Capítulo 14

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Capítulo 14



Siete minutos después de que Ana, Leigh y Gorren atravesaran la rampa de acceso a la "Estrella de plata" ésta se replegó sobre sí misma como si de la lengua de un camaleón se tratase. La antigua princesa de Sighrith no pudo verlo, pues en aquel entonces ya se encontraba de camino a la cubierta médica de la mano de Tauber, el cual no la había soltado en ningún momento, pero durante aquellos siete largos minutos varios fueron los acontecimientos que sucedieron en los hangares. El primero de ellos fue la reunión de los tres bellator que, hasta entonces, habían estado en la ciudad. Su misión no había sido sencilla: sembrar el caos. La noche anterior, siguiendo las instrucciones del maestro Helstrom, éstos habían repartido por toda la ciudad cargas de demolición que, llegada la hora clave, habían hecho explotar para crear la mayor confusión posible. Para ello habían tenido que moverse con rapidez por las calles, yendo y viniendo de un lado a otro para poder activar los explosivos sin ser vistos, pues el radio de acción de los detonadores no era superior a cien metros. En el caso de Maggie, la misión le había traído algún que otro problema, pues tras las dos primeras explosiones había sido vista por varios ciudadanos, pero tras lograr ocultarse durante unos minutos en el interior de un callejón, tras unos bidones vacíos, había logrado salir indemne. Marcos, por el contrario, no lo había tenido tan fácil. Al igual que Maggie, el hombre había sido detectado, aunque no precisamente por simples ciudadanos. En su caso había sido una patrulla de dos bellator la que, tras arrinconarlo en el interior de un negocio, había estado a punto de acabar con su vida. Había tenido mucha suerte de que Elim estuviese en aquel momento en los alrededores.

El segundo acontecimiento importante que se había dado durante aquellos siete minutos había sido la aparición de un grupo de guardias en el hangar. Durante el trayecto de huida desde el centro penitenciario Gorren había logrado perderles por las calles, empleando para ello el complejo trayecto que habían preparado para una posible fuga in extremis. Horas antes, a través de su conexión cervical, Armin se había adentrado en los sistemas de control de tráfico de la ciudad, logrando así desviar el flujo de raxores hacia los puntos que más les interesaban. El proceso no había sido fácil, pues para ello había tenido que bucear durante horas entre los miles de bancos de datos que conformaban el cerebro de la ciudad, pero finalmente, haciendo honor a su palabra, había logrado cumplir con su objetivo. Gracias a ello, Gorren había logrado retrasar durante unos minutos a sus perseguidores, aunque no perderlos definitivamente.  

Se vivieron entonces minutos de mucha tensión en el puente de mando. Consciente de la gravedad de la situación, la capitana había iniciado ya las maniobras de despegue. Todos eran plenamente conscientes de la ausencia de Helstrom y de Dewinter, los cuales aún seguían fuera, pero la inminente llegada del enemigo impedía que pudiesen aguantar mucho más. Así pues, sin atreverse nadie a decir en voz alta lo que estaba a punto de suceder, la mujer dio la orden de cerrar las puertas y guardar las rampas. La nave tenía que partir, y tenía que hacerlo ya.

El tercer y último acontecimiento se dio segundos antes de que la nave despegase definitivamente. Con la mirada fija en la cúpula y el corazón en un puño, Gorren veía ya al enemigo caer sobre ellos. Todo cuanto veía ante sus ojos eran disparos, gritos y nerviosismo; trabajadores activando los sistemas de seguridad del hangar y las puertas cerrándose. Veía viajeros esconderse en el interior de sus naves, aterrorizados ante el despliegue de tropas, y veía fuego. Veía cubiertas de la nave ardiendo al ser dañadas por el enemigo, cristales estallando y luces de emergencia parpadeando con intensidad en los paneles de control.

Veía el sudor caer a chorros por los rostros de los miembros de la tripulación, la tensión del rostro de la capitana y el miedo reflejado en sus ojos. Imaginaba que su semblante no debía mostrarse mucho mejor que el de ella, pero sabía que no debía perder la esperanza. Aunque no les viese, sabía que tarde o temprano aparecerían. Confiaba en ellos, en sus habilidades y en su inteligencia; en su capacidad para sobreponerse ante cualquier adversidad. Armin y Alexius se habían quedado atrás protegiéndoles la retaguardia; deteniendo a base de disparos a sus perseguidores desde sus puestos elevados...

Dama de otoño - 2nda parteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora