Capítulo 24

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Capítulo 24



Creía escuchar el latido de la brújula a cada paso que daba, marcando los tiempos de su respiración. El sonido se le había quedado grabado en la cabeza cuando, tras finalizar su historia, Leigh le había dejado a solas en el taller, con la única compañía del artefacto maldito. Perturbado ante la enigmática historia, Armin había permanecido unos minutos en la sala, en silencio y con la mirada perdida, y entonces, en ese preciso momento, había vuelto a escuchar el sonido.

Un latido, dos, tres...

—Dewinter...

Intimidado, Armin salió del taller sin volver la vista atrás, sintiéndose observado. Imaginaba que el cansancio y la sugestión eran los culpables de su estado, por lo que intentó mantener la mente en blanco mientras deambulaba por las cubiertas de la "Pandemonium" en busca de su camarote. Una vez ya en su celda, se dejó caer pesadamente sobre la cama y cerró los ojos. Más allá de los párpados, sumido en la oscuridad, Armin podía percibir el olor putrefacto de los cadáveres que habían colgado en el salón de Ivanov con los brazos llenos de cortes y el suelo empapado en sangre. Podía ver sus ojos en blanco y sus muecas grotescamente sonrientes, como si la muerte hubiese sido una bendición... y podía ver las marcas que decoraban sus cuerpos. Marcas que, aunque Leigh no las había mencionado, Armin sabía que habían estado allí; marcas como las de la brújula y como la que en aquel entonces latía con fuerza en su pecho.

Como si despertara de un terrible sueño, Dewinter abrió los ojos y se apresuró a encender las luces. Se bajó de la cama prácticamente a rastras, sintiendo una necesidad imperiosa de comprobar algo, y corrió al baño. Una vez dentro, se quitó la camiseta y comprobó con vehemencia que la marca que le palpitaba en el pecho era la serpiente que tenía grabada como miembro de Mandrágora, y no la señal de la brújula. Debía haberse quedado dormido...

Abrió el grifo y se mojó la cara. Al mirarse en el espejo de nuevo no se sorprendió al encontrar oscuras ojeras bajo sus ojos; podía sentir el cansancio en todos y cada uno de sus músculos, rogándole que se tumbara y se relajara un rato.

Hacía tanto que no lo hacía...

Regresó a la cama y se dejó caer. No recordaba cuando, pero había empezado a dolerle la pierna, allí donde se unía el metal a la carne. No solía sucederle; la mayor parte del tiempo se olvidaba de que había perdido la pierna en Sighrith, pero de vez en cuando unas desagradables punzadas de dolor se lo recordaban.

Volvió a apagar la luz y cerró los ojos. Esta vez no escuchó el sonido de la brújula al dormirse, aunque sí que creyó ver, en la mitad de la oscuridad, dos ojos azules fijos en él...

Aquella noche tuvo sueños que le llevaron a la Tierra, lugar en el que, varios siglos atrás, Thom Gordon, el nieto de una de las víctimas de Ivanov, investigaba el trágico fallecimiento de su abuelo. Armin le vio en su oficina, quedándose cada día hasta altas horas de la madrugada tras su jornada de trabajo como miembro de la Seguridad Ciudadana de Burdeos, en busca de respuestas. Su madre apenas era una recién nacida cuando su padre había muerto, pero jamás había logrado olvidar lo ocurrido. El que el apellido de su familia se hubiese visto envuelto en un escándalo de tal envergadura la había dejado marcada para siempre. De hecho, tal había sido el calado de lo ocurrido en la familia que, décadas después, había arrastrado al joven Thom, que por aquel entonces ya era un adulto, al cuerpo policial.

Durante años, Gordon había estado estudiando el caso en busca de posibles respuestas. Oficialmente, Ivanov nunca había vuelto a ser visto. Tras la fiesta, el doctor había desaparecido en solitario, sin mayor posesión que lo puesto, para no volver a ser visto nunca jamás. No había vuelto a tocar sus cuentas bancarias, ni había contactado con ningún conocido. Simple y llanamente, había desaparecido. La realidad, sin embargo, era otra. Gordon tenía constancia de que había habido varios avistamientos del fugitivo a lo largo de los años, todos ellos en la Tierra, y confiaba en poder atraparle tarde o temprano.

Dama de otoño - 2nda parteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora