa Cate Blanchett, ¿verdad?

- Bastante –me confesó riendo.

- ¿Sabes qué? Ahora sí que me tomaría algo.

Se levantó y se dirigió a la cocina para servir dos copas de vino. Observé la destreza que tenía para moverse y para realizar cualquier cosa. Estaba tan hipnotizada mirándola que no me di cuenta que llevaba un rato con el brazo estirado ofreciéndome mi copa.

- Perdón. Gracias.

Me sonrió y volvió a ocupar su sitio de antes. Estuvimos hablando y riendo. Mi mano estaba en su muslo y ninguna de las dos quería que abandonase ese lugar así que allí se mantuvo hasta que Inés tuvo que levantarse.

- Ay, ¡que casi se me olvida!

Se levantó y desapareció por el pasillo. Volvió con un sobre en las manos.

- Sobornos para pactar no que yo soy honrada –le dije en tono de broma.

- Toma anda –me dijo mientras me extendía el sobre.

Lo abrí y no me esperaba para nada lo que me encontré. Era un billete de avión.

- ¿Jerez? –pregunté claramente sorprendida ya que acababa de volver de allí y no entendía por qué me daba un billete a mí.

Ella asintió con una sonrisa.

- ¿Quieres acompañarme a la feria? Salimos mañana a primera hora.

Miré su rostro lleno de luz y el billete de nuevo. Cuando volví mi vista a sus ojos pude ver que estaba realmente emocionada. Le hacía ilusión ir conmigo. No me lo pensé.

- Por supuesto que sí –le respondí con una sonrisa que no cabía en mí y el corazón a punto de salirse de mi pecho.

Se 🍷

Besos :)

Sin pactosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora